La revuelta en Francia

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Un joven, Nahel, muere, asesinado por un policía durante un control policial, y Francia arde en llamas. No solo en Chile se ha aprobado una ley del llamado «gatillo fácil» por un Gobierno de izquierdas. En 2017, bajo la presidencia del socialista Hollande, se aprobó una ley que ampliaba la noción de legítima defensa para los policías y les autorizaba a disparar con más facilidad. Esta revuelta se extendió inmediatamente a los barrios obreros de toda Francia. Lo que antes sólo se conocía en una ciudad se ha convertido en un fenómeno nacional.

Pierre Cappanera. Periodista. L’Humanité (*). París. 7/2023. ¿Cómo puede morir un joven de 17 años durante un simple control policial? ¿Por qué esta muerte desencadenó estos disturbios urbanos?

Primero, los hechos. Se produjeron en la ciudad de Nanterre, en la periferia oeste de París. Dos policías en moto detuvieron un vehículo de lujo, un Mercedes, e iniciaron el control. El joven conductor, de origen magrebí, no tenía licencia de conducir, un policía le apuntó con un arma, el vehículo arrancó de nuevo, el policía disparó y el joven murió en el acto.

Los policías declararon inmediatamente que habían actuado en defensa propia para protegerse porque el vehículo estaba a punto de atropellarles. El Fiscal inició un procedimiento judicial contra el joven por homicidio involuntario (lo que obviamente es contrario a la legislación francesa: no se pueden emprender acciones legales contra una persona muerta).

La historia probablemente habría terminado ahí si una joven no hubiera filmado y grabado la escena. Fue este vídeo, que se compartió inmediatamente en las redes sociales, el que hizo estallar todo el asunto. 

En el vídeo se ve claramente a los policías al lado del coche, el coche parado, la ventanilla abierta, un agente apuntando con una pistola al joven y, cuando el vehículo arranca de nuevo, el segundo agente grita a su colega «¡dispárale!». Los policías no corrían ningún peligro, mintieron, y sobre la base de esta mentira, el Fiscal inició un procedimiento inútil, sobre todo porque el joven estaba muerto. Este vídeo destruye la mentira que estaban construyendo los representantes del Estado.

La policía no encontró drogas ni armas en el vehículo, ni en los jóvenes. El coche no había sido robado, sino alquilado legalmente.

El joven Nahel murió porque, como árabe, conducía sin licencia y volvió a arrancar el vehículo durante el control policial. La pena de muerte fue abolida en 1981. Conducir sin licencia y negarse a parar en un control conlleva una pena de dos años de prisión.

El vídeo fue visto cientos de miles de veces. Esa misma noche, Nanterre, una ciudad suburbana que ha tenido un alcalde comunista desde 1935, estaba en llamas. Enfrentamientos con la policía, coches quemados…

No solo en Chile se ha aprobado una ley del llamado «gatillo fácil» por un Gobierno de izquierdas. En 2017, bajo la presidencia del socialista Francois Hollande, se aprobó una ley que ampliaba la noción de legítima defensa para los policías y les autorizaba a disparar con más facilidad. Los comunistas votaron en contra de esta ley. Desde la adopción de esta ley, el número de tragedias se ha multiplicado. En 2022, 13 personas murieron a manos de la policía durante los controles.

Las primeras manifestaciones justo después del marco fueron claramente manifestaciones de rabia. Los jóvenes que se manifestaban eran muy jóvenes. La gran mayoría de los detenidos por la policía durante estos dolorosos días tenían entre 12 y 18 años. Los jóvenes se identifican totalmente con el conductor y se dicen «¡podría haber sido yo!».

La amplitud y la extensión de la revuelta reflejan el abandono de los suburbios obreros, donde vive una gran proporción de descendientes de inmigrantes de tercera o cuarta generación. Fueron los abuelos del joven quienes llegaron a Francia. Sus padres ya eran franceses. Pero para muchos siguen siendo inmigrantes extranjeros. ¿Cuántas generaciones tardarán en ser reconocidos como franceses?

Esta revuelta se extendió inmediatamente a los barrios obreros de toda Francia. Es la magia de las redes sociales. Lo que antes sólo se conocía en una ciudad se ha convertido en un fenómeno nacional. La revuelta también adoptó rápidamente nuevas formas. Primero atacando todos los símbolos del Estado. Y los símbolos del Estado presentes en estos suburbios son la mayoría de las veces las realizaciones de los municipios, la mayoría de las veces bajo la dirección de alcaldes de izquierda: escuelas, guarderías, bibliotecas, etc. Es como si en Recoleta, jóvenes enfadados con los Carabineros incendiaran la farmacia o la biblioteca local para vengarse. Esto es inaceptable y condenable. La justicia para Nael no se ganará con esta avalancha de violencia contra los proyectos municipales, como tampoco se ganará la justicia social en estos barrios abandonados por la República. Desde entonces también hemos visto escenas de saqueo de tiendas y supermercados.

La derecha y la extrema derecha piden el Estado de Excepción y sólo hablan de represión. Los dos principales sindicatos policiales han emitido un comunicado espantoso que roza la llamada a la sedición, calificando de «nocivos» a los jóvenes de los barrios populares y declarando que «estamos en guerra». 

Los socialistas, autores de la ley de «gatillo fácil» de 2017, se muestran modestos y silenciosos. El Insoumis de Mélenchon se negó a llamar a la calma o a condenar la violencia. Fabien Roussel, el líder comunista, declaró: «Cuando eres de izquierdas, defiendes los servicios públicos, no su saqueo. Lo que debe estar en el orden del día es la justicia, justicia para Nahel, justicia para nuestros barrios, justicia para nuestro país».

En la izquierda, también estamos viendo comentarios como «con nuestras jornadas de huelga y nuestras manifestaciones pacíficas a las que han asistido millones de personas, no hemos ganado nada contra el plan de pensiones, quizás si le hubiéramos prendido fuego, habríamos conseguido algo…».

Sondeos muestran que el 70% de los franceses estaría a favor de que el Ejército interviniera en los barrios. Esto refleja el hecho de que dos tercios de los franceses votan ahora a la derecha o a la extrema derecha. Pero la solución no es ni el Ejército, ni el racismo, ni Le Pen (extrema derecha). Urge atajar las profundas desigualdades sociales y devolver la palabra a los ciudadanos. El futuro es sombrío.

(*)L’Humanité, medio colaborativo con El Siglo.