EL EDITORIAL. Endurecimiento y activación de líneas conservadoras

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Hoy, como ayer, hay una legítima disputa del modelo de país y de sociedad al que se aspira. Y es en ese marco que se desata una ofensiva conservadora y autoritaria para intentar imponer su proyecto y sus intereses. En eso no puede haber engaño.

“El “Siglo”. El Editorial. Santiago. 3/8/2023. Echar un vistazo a episodios de los últimos días, permite constatar lo acertado de quienes plantearon que el país está asistiendo a un intento de regresión conservadora y autoritaria.

Protagonistas tangibles de aquello -por sus declaraciones y actuaciones- son partidos políticos de derecha y extrema derecha, sus dirigentes y legisladores, medios de prensa afines a esas posturas y gremios empresariales e intelectuales que comparten posturas contra-transformadoras y conservadoras.

Sólo por mencionar algunas situaciones, desde relatos, declaraciones y editoriales se observa una ofensiva para calificar de “endurecimiento” las denuncias de violaciones a los derechos humanos y actos autoritarios de la dictadura, se alaban los cuestionamientos a la revuelta social de 2019, se colocan cortapisas a las reformas sociales del Gobierno, se orquestan operaciones para pedir renuncias de ministros, se levantan posturas obstruccionistas frente a prácticamente toda la gestión de Gobierno, se repiten calificaciones de “extremistas” a las posturas transformadoras, se instalan confusiones y supuestos “planes” u “operaciones” en torno de hechos como el robo de computadores apuntando a autoridades, y se aspira a dejar en el área del análisis y “la objetividad” sucesos como un golpe de Estado que derrocó a un Gobierno electo democráticamente.

Junto a eso, se constatan desde esos actores, omisiones respecto a situaciones de impunidad, desigualdad, violaciones a derechos civiles y humanos, inequidades, sumado a actos violentos, expresiones groseras y clasistas, descalificaciones a la diversidad, emanado sobre todo de grupos de ultraderecha.

Todo eso en formatos que aparentan seriedad, excelencia y veracidad, cuando en realidad se trata de una ofensiva política, ideológica y comunicacional para reforzar posturas conservadoras, contra-transformadoras, anticomunistas, obsecuentes con el golpe de Estado y partidarias del orden autoritario que por décadas defienden la derecha política, los gremios empresariales, medios afines e intelectuales conservadores, lo que está documentado en estudios, ensayos, medios de comunicación y diversas declaraciones.

Nadie podría desconocer que ese endurecimiento y activación de lineamientos conservadores se produce en medio de serios problemas de gestión y políticos que atraviesan al Gobierno, y situaciones complicadas y adversas en el campo del oficialismo. Sin olvidar que, junto a eso, la actual administración y los partidos que la respaldan, tienen variedad de datos, hechos y antecedentes de avances, logros y beneficios para la ciudadanía en diversidad de materias, y que pueden mostrar un itinerario de disposición al diálogo y el acuerdo.

Como sea, los errores, omisiones o déficit no deben, como ocurrió e inicios de los setenta del siglo pasado, justificar o potenciar actitudes agresivas, antidemocráticas, difamadoras, desestabilizadoras, tergiversadoras y destructivas. Y mucho de eso se está viendo en estos días desde la oposición y quienes la apoyan, incluyendo actos de grupos de ultraderecha.

Como se ha repetido, las debilidades en el funcionamiento democrático e institucional se superan con más democracia y mejor institucionalidad, no con menos, ni peor. 

En todo caso, la ciudadanía no puede esperar que, por ejemplo, los sectores políticos, empresariales y de prensa que respaldaron un golpe de Estado hoy se retraigan de aquello. Tampoco se puede aspirar a que gremios empresariales y grupos financieros busquen cambiar distorsiones e inequidades en el sistema de pensiones y redistribución de la riqueza. Menos esperar que fuerzas conservadoras y de extrema derecha tengan una postura de respeto, diálogo y consideración ante los programas y planteamientos transformadores y progresistas, como se ve en el Consejo Constitucional y en el Congreso. 

Históricamente, los sectores conservadores, en el ámbito político, social, comunicacional, económico, de orden e ideológico, han desatado todos sus recursos para frenar y abortar procesos progresistas de cambio, realizados en marcos democráticos e institucionales, recurriendo a todo tipo de armas, como obtener recursos financieros del extranjero, incitar a las Fuerzas Armadas y Carabineros a dar un golpe de Estado, relativizar y negar violaciones a los derechos humanos, plantear la no exposición de sucesos dramáticos en la historia nacional y desacreditar y estigmatizar a sus oponentes.

Hoy, como ayer, hay una legítima disputa del modelo de país y de sociedad al que se aspira. Y es en ese marco que se desata una ofensiva conservadora y autoritaria para intentar imponer su proyecto y sus intereses. En eso no puede haber engaño.