“Tengo la convicción más absoluta que Allende era un demócrata”: Sergio Bitar

Compartir

“Lo que me marcó más de él fue la convicción, la lealtad a sus valores, su espíritu democrático” enfatiza este ingeniero que le correspondió ser ministro de Minería del Gobierno de la Unidad Popular en medio de la huelga de los mineros de El Teniente (“no tenían ningún propósito de arreglar el conflicto, querían alargar y alargar”) y el sabotaje de Estados Unidos al cobre chileno. En entrevista, Bitar cuenta cómo pasó de trabajar en el comando presidencial de Radomiro Tomic (DC) al equipo de Salvador Allende y el diálogo con él a raíz de que se le habían expropiado propiedades a la familia de su esposa, los Hirmas. Narra que el mandatario lo invitó a almorzar el 10 de septiembre: “…ya venía con la idea de que se hiciera un plebiscito para salir de la situación que había, y nos dijo ‘voy a llamar al pueblo de Chile a que decida’. Se paró y se fue a Tomás Moro. Fue la última vez que lo vi” y abunda: “Me doy cuenta que Allende tenía una decisión tomada, nos lo dijo varias veces, que él iba a dar su vida por ese proceso”.

Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. 7/7/2023. El ingeniero Sergio Bitar Chacra establece con cierto orgullo que es la única persona que fue ministro de los tres presidentes socialistas que ha tenido Chile: Salvador Allende, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. No cabe duda, eso sí, que una marca histórica es haber trabajado en el Gobierno de Allende como ministro de Minería. A 50 años del derrocamiento del mandatario, evoca momentos de decisiones, trabajo, tensiones, donde destaca “el sentido de la vida, la convicción, la serenidad” del Presidente que murió defendiendo su mandato democrático en el palacio de La Moneda.

A sus 82 años, Bitar podría decir que “viene de vuelta” en las lides políticas: ministro de Minería, de Educación, de Obras Públicas, senador, presidente del Partido por la Democracia y recientemente candidato a consejero constitucional. Fue preso político en la Isla Dawson, escribió un libro de esa experiencia y también textos de los tiempos de los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende. Continúa escribiendo, sobre todo interesado en visiones y planes estratégicos para el desarrollo del país. En el marco del cincuentenario de la asonada militar, se dio tiempo de hablar de la experiencia que vivió durante el Gobierno de la Unidad Popular y su relación con el Presidente Allende.

¿Cómo empezó esa historia que lo puso de ministro de Minería en el Gobierno de la Unidad Popular?

Como todas las cosas de la vida, uno tiene una convicción y una vocación, pero también es como una hoja de un árbol al viento, las cosas ocurren dependiendo de las circunstancias. Cuando terminé ingeniería, entré a la función pública como director del Departamento de Industria de la Universidad de Chile, y de ahí partí a Francia a estudiar cómo planificaban los franceses. Volví, y de la Corfo (Corporación de Fomento) me encargaron que diseñara una estrategia industrial y trabajé en eso hasta 1970. Ese año entré a trabajar al comando presidencial de (Radomiro) Tomic, el candidato de la Democracia Cristiana.

¿Usted era democratacristiano?

Nunca fui democratacristiano. Era independiente de izquierda, pero como había estado trabajando en el Gobierno de (Eduardo) Frei Montalva, veía que había equipos, y eso me gustaba. En ese comando abordaba las cosas económicas, ahí estaban (Ricardo) Ffrench-Davis y (Alejandro) Foxley entre otros, fueron los primeros con los que comencé a trabajar. Pero en un momento me voy a estudiar a Harvard. Desde allá empiezo a ver la crisis chilena, en 1971, y tomo una decisión de esas que uno no racionaliza sino que salen del alma. Pensé, o me quedo tranquilo y me omito, o apoyo. Si me omito, estoy facilitando el golpe, si apoyo, ayudo a trabajar. Y me vine de vuelta a fines de 1971. Volví a la Corfo, y veo que un grupo se separa de la Democracia Cristiana. Se crea el Mapu (Movimiento de Acción Popular Unitaria) y varios de ellos dicen “somos de izquierda, pero no somos marxistas-leninistas”. Ahí estaban Rafael Agustín Gumucio, Jacques Chonchol, Julio Silva Solar, y se empieza a formar la Izquierda Cristiana (IC), donde estaban Bosco Parra, Luis Maira, Pedro Felipe Ramírez. Me buscan y me dicen “Sergio, tú eres independiente pero queremos pedirte que seas parte”. Quería trabajar, sabía que sólo no podía, pero militar en un partido me cargaba, aún así me acerqué, manteniendo autonomía. Me dicen que para las conversaciones con Allende y el ingreso de la IC al Gobierno de la Unidad Popular, querían que yo presidiera una comisión que preparara algo para decirle al Presidente Allende lo que a nuestro juicio estaba mal y lo que había que cambiar. Formamos un equipo de grandes economistas, con doctorados en el extranjero, era un lote grande. Me tocó hacer una exposición ante la Comisión Política de la IC en octubre de 1971 y dije que las cosas en economía no cuadraban. Propusimos medidas en un texto y me dicen que los acompañe para presentarlo a Allende y se le entrega. Hicimos una exposición. Allende tenía clarito lo que estaba pasando, pero manejar la Unidad Popular (UP) era muy difícil. Entonces el Presidente decide formar un comité de tres economistas jóvenes para que lo asesoraran, pide a Alexis Guardia, que era socialista, a Sergio Ramos que era del Partido Comunista (PC) y a mí. Trabajamos mucho, y a pesar de eso las cosas se deterioraban, ocurrían episodios como el paro de camioneros, la inflación, los sabotajes. Bueno, llegó marzo de 1973 y hubo otro cambio de gabinete. Estoy en una reunión de la Comisión Política de la Izquierda Cristiana y me dicen que Chonchol va a salir, que se necesitaba un ministro de la IC y me preguntan si acepto ser ministro y si estoy disponible para ir a hablar con el Presidente. 

No tenía uno o dos días para pensarlo.

No. Me dijeron que sería el Ministerio de Minería y que el Presidente Allende quería hablar conmigo. Yo sabía lo que quería hablar, porque durante el Gobierno de la Unidad Popular todas las propiedades de la familia de mi mujer fueron expropiadas, los Hirmas. Ellos financiaban candidatos, y un tío de mi señora, Alfredo Hirmas, era muy amigo de Allende y le dio apoyo en varias campañas. Ellos tenían tierras, industrias, una planta de neumáticos, y les expropiaron. Entonces antes de aceptar, dije que tenía que hablar con mi familia, y de los Hirmas no tuve ni una palabra en contra. Me voy a ver a Allende, hablamos solos, y él me pregunta si estoy en condiciones de ser ministro considerando lo que había pasado con la familia de mi mujer. Fue afectivo. Le dije que sí, que todo estaba bien, que podía asumir. Fui ministro, duró poco porque me acusaron constitucionalmente.

Los mineros de El Teniente “alargaban, alargaban”

Siendo ministro de Minería, tuvo algunos problemas, me imagino.

Tuve dos grandes problemas. Estalló la huelga de los mineros de El Teniente y tenía que reactivar la producción de cobre, mientras los “gringos” nos dejaron sin plan, no les podías comprar repuestos, embargaban los embarques de cobre chileno a Europa, nos bloqueaban. El otro problema era garantizar el abastecimiento de gasolina, llegaban embarques para tres meses y duraban tres días, había especulación, mercado negro. Los mexicanos nos ayudaron mucho, estaba el presidente (Luis) Echeverría, y desvío más de un barco con petróleo mexicano que iba para otro país, y lo enviaba a Chile, eso nos aliviaba. 

Pero lo que nos derrumbó, y fue una de las punta de lanza de la caída del Gobierno, fue la huelga de El Teniente. Mira, existía lo que se llamaba reajuste regular que se le daba a los trabajadores del cobre cada vez que la inflación pasaba un cierto porcentaje; se les acababa de dar un reajuste del 11%. Como la inflación seguía fuerte, el Gobierno resolvió darle a todos los trabajadores el 37% de reajuste, y les dijimos a los del cobre que ellos eran los mejor pagados, y que si ya habían recibido el 11% ahora recibirían el 26%. Respondieron “no, no, no, 37 sobre lo que ya tenemos”. Empezó lo que se llamó el doble reajuste y nosotros combatiendo esa idea, que era un golpe al país. Hubo muchas negociaciones, viajé a El Teniente, nos reunimos con los sindicatos, hablamos mucho y de repente nos damos cuenta con el Presidente que ellos no tenían ningún propósito de arreglar el conflicto, querían alargar y alargar. Hacen marchas desde Rancagua, se enfrentan a Carabineros, las esposas de los mineros exigiendo y hasta el Presidente las recibió, imagínate, metían grupos negociadores de la Democracia Cristiana, era interminable. Les dimos más, incluso, pero siguieron. La derecha salió a decir que Allende, Bitar y Luis Figueroa, que era ministro del Trabajo y había sido presidente de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores) traicionaban a los trabajadores y me acusaron constitucionalmente. El Presidente Allende me mantuvo, no hizo enroque, que era algo que se hacía porque se llevaban acusando constitucionalmente a los ministros, y recuerdo que Eduardo Frei, que era presidente del Senado y me conocía, le dice a Allende que me tiene que sacar, pero él me pide que siga ejerciendo funciones. Luego viene el “tanquetazo” que dieron unos grupos del Ejército, en junio de 1973, que lo pararon Carlos Prats y Augusto Pinochet, y recién ahí retroceden esos trabajadores y terminan la huelga. 

Seguí cerca del Presidente Allende pero más distante, hasta que me invita a La Moneda a un almuerzo el 10 de septiembre, fue la última vez que lo vi, 24 horas antes de que muriera. Estaban Joan Garcés, José Tohá, Orlando Letelier, Carlos Jorquera, Augusto “Perro” Olivares. El Presidente ya venía con la idea de que se hiciera un plebiscito para salir de la situación que había, y nos dijo “voy a llamar al pueblo de Chile a que decida”. Se paró y se fue a Tomás Moro, con dos o tres de los que estaban en el almuerzo. Fue la última vez que lo vi.

“Una admiración por el valor moral de Salvador Allende, y su valor humano”

¿Cómo describiría su relación con Allende?

Como ingeniero, tenía -y tengo todavía- una cierta incomodidad con la incapacidad de ejecutar y la capacidad de obtener buenos resultados, de tener buenos equipos. Veía una crisis política interna, el Partido Socialista y (Carlos) Altamirano por un lado, el Partido Comunista ponía más orden, la Izquierda Cristiana radicalizada, era imposible manejar aquello. Él no era ciego ni leso, se daba cuenta perfectamente de lo que pasaba. Lo que me marcó más de él fue la convicción, la lealtad a sus valores, su espíritu democrático, y yo me agarro ahora con gente que dice que Allende no era democrático, porque tengo la convicción más absoluta que Allende era un demócrata. Otra cosa es que no haya podido encausar su proyecto por el despelote y la crisis en los partidos, los problemas institucionales, con Estados Unidos tratando de echarlo abajo desde el primer día, y la derecha pasando a la acción sediciosa cuando vieron que no podían botarlo por acción del Congreso. Predominó en mí una admiración por el valor moral de Salvador Allende, y su valor humano. Nos llevábamos bien, me quería, me hacía bromas, me apoyó en todo. 

¿Cuando lo nombró ministro, le dio instrucciones precisas, lo encaminó, le dio instrucciones en medio de la crisis de El Teniente o lo dejó con espacio de acción propia?

He sido el único chileno que fue ministro de los tres presidentes socialistas que ha tenido Chile: Salvador Allende, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet.

Sin ser militante del Partido Socialista.

Sí. Bueno, en un momento fui militante socialista cuando era secretario general del PPD (Partido por la Democracia) y estábamos en la idea de ser un solo partido. 

Entonces, ¿le dio instrucciones precisas el Presidente Allende para sus tareas?

No. Ninguno de los tres presidentes con los que trabajé me dio nunca instrucciones. Lo único que me expresó Allende es que me preocupara de levantar la producción de cobre, ver cómo podía mejorar la gestión. 

Con el elemento de que Estados Unidos estaba boicoteando, embargando, presionando, por la nacionalización del cobre.

Allende tuvo la ventaja que vino después de Frei Montalva, y Frei había abierto dos grandes avenidas: la reforma agraria y la “chilenización” del cobre. Eso era un avance, porque había quedado el 51% de la propiedad del cobre para Chile, pero la gestión en manos de Estados Unidos, con acuerdo de meter chilenos. Entonces, Allende no se encontró con un muro, y se vota en el Congreso por unanimidad la nacionalización del cobre, aunque a la derecha no le gustaba mucho. Fue un paso. Pero creo que seguido a eso se cometió un error estratégico al declarar que se iba a descontar las utilidades excesivas de los pagos a las empresas “gringas”. Así se les dijo a todas las trasnacionales estadounidenses del mundo, que ese era un camino que podía ocurrir. Ahí comenzaron los embargos, nos cortaron los créditos del Fondo Monetario Internacional, empezaron presiones muy fuertes, nos negaron la venta de repuestos y equipos para la minería. Había un embargo internacional del cobre chileno, varias cortes internacionales estaban obligando a que se entregara a las trasnacionales el cobre chileno, y tuvimos que hacer un manejo muy hábil con los sindicatos en cada país, sobre todo europeos, para que no descargaran los barcos y eso nos daba tiempo para salvar ese cobre. Le sumas la efervescencia dentro de los trabajadores del cobre pidiendo más reajustes. Incluso ellos intentaron la paralización de Chuquicamata, cuando estaba paralizado El Teniente. Fíjate que con los dineros del cobre comprábamos alimentos, que era esencial en ese momento para la población, y teníamos encima esa actitud de los mineros y las acciones de Estados Unidos.

“Estos no conocen a Allende, él va a entregar su vida”

Al final de cuentas, ¿cuál fue la etapa o el momento más difícil o triste de esa etapa?

Te diría que lo represento en Carlos Altamirano. En lo que hizo. Fue muy complicada la posición que adoptó el Partido Socialista, que arrastra a la Izquierda Cristiana, a algún sector del Mapu, provoca la salida de radicales que nos interesaba mantener dentro de la Unidad Popular, con una Democracia Cristiana muy pesada. Le dejaban muy poco margen a Allende. En eso, y tiene que ver con tu pregunta, me doy cuenta que Allende tenía una decisión tomada, nos lo dijo varias veces, que no se iba a quedar así no más, que no iba a salir a circular por el mundo, que él iba a dar su vida por ese proceso. Lo llegaron a acusar de reformista traidor, le dijeron que estaba traicionando a los trabajadores. Esos fueron momentos de angustia porque ves que se va destruyendo todo. Pero quizá lo más doloroso es cuando el día 11 estoy escondido en una población, en la casa de una mujer que trabajaba en nuestra casa desde cuando yo era niño y me protegió, y siento los aviones de guerra y que empieza el bombardeo. Pensé, estos no conocen a Allende, él va a entregar su vida. Hemos recordado en estos días cuando se intenta dar el golpe a Pedro Aguirre Cerda, para colocar a Carlos Ibáñez, y pensamos que eso Allende lo tenía adentro, y el testimonio de (José Manuel) Balmaceda, donde aparecen frases que son casi iguales. Recordamos que se escribió que cuando le dicen a Aguirre Cerda que hay militares rodeando La Moneda, toma una pistola y dice “yo defenderé con mi vida la democracia”, y Allende estaba ahí, era su ministro de Salud. 

A pesar de lo difícil, de lo traumático, ¿recuerda un momento de satisfacción, reconfortante?

No sé si alegre, pero las canciones de Víctor Jara y de Violeta Parra me emocionaban profundamente, me animaban. Era un toque de alegría, de sentido de vida, un sentido vital, que había que pelear por algo. También haber formado la Izquierda Cristiana. Allende me producía tranquilidad. Ser ministro me provocaba pasión, de ayudar en algo, era un privilegio ser ministro para servir a Chile. Estar con Allende me alegraba, por su carácter, por su sentido del humor, siempre bien plantado. Me acuerdo que una vez íbamos con (Jorge) Arrate, que estaba a cargo de Codelco (Corporación del Cobre), y con el Presidente Allende, estábamos en medio de la crisis de El Teniente, yo andaba con un colon irritable tremendo, Arrate no podía mover el cuello por tensión, con mucho dolor, y Allende impecable, tranquilo, sano…Bueno, él dormía su siesta, no podías llegar a esa hora a La Moneda y molestarlo, sus corbatas, la pinta, el ser bien plantado. Recuerdo cosas como que miraba a alguien y le decía “que linda su corbata”, y se la regalaban. Una vez vino un ministro mexicano, y Allende le dice “que bonito su reloj”, y él toma el reloj y se lo pasa al Presidente. Y Allende se saca el suyo, y se lo pasa al ministro mexicano. Pasaron años y encontré a ese personaje en México, y andaba con el reloj de Allende. Es la alegría de vivir que tenía Allende, el sentido de la vida, la convicción, la serenidad, aunque fue un período muy duro. 

Hoy se habla mucho del papel de la gente joven en el Gobierno, jóvenes que dicen que pueden gobernar, incluso con cierto desdén a los de más años, y se muestra como una novedad. Pero ¿cuántos años tenían ustedes cuando fueron ministros de Salvador Allende?

Muchos éramos más jóvenes que los que están ahora en el Gobierno. Pero no conducíamos el proceso. Ahí está la gran diferencia. Mira, para gobernar hay que tener cierta visión histórica, cierto sentido de misión de futuro, hay que tener capacidad política. Allende fue muchos años senador, ministro, diputado, candidato presidencial, dirigente y líder en un partido, un político de enorme experiencia, que además conocía al país. Había vivido muchos procesos, gobiernos anteriores. Tienes que entender cómo opera el Estado, cómo piensa el otro, cómo conversas. Eso es vital para gobernar. Se tenía un sentido de lealtad, nadie le sacaba el piso al otro, al menos en el grupo que gobernaba. Tiene que haber un sentido común, una lealtad, una convicción. Había grandes políticos, grandes senadores, líderes, personajes de la política. Allende atrajo a muchos jóvenes, pero había una conducción política con más madurez. Frei Montalva también. Son presidentes que tuvieron la inteligencia política de atraer a la juventud y de preocuparse de la formación de los jóvenes. Uno se forma mejor al lado de una persona mayor, como con un carpintero, tienes que ver, tienes que aprender cómo trabaja, cómo soluciona los problemas, hay un proceso, trabajar en un gabinete, como concejal, estar en campañas, hablar con la gente. Uno sentía orgullo de estar al lado de esos personajes, de aprender de ellos, hoy no se siente ningún orgullo, se desecha.