Hace 35 años: La masacre de Corpus Christi

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La criminal “Operación Albania” a través de la cual agentes del Estado asesinaron a un grupo de jóvenes luchadores contra la dictadura cívico-militar. La reiteración de “No al olvido”.

Iván Ljubetic Vargas(*). Santiago. 16/06/2022.  La capacidad operativa mostrada por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en el intento de tiranicidio  llevado a cabo el 8 de septiembre de 1986, preocupó seriamente a los aparatos represivos de la dictadura. Conocedores que la plana mayor del FPMR se reuniría a comienzos de junio de 1987 en Santiago, los agentes de la tiranía vieron en ese evento la posibilidad de exterminar a los principales dirigentes del FPMR.

Identificación de Frentistas

Datos acumulados gracias a las torturas y la labor de algunos infiltrados, la CNI logró identificar a algunos de ellos.

A comienzos de 1987 iniciaron una tenaz labor de seguimientos y de colocar puntos fijos sobre dirigentes del FPMR  Así preparabas los esbirros de Pinochet lo que llamaron “Operación Albania”, masacre que perpetrarían el 15 y 16 de junio de 1987.

Uno de los  logros más importantes de los servicios represivos fue la identificación de José Joaquín Valenzuela Levi, quien había comandado el intento de tiranicidio con el nombre de “Ernesto”. En los registros de la CNI aparecía con el nombre de “Rapa Nui”, pues fue visto por primera vez saliendo de una vivienda en una calle con ese nombre.

El día de su muerte, el “Comandante Ernesto” fue detenido alrededor de las 16 horas cuando abandonaba una casa de seguridad en el Paradero 21 de Vicuña Mackenna, desde donde había salido en compañía de Ricardo Rivera Silva, quien también fue detenido. Valenzuela y su compañero solo levantaron sus manos y no opusieron resistencia al arresto. Posteriormente fueron trasladados al Cuartel Borgoño, donde ya había otros cinco Frentistas. A las 5 de la madrugada del día 16 de junio todos fueron conducidos a una casa abandonada de calle Pedro Donoso, en Recoleta, donde fueron ejecutados.

Ignacio Recaredo Valenzuela era conocido como “Chaqueta de cuero”, por la vestimenta que usaba al momento de su primera detección.

Ignacio Recaredo Valenzuela Pohorecky era seguido desde marzo de 1987. Destacado ingeniero y académico en la vida pública; en la privada, era uno de los seis más altos oficiales del Frente. De gran valentía había participado en el asalto a una armería y se había enfrentado a funcionarios de seguridad en varias ocasiones.

El 15 de junio de 1987,  desde las 6 de la mañana, agentes de la CNI lo esperaban afuera de su domicilio, en la remodelación San Borja. Abandonó su casa. Fue seguido durante horas. Alrededor del mediodía, agentes le dispararon en la calle Alhué, en Las Condes, desde un furgón a unos 25 metros de distancia. Recibió tres impactos, uno de ellos en el tórax, que le resultó mortal; otro en el glúteo y el tercero en el pie. Además, un árbol tras el cual  se refugió registró cuatro impactos y la casa por donde él iba pasando también evidenció balazos. Valenzuela estaba a escasos 30 metros de la casa de su madre, cuando fue interceptado.

La CNI informó que Valenzuela portaba una pistola y una granada. Pero  testigos presenciales afirmaron que no iba armado y que sólo atinó a darse vuelta, por lo cual le dispararon en un glúteo y en un pie. Los testigos señalaron que minutos antes de los hechos fueron advertidos de que iban a producirse disparos y que debían alejarse del lugar.

Ignacio Recaredo Valenzuela fue asesinado fríamente por los verdugos de la dictadura.

Ese mismo 15 de junio de 1987, seis horas más tarde, otro numeroso grupo de agentes estaba apostado en calle Varas Mena, en San Joaquín. Acechaban a Patricio Acosta Castro, un importante oficial del FPMR. Desde hacía una semana los agentes se desplazaban en automóviles.

Esa tarde, Patricio Acosta salió de su casa cerca de las 18 horas. Era estrechamente vigilado. Se dirigió hacia Santa Rosa.  A llegar a esa calle, se devolvió hacia su casa. Le salieron al paso unos agentes, encabezados por el capitán Zúñiga, quien le disparó, de improviso, a unos siete metros de distancia. Patricio Acosta cayó al suelo.

Según testimonios de testigos, la víctima cayó arrodillada. Entonces lo rodearon alrededor de ocho sujetos, entre ellos Zuñiga. Ya reducido, en vez de ser llevado a un centro asistencial, Acosta fue acribillado. El propio Zuñiga le disparó en la cabeza, mientras otro lo remató con una ráfaga de metralleta. Una vez muerto, un agente de la CNI le puso en sus manos un revólver y un gorro pasamontañas. En esa posición lo filmaron y le sacaron varias fotografías.

El enfrentamiento de calle Varas Mena

Esa misma noche del 15 de junio de1986, agentes de la policía civil llegaron hasta el inmueble de calle Varas Mena 417. Era  una de las casas, que la CNI decidió allanar, a las 23 horas de esa noche. Allí se produjo el primer y único enfrentamiento real.

La de Varas Mena 417  era utilizada como casa de seguridad y centro de instrucción del FPMR. Allí se encontraba  cerca de una docena de combatientes del  Frente. Hacía las veces de dueña de casa  Cecilia Valdés, que estaba acompañada de su hijo, de dos años. La supuesta pareja de Cecilia era el oficial del Frente Juan Waldemar Henríquez. Los que estaba en la casa ya sabían de la muerte de Ignacio Recaredo Valenzuela y también la de Patricio Acosta, a pocas cuadras del lugar.

Cerca de la medianoche la casa fue asaltada por los agentes. Se produjo un intenso tiroteo entre las fuerzas de seguridad y dos frentistas que cubrieron la retirada de sus compañeros desde el interior. Estos fueron Juan Waldemar Henríquez y Wilson Henríquez Gallegos.

Una decena de rodriguistas lograron  escapar en medio de la balacera. Desde los techos de la casa los dos frentistas encargados de la defensa del grupo respondían el ataque policial con sus armas. En un momento, la techumbre cedió y Juan Waldemar Henríquez, ingeniero de 28 años, cayó herido al interior de una vivienda vecina. Ingresaron los policías al inmueble. Juan Waldemar estaba tendido en el piso, sin ofrecer resistencia. Fue rematado por ráfagas de disparos en el mismo lugar. Algunos testigos señalaron que Henríquez se había rendido y que estaba con los brazos en alto cuando fue ultimado.

Wilson Henríquez,  fue rodeado por los agentes en el patio de otra casa, donde se había refugiado. En breves momentos fue apresado, golpeado, y luego fusilado. Su cuerpo, según el protocolo de autopsia, tenía 21 orificios de bala.

Entre los que escaparon por los techos de las casas vecinas, para luego ser capturados, se encontraban Cecilia Valdés, Santiago Montenegro y Héctor Figueroa. Este último era intensamente buscado por su participación en el  intento de tiranicidio en 1986.

Casi simultáneamente a los sucesos de Varas Mena, otro centenar de agentes y policías rodeó el departamento 213, del block 33 de la Villa Olímpica, en Ñuñoa.  Allí Julio Guerra Olivares, conocido al interior del Frente como “Guido”, arrendaba una pieza a Sonia Hinojosa. Estaba clandestino desde su participación como fusilero en el intento de tiranicidio contra Pinochet en septiembre de 1986.

Alrededor de la medianoche del 15 de junio de 1987, el agente de la CNI Iván Cifuentes forzó la puerta del departamento de Julio Guerra y lanzó  a su interior  una bomba lacrimógena. Mientras esperaba a que Guerra saliera, llegó otro del equipo represivo.

Entonces el agente Fernando Burgos, portando una máscara antigás, llegó hasta el baño del segundo piso. Allí encontró a Julio Guerra, a quien abatió de cuatro balazos. Posteriormente, el cuerpo fue rematado por otro agente y lo dejaron en el borde de una escalera.

La autopsia de Julio Guerra demostró que tenía disparos a corta distancia, siempre de arriba hacia abajo y de atrás hacia adelante. Dos de ellos en los ojos. Además se comprobó que el frentista no estaba armado.

Asesinatos en calle Pedro Donoso

El último capítulo de la llamada “Operación Albania” por la dictadura, se escribió en un abandonado inmueble de la calle Pedro Donoso Nº 582, en la comuna de Recoleta.

Hasta allí fueron llevados siete frentistas, detenidos en las horas previas y que estaban en los cuarteles de la CNI.

Ellos eran: José Joaquín Valenzuela Levi, el comandante “Ernesto”, Esther Cabrera Hinojoza, Ricardo Rivera Silva, Ricardo Silva Soto, Manuel Valencia Calderón, Elizabeth Escobar Mondaca y Patricia Quiroz Nilo.

La orden dada por el general Salas Wenzel fue eliminarlos.

El mayor Álvaro Corbalán le ordenó al agente Iván Quiroz que eligiera a cinco oficiales para que se hicieran responsables de juntar a su gente para llevar a cabo la eliminación de los siete detenidos.

La madrugada del 16 de junio de 1987, los detenidos fueron trasladados en caravana a la casa deshabitada de calle Pedro Donoso 582.

Según versiones de vecinos de la casa de calle Pedro Donoso las personas que esa noche llegaron detenidas estaban descalzas, con los brazos atados atrás de la espalda, amarrados y con la vista vendada.

Según la CNI, esa noche había cerca de un centenar de agentes, carabineros y detectives dentro y fuera de la casa. La orden para que los efectivos asignados a cada víctima percutasen sus armas se dio lanzando un ladrillo en el techo, mientras el resto de los agentes disparó al aire y gritó para dar a los vecinos la idea de un enfrentamiento. Alrededor de las 5.30, los siete frentistas fueron acribillados. Después, entró en acción el capitán Francisco Zúñiga, quien procedió a rematar a cada una de las víctimas.

En el primer dormitorio quedaron los cuerpos de Ricardo Rivera Silva, con cinco impactos recibidos a mediana distancia, y de José Joaquín Valenzuela Levi, con 16, efectuados a corta distancia.

En el primer pasillo fue muerto Manuel Valencia Calderón, con 14 disparos hechos desde unos tres metros, en ráfaga. Del informe balístico y de la autopsia se concluye que fue colocado al final de este pasillo, donde había una puerta abierta, y fusilado.

El cuerpo de Ester Cabrera Hinojosa, con cinco impactos de bala, fue encontrado en el interior de la cocina. En ese lugar no hay huellas de disparos. Del análisis de los peritajes se concluye que la víctima fue fusilada en un pasillo lateral y que, posteriormente, su cuerpo fue dejado en la cocina.

El cuerpo de Ricardo Silva Soto presentaba 10 impactos de bala. De acuerdo con los informes periciales, fue baleado dentro del segundo dormitorio y rematado en el suelo, según revelan varios impactos en el piso de la pieza. Un detalle significativo de que no hubo enfrentamientos es el hecho de que Ricardo Silva presentaba heridas de bala en las palmas de sus dos manos, en un intento instintivo de protegerse, desde el suelo, de las balas con que finalmente lo mataron.

Muy cerca del cuerpo de Ricardo Silva fue encontrado el de Elizabeth Escobar Mondaca, con 13 impactos de bala, 10 de los cuales fueron efectuados a muy corta distancia, según la autopsia. La joven, igual que Ricardo Silva, fue baleada primero dentro del segundo dormitorio y, posteriormente, rematada a menos de un metro de distancia, con varias ráfagas, contra un muro de una habitación deshabitada. El cuerpo de Patricia Quiroz Nilo apareció al fondo del extenso pasillo interior de la casa de Pedro Donoso y presentaba 11 impactos de bala.

Un policía que estuvo en todos los lugares donde murieron las personas en la Operación Albania, declaró en el proceso que todos los sitios del suceso estaban profundamente alterados y que al llegar a ellos los impactos de bala en los muros habían sido removidos. También declaró que “todas las armas de las víctimas estaban colocadas en la mano izquierda”.

El proceso Nº39.122-87

Estos hechos fueron investigados en el proceso judicial rol N.º 39.122-87.

El 28 de enero de 2005 el ministro en visita Hugo Dolmestch condenó en primera instancia a cadena perpetua al ex director de la CNI Hugo Salas Wenzel, por los asesinatos cometidos en el marco de la llamada Operación Albania. Asimismo, sentenció a quince años de prisión al ex jefe operativo de ese disuelto organismo Álvaro Corbalán, y a diez años al ex oficial de Carabineros Iván Quiroz, quien fue pieza clave de esta operación. Este último permaneció prófugo de la justicia desde el momento de conocerse el fallo de última instancia, en septiembre de 2007, siendo apresado por la policía el día 23 de enero de 2008 en Concepción, e ingresado al día siguiente en la Cárcel de Punta Peuco.

En el fallo dictado por el ministro en visita se señaló que Salas Wenzel fue condenado a la pena de presidio perpetuo como coautor de los delitos de homicidio simple  de los doce frentistas asesinados en junio de 1987.

NO al olvido

La dictadura fascista fue un régimen en que junto a los militares, estuvieron muchos civiles. Ocuparon cargos decisivos en el Gobierno: Ministros, asesores, etc. No pocos de ellos están ahora en el Gobierno de Piñera y en el Parlamento. Han pasado piola. Jamás han enfrentado un juicio. Se visten con ropaje democráticos. Son de la UDI y no sólo de ahí.

Ellos, con todo cinismo se atreven a hablar contra los comunistas, contra la ejemplar democracia venezolana, contra  la Cuba heroica, se lanzan contra los exonerados políticos y todas las víctimas de la dictadura.

No podemos olvidar crímenes tan terribles como los perpetrados en junio de 1987 ni a los asesinos y sus cómplices.

Recordemos a los doce héroes masacrados por luchar contra la tiranía y por la democracia.

Y, en su homenaje, continuemos sin claudicar la lucha de clases, castiguemos a la derecha que tiene una historia manchada con sangre patriota.

(*) Iván Ljubetic Vargas, historiador, integrante del Centro de Extensión e Investigación “Luis Emilio Recabarren” (CEILER).