Atrapados sin salida

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Las mañanas se hacen tan extenuantes como insulsas tal como las esperas en consultorios, oficinas y reparticiones que exigen sacar un número para la atención y prácticamente la obligación de oír y escuchar los mentados matinales desgastados y desgastantes de nuestra televisión.

José Luis Córdova. Periodista. Santiago. 30/11/2022. En las salas de espera de consultorios médicos, dentistas, hospitales, veterinarios; oficinas públicas y algunas empresas con atención al público, los usuarios se ven obligados a seguir las transmisiones matinales de los canales de televisión abierta, prácticamente como televidentes atrapados sin salida.

También para las dueñas de casa y jubilados, las mañanas comienzan con las notas policiales de la tarde y noche anterior con el morbo y sensacionalismo correspondiente ya que, más que informativos, parecen destinados a infundir temor, dar la impresión de que estamos viviendo en ciudades sitiadas por la delincuencia y el narcotráfico.

Es cierto que los hechos delictuales proliferan día a día, pero si bien las policías no dan abasto para cubrir, prevenir, ni menos investigar o sancionar cada caso, está claro que la solución no es amedrentar o cansar a los televidentes con reiteración de adjetivos y afirmaciones sobre el notorio incremento de delitos y la sensación de inseguridad imperante en nuestro país como en todas partes del mundo.

Tras la seguidilla de notas sobre la intensa labor del hampa, el crimen organizado y los dramáticos testimonios de víctimas de asaltos, portonazos, encerronas y otros, siguen las “explicaciones” burdas y formales de uniformados y civiles supuestamente encargados de la prevención e investigación de los hechos, que fomentan la percepción de temor en la ciudadanía.

Intencionalmente se ha abandonado la cobertura -por ejemplo- de nuestra frontera norte y el fenómeno de la emigración y se acentúa la presión sobre la llamada macrozona sur, especialmente La Araucanía, mostrada como una suerte de Far West a la usanza de las mejores películas del género, donde “los malos” son los pueblos originarios.

Entre las 9 y las 10 de la mañana se inician algunos “paneles” sobre actualidad política, donde no faltan las visitas del senador Iván Moreira, de la ex subsecretaria Karla Rubilar, del ex presidenciable Sebastián Sichel y otros personeros del Gobierno anterior que hacen gala de conocimientos que no utilizaron durante su administración y ahora exhiben con orgullo de “expertos”. Las actuales autoridades más bien brillan por su ausencia.

Más tarde no faltan los enfrentamientos entre vecinos, las irregularidades administrativas en edificios y condominios, peleas callejeras, detenciones ciudadanas, tomas de terreno y sucesos en plazas y sitios eriazos que no hacen más que incentivar soluciones a menudo violentas y para exacerbar el ánimo de los televidentes que toman partido por alguna de las partes sin conocer el trasfondo ni el entorno de los acontecimientos descritos.

Finalmente se desata la sátira, el humor libre, donde se lucen personajes como José Antonio Neme, Rodrigo Sepúlveda o Julio César Rodríguez acompañados por hiperventiladas figuras como Karen Doggenweiler, Monserrat Álvarez y recientemente José Luis Reppening y Priscila Vargas, estos últimos  siguiendo estrictamente el libreto de Canal 13 y la pauta de El Mercurio y radio Bío Bío en oposición al Gobierno, por el negacionismo y las posturas más derechistas y anti DDHH del actual sistema de medios. Los animadores pasan de sus peroratas “ideológicas” a la farsa más desatada, entre pontificar y divertir.

Desafortunadamente TVN -que debería ser un Canal “público”- contribuye con un par de colegas periodistas y animadores de segunda línea que intentan competir con “populares” figuras de la alicaída farándula nacional, francamente sin mayor éxito.

A medida que se acerca el mediodía -supuestamente la hora de las “noticias”-, los consabidos matinales se esfuerzan por competir entre los mismos animadores de cada canal y con sus contendientes en otras estaciones por un rating cada vez más exiguo y menos representativo de las necesidades informativas de la ciudadanía.

Las mañanas se hacen tan extenuantes como insulsas tal como las esperas en consultorios, oficinas y reparticiones que exigen sacar un número para la atención y prácticamente la obligación de oír y escuchar los mentados matinales desgastados y desgastantes de nuestra televisión.