Unidad Popular, una guía vigente

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Las experiencias de la UP deben ayudarnos, bajo las actuales condiciones políticas e institucionales, a diseñar horizontes post-neoliberales que nos permitan construir una alternativa democrática radical, de plena igualdad social, económica y política de perspectiva socialista. Las reformas deben apuntar a ensanchar la democracia y la conquista de mayores derechos.

Daniel Núñez Arancibia. Senador. Coquimbo. 9/6/2023. A 50 años del golpe de Estado se hace muy necesario reflexionar sobre las experiencias del Gobierno de la Unidad Popular encabezado por el Presidente Salvador Allende.

El golpe de Estado civil-militar clausuró un ciclo histórico de ascenso de movilización social y política del movimiento obrero y popular para conquistar mayores derechos, como fueron, por ejemplo, la Reforma Agraria. 

Bajo el Gobierno de Allende se avanzó en poner fin al viejo orden latifundista y se logró expropiar 4.400 predios agrícolas para traspasarlos a asentamientos campesinos, cooperativas agrícolas y administración estatal. 

La nacionalización del cobre, aprobada de manera unánime por el Congreso en 1971, permitió ejercer la plena soberanía sobre nuestro principal recurso natural. De esta forma, se consiguió tomar el control de la extracción, refinería y exportación del metal rojo. Así pasó a convertirse en el “sueldo de Chile”.

Frente a esos avances, la clase dominante, a través del terrorismo de Estado, no permitió que siguiera expresándose la soberanía popular. 

Sin embargo, pese a la dura derrota estratégica, no es una experiencia que se puede olvidar; es sólo un proyecto truncado del cual, obviamente, hay que hacer los respectivos aprendizajes y rescates.

El proyecto sigue aún más vigente, especialmente por la agudización capitalista que ha significado la implantación del modelo neoliberal. La contrarrevolución removió los cimientos de las políticas desarrollistas del Estado de bienestar por el que transitaba Chile para instalar la lógica neoliberal de una sociedad basada en que cada individuo debe rascarse con sus propias uñas para vivir. Mejor dicho, para sobrevivir. Chile sigue siendo un país muy desigual e injusto. Las elites concentran la ultra riqueza, mientras el pueblo sigue sufriendo abusos.

La vía chilena al socialismo, con empanada y vino tinto, fue fruto de las fuerzas políticas y sociales que la empujaron bajo las feroces condiciones económicas de dependencia del capitalismo internacional. Para su tiempo histórico se trató de un hecho inédito, único en el mundo, que se diferenció en su implementación del modelo soviético y cubano de partido único. 

La revolución anticapitalista chilena privilegió el camino político institucional para transitar hacia el socialismo; conviviendo con la democracia y el Estado de Derecho, el sistema político multipartidista, libertades de organización, conciencia y expresión.

La validez de esta fórmula en la actualidad se puede apreciar con el avance del socialismo comunitario en Bolivia. El expresidente Evo Morales logró durante su mandato sentar las bases para producir mayor riqueza que le permitió reducir la pobreza y generar mayor bienestar social, especialmente al postergado mundo indígena.

El Gobierno de la Unidad Popular también tiene su valor y sentido por su intento de convertirse en alternativa en una zona del planeta dominada por los Estados Unidos. Se trató de subvertir ideológicamente el “realismo capitalista”, el que hasta hoy hace suponer que es el único sistema en el mundo capaz de resolver los problemas de la humanidad.

El desafío político e intelectual del Gobierno de Allende consistió, justamente, en mostrar un camino diferente para superar el capitalismo y llevar bienestar social a las grandes mayorías de trabajadores y trabajadoras.

Las constantes luchas de obreros y campesinos permitieron conquistar derechos y cada vez que se profundizaba la democracia se estaba más cerca del socialismo a la chilena. 

Las experiencias de la Unidad Popular deben ayudarnos, bajo las actuales condiciones políticas e institucionales, a diseñar horizontes post-neoliberales que nos permitan construir una alternativa democrática radical, de plena igualdad social, económica y política de perspectiva socialista. Las reformas deben apuntar a ensanchar la democracia y la conquista de mayores derechos.