José Cademartori, ministro de Allende: “Él me mostraba mucha confianza”

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A 50 años del golpe de Estado, este economista de 92 años,  evoca su relación con el Presidente y recuerda un almuerzo con Salvador Allende y Fidel Castro. Cuenta que Luis Corvalán y Orlando Millas fueron interlocutores del PC con el mandatario y apunta a las prioridades que tenía al frente del Ministerio de Economía, entre ellas, garantizar el abastecimiento para el pueblo: “Nos teníamos que preocupar de las necesidades más urgentes de la gente”. Recuerda que “cuando me nombró ministro nos vimos muy poco, además que la prioridad en ese momento era la cosa militar, lo que pasaba con las Fuerzas Armadas, la situación política tan delicada, el posible golpe”.

Hugo Guzmán Rambaldi. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 21/4/2023. Un almuerzo con Salvador Allende y Fidel Castro, la interlocución del Partido Comunista con el Presidente, las prioridades de una “economía en emergencia” en 1973 y los momentos del día del golpe de Estado, temas que saltaron en la entrevista con José Luis Cademartori Invernizzi, quien fuera Ministro de Economía del Gobierno de la Unidad Popular entre el 9 de julio y el 11 de septiembre de 1973.

La conversación transcurrió en su casa en una calle de la comuna de Ñuñoa, rodeado de fotos de sus tiempos de ministro y su actividad política, de su hija Yanina, fallecida tempranamente, y de su esposa Xenia Dujisin, quien murió hace unos años. También hay retratos de sus hijos José y Andrés, ex alumnos del Liceo Manuel de Salas. A sus 92 años se expresa con calma y lucidez, con una serenidad admirable pese a lo apasionante de los temas, como esos tres años intensos y vertiginosos en que fue uno de los tantos protagonistas de la gesta del Gobierno Popular y un fiel colaborador del Presidente Allende. Como en muchos de su tiempo, le brota la modestia y la sinceridad.

José Cademartori es economista, se ha desempeñado como académico, autor de varios libros, fue un destacado diputado entre 1961 y 1973. Durante varios años fue integrante de la Comisión Política del Partido Comunista, al que ingresó en 1954, y hasta hace pocos años fue miembro del Comité Central de esa colectividad.

Se cumplen 50 años del golpe de Estado que derrocó al Presidente Allende y terminó con el Gobierno de la Unidad Popular y Cademartori evoca episodios de esos tiempos sellados en la historia contemporánea de Chile.

“Él confiaba en nosotros”

¿Cómo se enteró de su nombramiento como ministro de Economía?

Bueno, en 1970 se produjo una reunión en la casa del Presidente Salvador Allende, en Tomás Moro. Ahí llegamos con Luis Corvalán y otros compañeros, Corvalán hizo una exposición. Allende me miró y sonreía. Pero puso otra cara cuando Corvalán presentó los nombres y yo no era el candidato a ministro de Hacienda, era Américo Zorrilla. Allende se sorprendió, no lo conocía, y parecía algo complicado para él. Pero con las explicaciones que se le dieron y los argumentos, se tranquilizó. Yo no podía ser porque era diputado, y en ese tiempo los diputados y los senadores no podían ser ministros. Todos nos quedamos tranquilos con el nombramiento de Zorrilla, sabíamos que iba a hacer cosas sensatas, que se iba a poner de acuerdo con las personas que correspondía, con los otros ministros. Recuerdo que la sorpresa fue grande también en la opinión pública, ¿quién es Américo Zorrilla?, preguntaban, pero se impuso su personalidad y él como ministro. No se metía en tecnicismos, tenía un criterio político y un lenguaje muy sencillo, era un antiguo dirigente del Partido Comunista, fue un gran aporte para Allende.

Pasaron dos años y lo nombraron a usted ministro de Economía, en julio de 1973. Usted ya no era diputado porque había cambiado la composición del Congreso en marzo de 1973.

El Presidente Allende llamó al partido y pidió una reunión con la dirección. A la entrevista asistimos Corvalán y yo, y era para ver nombramientos de ministros. Ya estaba acordado que nosotros íbamos a tener tres ministros, y pedíamos Hacienda o Economía, Trabajo y Justicia. Los tres fueron concedidos por Allende. En el Ministerio del Trabajo quedó Jorge Godoy, que era muy desconocido, en Justicia siguió Sergio Insunza y el Presidente eligió Economía y quedé yo.

¿Qué sintió en ese momento?

Un peso enorme encima. El momento en que estábamos era muy crítico, prácticamente fui ministro durante tres meses, después vino el golpe de Estado, en septiembre. Desde el primer día la derecha y la Democracia Cristiana, sobre todo los sectores que eran encarnizados enemigos de Allende, decían que yo iba a ser acusado constitucionalmente, no había firmado de ministro y ya lo estaban diciendo, después también, porque no querían dejar gobernar.

Cuando lo nombran, ¿el Presidente Allende conversó con usted, le planteó lo que tenía que hacer, lo que él esperaba o lo tiró al ruedo no más?

La verdad, como que quiso desembarazarse de esos asuntos que podían concernir al Ministerio de Economía, y él confiaba en nosotros. Tenía sobradas razones por la situación que había, y por lo demás durante esos tres años de Gobierno, en ese tiempo que había transcurrido, tuvimos muchas conversaciones con Allende, hablamos mucho, y de los temas de economía. Yo sabía lo que tenía que hacer. 

Una conversación que tuvimos fue particularmente entretenida, cuando me invitó a almorzar con Fidel Castro, cuando vino a Chile. Conversamos mucho de economía, Fidel Castro se lució recordando cifras, tenía una memoria tremenda -yo no la tenía-, recordaba cifras económicas de Chile y de otros países, le interesaba mucho la economía y la economía chilena. Hablamos todo el almuerzo de la situación económica. Fue en un ambiente normal, muy natural, ellos se trataban como dos amigos, con total confianza. Yo metido entremedio y me hacían partícipe. Bueno, pasé el examen ante ellos…Fidel estaba de acuerdo en lo económico, tenía otra opinión en lo militar, cada uno tenía su postura, su idea. Después se incorporó Tencha Bussi, la señora de Allende.

Yo había estado en otras situaciones y conversaciones invitado por Allende, así que teníamos mucha afinidad y él me mostraba mucha confianza. Por eso, cuando me nombró ministro nos vimos muy poco, además que la prioridad en ese momento era la cosa militar, lo que pasaba con las Fuerzas Armadas, la situación política tan delicada, el posible golpe.

¿Cuáles fueron sus prioridades como ministro?

Lo principal era la inflación, bajarla, estaba muy alta, y el abastecimiento. Mira, cuando me nombran, estábamos a unos meses de los festejos de septiembre, del 18, y corrimos con los compañeros de la Empresa Agrícola del Estado para que la gente pudiera tener el abastecimiento necesario, para que pudieran celebrar, que tuvieran carne, harina, y queríamos asegurar que para el 18 de septiembre no faltara nada. Muy pedestre si se quiere, pero muy necesario para la gente, para el pueblo, porque la gente tenía un sentimiento patriótico acrecentado por celebrarse en ese período de la Unidad Popular. Nos teníamos que preocupar de las necesidades más urgentes de la gente. Había que garantizar el abastecimiento, que no faltaran los productos básicos, y con el Ministerio de Hacienda ver cómo bajar la inflación. Además, y eso se comprobó después, había acaparamiento, había sabotaje y atacaban a la economía. 

Ustedes trabajaron en una situación de emergencia más que una situación de normalidad.

Por supuesto, la economía estaba en una situación de emergencia por una serie de intentos que se hicieron en contra nuestra, por una serie de ataques a nuestro Gobierno, imagínate que había una acción del empresariado, de Estados Unidos, de la derecha, golpeaban la economía, el abastecimiento, el financiamiento. Por ejemplo, hizo mucho daño la venta que hizo Estados Unidos del stock de cobre chileno que tenían guardado, fue un golpe directo contra Chile, y el precio bajó considerablemente en el mercado internacional y disminuyó los ingresos fiscales del país en un momento muy necesario.

Allende, Corvalán, Millas, Altamirano

¿Cómo era el vínculo del Presidente Allende y el Gobierno, con el Partido Comunista, con la dirección? ¿Iban por carriles muy distintos o se reunían periódicamente?

En el Ministerio de Economía no se metía tanto ni Allende ni el Partido, porque se sentían desahogados, había un muy buen equipo, buenos profesionales, perdonando la pretensión. Hubo algunos problemas por divergencias políticas, surgieron posiciones distintas como las de Carlos Altamirano (secretario general del Partido Socialista) y otros de sus compañeros, frente a los planteamientos del propio Presidente Allende. Había una visión distinta. En lo personal con Altamirano, que se suponía era la persona que sabía más de economía en el Partido Socialista, teníamos conversaciones que nunca tuvieron un tono áspero, pero en la práctica sus discursos y sus posiciones eran rupturistas, por llamarlas de alguna manera.

Con la dirección del Partido Comunista el vínculo era permanente, yo entraba y salía a cada rato del local del partido ahí en la calle Teatinos. La sede del Congreso estaba unas cuadras más allá y también iba y venía. Siendo ministro estuve muchas veces en las reuniones de la dirección, de la Comisión Política, donde se trataban temas políticos y económicos, había una fluidez muy grande. Era como un equipo de fútbol, donde había que estar todo el tiempo juntos para jugar bien. No necesitábamos los ministros reuniones especiales, asistíamos a las reuniones de la dirección. El contacto era muy directo, muy amistoso. En el partido, en la cuestión económica ejercía una gran influencia Orlando Millas, de los no economistas profesionales, era la persona que sabía más. Funcionábamos como equipo, sin muchas formalidades, nos llamábamos por teléfono, nos recordábamos asuntos, que había que hacer tal cosa, nos hacíamos consultas.

¿Era fluida, permanente, la relación del Partido Comunista con el Gobierno?

Al inicio sí. A medida que fue pasando el tiempo se puso más complicada. Surgían nuevos problemas, algunos de menor envergadura, pero que distraían la atención de los problemas principales, incluso empezaron a aparecer desconfianzas, y había que prestar atención a eso. Pero estaban los asuntos gruesos y eso lo veía Allende y Millas, por nuestro partido, y Altamirano, Clodomiro Almeyda, entre otros.

¿Había alguien del partido que estaba encargado de la relación con el Presidente Allende?

Sí, claro. Normalmente era Orlando Millas, sobre todo cuando era Ministro de Hacienda. Se produjo entre Allende y Millas un cambio, una relación bastante fría, diría que hasta de hostilidad entre ambos, eso se disipó. Uno entraba a La Moneda y podía ver paseando a los dos por los patios o los pasillos, conversando íntimamente. Se conocían desde jóvenes. Millas fue un principal interlocutor. También lo era, por supuesto, Luis Corvalán, conversaban mucho, intercambiaban mucho. Acompañé varias veces a Corvalán a entrevistas con Allende, se hablaban temas importantes, sensibles. Una vez fuimos a La Moneda, el Presidente nos llamó, llegamos y él estaba en cama, con un resfrío muy fuerte, había un problema serio, no recuerdo cuál, pero era algo serio, y lo trató con Corvalán, demostraba el grado de confianza que había.

En esos meses, ¿el Presidente Allende lo llamaba, los buscaba?

Me llamó unas cuantas veces, quería saber cómo andaban las cosas o plantearme algo muy puntual. Varias veces me llamó temprano en la mañana, a veces una llamada de rutina, intercambiaba alguna broma, me preguntaba sobre algo o me planteaba algo. Realmente siento que me tenía una confianza muy grande, la tuvo siempre, así que la relación con él era muy fluida.

¿Cómo definiría a Salvador Allende?

Es que yo no soy muy ingenioso para esas definiciones…Diría que era un político muy natural, no tenía poses. Era muy coherente. 

“Tenía que entregar el sueldo al partido”

Oiga, ¿es un mito o una realidad que ustedes entregaban su sueldo completo de congresistas y de ministros al Partido Comunista?

Esa era una norma general. En 1961, cuando el partido empezó a recuperar su representación parlamentaria, se planteó el problema de los sueldos, y ahí nos plantearon entregar los sueldos, y el partido fijaba el sueldo de cada quien. En el caso mío, Luis Corvalán fue a hablar conmigo a mi casa sobre eso, él conocía mucho a mi mujer, la Xenia, y era una manera de hacer sentir de que se preocupaban de la familia. Me propusieron un sueldo, distinto naturalmente al que recibía como diputado. Yo tenía que entregar el sueldo al partido, como todos los diputados en esos tiempos, era entregar el sobre completo. De ahí se deducía lo que se había acordado.

¿Y en cuánto lo dejaron?

Prácticamente me disminuyó a la mitad. Yo trabajaba antes en la Corfo (Corporación de Fomento) y tenía un sueldo bastante bueno, entonces la idea era no afectar tanto, y me dijeron, bueno compañero, a la mitad su sueldo de diputado. 

¿Y cuando fue ministro pasó lo mismo?

Claro, ni vi mi sueldo de ministro, pasaba directamente a manos de Américo Zorilla o de la Comisión de Finanzas del partido. No era sólo el caso mío, era la situación de todos.

¿Cuál fue el momento más tenso, más amargo, que usted vivió como Ministro de Economía?

La verdad, lo que vino inmediatamente después del golpe de Estado. No es que me sorprendiera, yo estaba convencido de que venía un golpe, que lo estaban preparando desde el triunfo mismo de Allende, si no era vox populi, estaba en conocimiento de mucha gente. Fui uno de los que advirtió mucho lo que venía y cómo teníamos que estar preparados, incluso ver lo de autodefensa, en lo cual no muchos se metían, yo no era especialista, pero sentía que debíamos preocuparnos de eso o estábamos fregados. Ahí empezaron las primeras discusiones en el partido. 

¿Hubo momentos en que sintió satisfacción, alegría, en esa gestión de ministro?

Hubo muchas satisfacciones. Tuvimos varios logros en beneficio de la gente. Nos habíamos propuesto como Gobierno, por ejemplo, reforzar todo lo agrícola, y en 1973 queríamos avanzar hacia las metas que se habían considerado para expropiar los latifundios y apoyar con muchas medidas a los campesinos. Todo eso se cumplió. A tal punto que se lograron las cifras propuestas y que se necesitaban sobre agricultura, se cumplieron las cifras de cosecha, a fines de 1973 y en 1974, cuando ya no estábamos en el Gobierno, fue resultado de lo que hicimos. Eso fue de acuerdo a los datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y otros organismos internacionales. Aumentó la producción agrícola después de tres años con muchos líos, y eso garantizó alimento para el pueblo. Eso fue una gran satisfacción. También fue satisfactorio que pese a todo garantizamos abastecimiento para el pueblo, que tuviera acceso a los alimentos.

“Estaba informado de que ese día sería el golpe”

¿Qué pasaba en su entorno familiar?

No nos veíamos, simplemente. Cuando más estábamos juntos era en la noche, o en la mañana muy temprano. Cada uno sabía lo que tenía que hacer, sin necesidad de mayores encuentros. El día del golpe Xenia cerró la casa y se fue a vivir con su padre y su madre, por suerte tenía donde alojar, con nuestra hija y nuestros hijos. 

¿Ella dónde trabajaba?

En Vía Mundi, una agencia de turismo que creó un amigo del partido y que después pasó a ser el partido el responsable de esa agencia. Le fue muy bien a esa agencia, fue un éxito de lo que se llamó en ese tiempo “turismo receptivo”, porque cuando se hablaba de turismo se hablaba de salida de chilenos hacia el exterior, pero se planteó captar gente de fuera interesada en visitar Chile, ese era el “turismo receptivo”. Mucha gente quería venir a ver qué pasaba en Chile, gente interesada políticamente, socialmente, éramos un país estrella en cierto modo.

¿Cómo fue el martes 11 de septiembre de 1973 para usted?

Me levanté más temprano que de costumbre, me llegó a buscar el chofer del Ministerio, y me llevó al local del partido. Ya estaba informado de que ese día sería el golpe, me llamó el doctor Alfredo Jadresic, que era secretario general de la Universidad de Chile, me llamó el día anterior a las 12 de la noche. Yo tenía un lugar donde pasar los primeros días, pero ocurrió que cuando me informé de si corría el ofrecimiento de esa casa para quedarme, resulta que no, el dueño de casa mandó a decir que no fuera porque estaban registrando casa por casa donde él vivía. Él vivía al lado de la casa del padre de los Gómez López (José y Mario, destacados periodistas), por la comuna Estación Central. 

¿Y qué hizo?

Me entregué a los compañeros del Comunal del partido, para ellos fue una novedad que tuviera que pedirles un lugar para quedarme y rápidamente, por lo menos por esa noche, me alojé en un cité donde vivía un compañero con su familia. Dormí en el suelo toda la noche. Al segundo día me ubicaron otro lugar, muy grato pero muy poco seguro, porque era la casa de una familia comunista, conocida en el barrio, los hijos mayores eran estudiantes universitarios de la Jota (Juventudes Comunistas). Me enteré que en el barrio había unas “momias” (mujeres de derecha), que tenían un almacén unas cuadras más allá de la casa y estaban observando todo. Hasta que llegó una patrulla de Carabineros, cinco días después, por el soplo de esas mujeres y me detuvieron. Yo tenía un carné falso, hubo un show un rato, pero al final los carabineros me llevaron a la Comisaría, con cierta rudeza. Ahí, a pedido mío, tuve un diálogo con el comisario, con el jefe de la Comisaría, él se portó bien, me sacaron del calabozo y me llevaron a su oficina, el tipo no era “momio” ni golpista, pero era oficial de Carabineros y tenía que dar cuenta, y le dijeron desde el Ministerio de Defensa que me llevara para allá. Creo que ahí tuve suerte. Me llevaron a la presencia del general Brady. Días antes del golpe había estado reunido conmigo y otras personas para ver los problemas de abastecimiento, e igual que con Allende, él conmigo tenía una relación cordial, amistosa, bueno, cuando creíamos que eran gente buena. Tuve suerte porque había otras posibilidades, una, el subterráneo donde mataron a varias personas, y otra era que me llevaran a quién sabe qué lugar. Yo le dije que no pedía mi libertad -aunque tenía todo el derecho- pero quería saber a dónde me llevarían. Creo que el general Brady no sabía qué hacer, no tenían resuelto, y dijo que al igual que los otros ministros me llevaran a la Escuela Militar, “de ahí en adelante no sé qué va a pasar”. Después vino la prisión en Dawson, el exilio en Venezuela.