Petro en el contexto latinoamericano

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El mejor aporte a la salud del continente que puede hacer una gestión del Pacto Histórico en Colombia es establecer un régimen de transición democrática y de respeto a la autodeterminación de los pueblos. El ascenso al poder, o el regreso de gobiernos de izquierda o progresistas en Perú, Chile, Honduras, México, Argentina y Bolivia, sumado a la posibilidad de que Petro gane en Colombia y que Lula sea elegido en octubre en Brasil, hace que se incremente el nerviosismo, si además, los nuevos gobiernos logran acuerdos con los de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Alberto Acevedo. Semanario Voz. Bogotá. 06/2022. El interés por un posible triunfo del progresismo en Colombia, supera las fronteras nacionales, siembra esperanzas en los sectores democráticos del continente y llena de nerviosismo a las élites imperiales que observan con temor que el nicho del principal aliado de los Estados Unidos y de la OTAN, la quinta columna de la lucha por perpetuar la dominación norteamericana en tierras latinoamericanas, pueda modificar las condiciones de esa relación, dependiendo de quién  triunfe en las elecciones del próximo domingo 19.

Colombia estaría así a las puertas de un cambio histórico, si por primera vez, el progresismo alcanza el gobierno nacional y cae de esa forma el último gran bastión de la derecha latinoamericana; de antemano, ya constituye un hecho político relevante la derrota del conservadurismo uribista que ha gobernado el país en las últimas décadas, más allá de que esto pueda tener matices importantes.

El nuestro es un país con una profunda crisis económica, derivada no sólo de la pandemia del Covid-19, sino de la inexistencia de cambios estructurales en un modelo político, económico y social, que ha convertido un país con una profunda brecha social y económica en uno de las naciones más neoliberales del continente.

Nuevas solidaridades

El hecho de que desde hace más de un siglo la casta política dominante colombiana sea incondicional y esté al servicio de los intereses imperiales de los Estados Unidos hace que esta contingencia genere una gran tensión política en América Latina y buena parte del mundo occidental.

El ascenso al poder, o el regreso de gobiernos de izquierda o progresistas en Perú, Chile, Honduras, México, Argentina y Bolivia, sumado a la posibilidad de que Petro gane en Colombia y que Lula sea elegido en octubre en Brasil, hace que se incremente el nerviosismo, si además, los nuevos gobiernos logran acuerdos con los de Cuba, Nicaragua y Venezuela, como lo demostró la semana pasada la extraordinaria expresión de solidaridad con las naciones que no fueron invitadas a la Cumbre de las Américas.

Esta dinámica repercutiría en un mayor alineamiento con Rusia y China, en una salida pragmática frente los vientos de tormenta por la crisis energética, alimentaria y climática no obstante la prolongación del conflicto en Ucrania.

Vientos de renovación

La elección de Petro y Francia Márquez inyecta un aire fresco en América Latina, tanto a nivel de gobiernos de izquierda y progresistas como de movimientos sociales. Genera un nuevo proceso de unidad entre pueblos y países de cara a la lucha contra problemas comunes como la crisis ambiental, la crisis alimentaria, la pandemia, el cambio de matriz energética, etc.

Una elección que sin duda alentará viejos anhelos de soberanía nacional, de lucha por posicionar la autodeterminación y la dignidad de los pueblos. De hecho, durante la Cumbre de Las Américas, por segunda vez en la práctica fue sepultada la iniciativa de un acuerdo regional de libre comercio, a la medida de los Estados Unidos, representado en la propuesta del ALCA. En cambio, podrían revitalizarse procesos regionales de cooperación como el Alba y la Celac.

En fin, un gobierno progresista en Colombia modifica sustancialmente la correlación de fuerzas en favor de las corrientes democráticas del continente y le cerraría las puertas a los Bolsonaro, los Bukele, los Iván Duque y demás exponentes de la caverna reaccionaria. Estos planteamientos se cimentan en la propuesta programática de Petro de “convertir a Colombia en potencia mundial de la vida, la convivencia y la paz”.

El último bastión de la derecha

En este sentido, el mejor aporte a la salud del continente que puede hacer una gestión del Pacto Histórico en Colombia es establecer un régimen de transición democrática, de respeto a la autodeterminación de los pueblos.

La oligarquía colombiana, que ha gobernado por décadas en Colombia, ha contado con el apoyo irrestricto de los gobiernos estadounidenses, para perpetuar esta hegemonía de la derecha política, económica y militar del país del norte, que ha tenido en Iván Duque el último de los actores pro estadounidenses, el “exitoso” modelo que muestran a la región y al mundo los gobiernos de Donald Trump y Joe Biden por igual.

Otra opinión que cuenta

“La llegada de Petro o de Hernández a la Casa de Nariño pudiera deteriorar las relaciones entre Colombia y Estados Unidos. Son muchos los motivos”, dice por su parte Adam Isacson, director para la veeduría de la Defensa de la Oficina en Washington de Asuntos Latinoamericanos, WOLA.

Isacson es un buen analista, y a menudo interpreta con acierto el pensamiento de la Casa Blanca y del Pentágono de los Estados Unidos, sobre todo cuando de defender sus intereses geoestratégicos se trata.

“Todos los gobiernos de Estados Unidos –tanto demócratas como republicanos– han dedicado 25 años y más de 13.000 millones de dólares a construir una “relación especial” con Colombia y, más concretamente, con las fuerzas armadas.

“Esa relación es más estrecha que cualquier otra relación bilateral de Estados Unidos con América Latina y el Caribe. De hecho, al presidente Biden le gusta llamar a Colombia “la piedra angular de la política estadounidense en América Latina y el Caribe”. Y sin embargo los dos candidatos opcionados a ocupar la presidencia de Colombia prometen transformar esa “relación especial”.

Actuarían las Fuerzas Armadas

“Gustavo Petro y Rodolfo Hernández -puntualiza el vocero de WOLA-, han criticado duramente la política antidrogas que ha imperado en el último medio siglo. Ambos han dicho que tratarán de legalizar el cannabis recreativo y que no reanudarían la política de “fumigación” apoyada por Estados Unidos que consiste en erradicar la coca rociando herbicidas desde aviones. El gobierno de Biden no ha presionado a Colombia en materia de fumigación, pero sigue dándole prioridad a las cifras de erradicación manual y a la extradición de narcotraficantes.”

Isacson advierte: “El debilitamiento de la “relación especial” alarmará a la diplomacia y la defensa estadounidenses, que ya están preocupadas por perder influencia en el hemisferio occidental en favor de rivales como Rusia y China.

“Cualquier intento de relajar la asociación militar entre Estados Unidos y Colombia haría sonar las alarmas en el Pentágono y podría dar lugar a serios desacuerdos entre el próximo presidente de Colombia y sus fuerzas armadas, que consideran su relación con Estados Unidos como elemento central de identidad y de prestigio institucional”.