Violencia en escuelas: “Tenemos marcos normativos que están debilitados”

Compartir

“Hay que trabajar con los jóvenes, crear nuevas formas de convivencia, y que las escuelas empiecen a desarrollar nuevas formas de marcos normativos, nuevas formas de relación” aseveró en entrevista Rodrigo Rojas Andrade, director del Centro de Salud Mental en Comunidades Educativas de la Universidad Academia Humanismo Cristiano (UAHC). Enfatizó que ante distintos fenómenos de violencias y agresiones, hay que “promover cultura de la salud mental y del bienestar”, sin dejar de advertir que en Chile “estamos en una cultura donde las relaciones y las estructuras son violentas”, junto a una crisis de salud mental.

Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 15/04/2022. Hemos conocido distintos episodios de violencia en colegios, de amenazas de masacres, de golpizas y peleas muy violentas. ¿Esto es nuevo, a qué obedece, en qué marco sucede esto?

Me parece que lo primero es diferenciar conceptos, creo que hoy se están confundiendo ciertas cosas en la opinión pública. Una cosa es la violencia, que tendrá como definición la intención de dañar a otros, y que se desarrolla en una relación asimétrica entre las partes, en que una persona realiza acciones con la intención de dañar a otros. Por otro lado están los comportamientos agresivos, que son respuestas con carga alta y que son una manera de reaccionar y resolver ciertos conflictos. Ambas situaciones han existido siempre en los colegios, no son algo nuevo. Cuando hablamos de las violencias que ocurren dentro de los colegios, vamos a tener violencia de baja intensidad, que puede ser el bullying que ocurre habitualmente, la violencia de profesores contra estudiantes cuando hay expresiones discriminadoras, por ejemplo; está la violencia de los estudiantes en contra de los profesores, recordemos esos episodios donde los docentes se sentían violentados tanto por los alumnos como por los familiares de éstos. Por otro lado, tenemos la acción agresiva, donde hay un conflicto donde se levanta la voz, hay garabatos, hay golpes. Y claro, esa violencia que se vio en estas semanas…

…Están esas situaciones que señala, pero en este par de meses se vio a una escolar con un cuchillo en la mano, hubo al menos dos amenazas de masacre en colegios, golpizas brutales, disparos…

Sí, pero hay que explicar algunas cosas. El Ministerio de Educación (Mineduc) comenzó a abordar esto de la violencia escolar con base a instalar mediación de conflictos, con programas destinados a que los estudiantes puedan tener respuestas asertivas en vez de respuestas agresivas. También programas asociados a violencia, donde lo importante es la concientización, el elemento de la empatía, la denuncia. Pero efectivamente hay otros comportamientos que tú señalas, de alta intensidad, de violencia, dentro de lo que se pueden ubicar las masacres, los tiroteos, que todavía no lo vemos en Chile, como sí en Estados Unidos. Y ahí aparecen otras distinciones asociadas a reacciones de personas que vivieron situaciones altamente violentas y que reaccionan con violencia hacia otros. Cuando nos preocupó el bullying, nos preocupó porque las víctimas se suicidaban, ese era un camino de respuesta. Pero otro camino era generar masacres contra el resto. Ahí vemos cómo esa violencia de baja intensidad, esa que ocurre de manera cotidiana y habitual, que pasa desapercibida, salta a violencia de alta intensidad. Hay otro comportamiento, que nos debe preocupar, que es más delictivo, disruptivo, que tiene que ver con romper las normas, las reglas. Y hoy, teniendo en cuenta todos estos elementos, es que están ocurriendo simultáneamente todas estas situaciones.

Una forma simple o reduccionista de decirlo o verlo, que me parece que es donde han caído algunas personas, es que lo que estamos viendo de violencia en colegios es efecto de salud mental producto de las cuarentenas y de confinamiento. Otros dicen que lo que está pasando es que a los adolescentes les falta desarrollo de habilidades, regulación, desarrollo de la empatía.

Pero al mirar todo junto, uno se pregunta qué hace que hoy estemos viendo todo esto. Y tenemos que tomar una mirada compleja. Primero, que a nivel social existe un debilitamiento de los marcos normativos en los adolescentes que, bueno, permitió que saltaran los torniquetes (del Metro, en protesta por el alza de precios en los pasajes). Empezamos a ver cuestionamientos a la disciplina, a la policía, a la justicia. Segundo, estamos ante una situación de estrés, la vuelta a la vida cotidiana después de las restricciones de la pandemia genera un proceso de adaptación y eso puede observarse en comportamientos que van desde el cansancio hasta una irritabilidad alta, con acciones agresivas.

Ahora, frente a este tema de violencia de alta intensidad, de amenazas graves, la pregunta es si lo vamos a tomar desde un punto de vista individual o lo vamos a mirar desde un punto de vista más psicosocial. En esto también debemos volver a preguntarnos sobre los procesos culturales, y podemos decir que estamos en una cultura donde las relaciones son violentas, y donde las estructuras son violentas.

¿Encuentra entonces en esos factores que señala las explicaciones a los episodios de violencia en escuelas y estudiantes, y no a las cuarentenas, la no ida a clases presenciales, los confinamientos?

Sí, porque el no ir a clases, la cuarentena, lo que genera más bien son procesos de estrés y respuestas al estrés, donde las más comunes son el agotamiento y la irritabilidad. Estamos más propensos a reaccionar de manera agresiva, a reaccionar de manera poco empática, a observar al otro desde una distancia. Eso genera el estrés. Pero las reacciones de violencia, es más bien porque el contexto social lo permite. Uno puede estar agotado, irritado, pero va a mantener a raya el comportamiento violento. Pero socialmente es más amplio ese contexto que permite que el estrés se transforme en violencia. Te diría que son los factores en conjunto, no es ni uno ni otro separados, todo afecta.

¿Cómo opera el sector socioeconómico, que el joven o estudiante pertenezca a un sector socioeconómico pobre, que viva en una población, en un sector popular, o que sea un sector económicamente alto, que viva en una zona urbana de altos ingresos?

Uno puede pensar que se distribuye de una manera, pero sólo si lo abordamos de manera general. Porque la violencia puede ser física, emocional, social y la agresión también puede ser física, verbal, social. Tal vez lo que estamos observando es que en los territorios socialmente más desfavorecidos vemos respuestas más visibles, hay golpes, sacamos la cuchilla, y ponemos el ojo en eso, pero en los barrios económicos más favorecidos la investigación demuestra que también existe violencia, y quizá menos visible. Recuerda que, por ejemplo, en un momento que se habló fuerte de bullying fue por los hechos que ocurrieron en el Nido de Águilas, por hechos en la Alianza Francesa, ahí fue violencia, aunque no vimos golpes, vimos la consecuencia de una violencia bien invisible. Uno puede equivocarse al decir que es más violento el barrio pobre que el barrio alto. Lo que tenemos es que en el barrio pobre hay una agresión más aceptada y más validada como comportamiento, que en los barrios de altos ingresos, donde la regla social se cumple más, al menos en lo visible.

Mira, cuando uno pone el ojo sólo en la agresión física, está dejando de lado todo lo demás en cuanto a comportamientos y violencia, que hoy es muy importante. Hablo del acoso, del abuso, el rechazo, la “ley del hielo”, compartir fotos privadas, agresión verbal, el aislamiento de grupos, elementos que son más invisibles y que están presentes.

Salud mental, medidas y el factor cultural

Frente a lo que ha estado ocurriendo, ¿cuál es su opinión de la estrategia que planteó el Mineduc, y que en el Parlamento se constituyera una bancada de salud mental?

Alabo todas esas iniciativas, porque tiene que ver con ir reconociendo la importancia de la salud mental en las escuelas, tomar actitudes y medidas preventivas, cómo somos capaces de promover culturas escolares del cuidado, cómo somos capaces de promover la resiliencia, de generar culturas de inclusión de personas con trastornos mentales, por ejemplo. Más que mirar la escuela como un dispositivo clínico, la escuela es un lugar donde se debiese promover esa cultura de la salud mental y del bienestar. Por eso me parece muy correcto cuando el Mineduc dice que lo que van a trabajar es el bienestar y la tolerancia escolar. La convivencia colectiva es el resultado de la salud mental de cada una y cada uno y eso está influido por la manera en que nos relacionamos en la escuela, cómo resolvemos los conflictos en la escuela. Trabajar la salud mental en las escuelas es una inversión a largo plazo, no podemos olvidar que tenemos un país con una crisis de salud mental. Tenemos altísimas malas cifras de salud mental en la infancia, la adolescencia, la adultez, en todos los sectores los niveles negativos de salud mental están elevados. Y tenemos que ver qué haremos con eso.

Fíjate, en el escudo nacional está escrito “Por la Razón o la Fuerza”, y cuando tú emblema de país dice eso, ya estás abriendo la puerta a la violencia, a la fuerza, a la agresión como la manera de abordar situaciones. Me parece correcto, en este contexto, que el Gobierno esté generando espacios de diálogos, creo que ése es el camino. Cómo somos capaces de transformar un marco normativo que permite que la violencia se valide, se normalice, y lo cambiamos por maneras de lógicas de resolver los conflictos conversando, con una cultura que nos permita cuidarnos. En eso es importante que confiemos en los otros, si yo no confío en ti, no dejaré que me cuides. Hay que hacer un cambio ahí también.

Capaz que tengamos que repensar las formas en relacionarnos entre nosotros, y eso incluye a los jóvenes, a los estudiantes. Porque las intervenciones en las escuelas de repente son bien sistémicas, y creo que debemos pensar en esas nuevas formas, y qué se hace realmente para modificar una situación que nos permita cambiar esto de las violencias. Esa es la pregunta que tenemos. En el mundo hay muchos programas, y que resolvieron temas de violencia y de convivencia, está la evidencia, y en Chile se implementa uno, “Habilidades para la vida”, y bien implementados pueden dar resultados. Yo creo que, por ejemplo, son urgentes programas de salud mental escolar.

Cambiar el marco normativo en las escuelas

Hay un tema Rodrigo. Lo que ve, lee y escucha la opinión pública a través de los medios de comunicación de gran alcance. Qué decirle, de manera concreta, a la población que mira episodios en la televisión, los lee en la prensa, los escucha en las radios, y ven los golpes, los cuchillos, las peleas, las amenazas. Y surge una percepción que lleva a apelar a medias represivas, disciplinarias, culpar a los padres y las madres, que falta autoridad en los colegios. ¿Qué decirle a la gente, cómo plantearlo comunicacionalmente?

Es que todas esas ideas que señalas, están apuntando a consolidar un marco normativo más estricto, que se ha debilitado. Todo eso que dice la gente, es que la gente quiere un marco normativo de las escuelas que vuelva a ser un poco más sólido. Hay gente que busca que todo sea más estricto, que los papás pongan más normas, que haya más sanciones, y eso es cierto. Si tuviéramos un marco normativo más estricto, más rígido, quizá no ocurrirían los episodios que hemos visto, pero la violencia o la agresión ocurrirían de otra forma. Tenemos que construir un marco normativo donde la violencia y la agresión no sean una opción, porque tenemos marcos normativos que están debilitados. Pero para eso hay que trabajar con los jóvenes, con las personas, hay que crear nuevas formas de convivencia, y que las escuelas empiecen a desarrollar nuevas formas de marcos normativos, nuevas formas de relación. Es algo que el Ministerio de Educación promueve, que el reglamento interno de las escuelas debe ser conversado con los estudiantes, hay que generar jornadas discusión respecto a cuáles van a ser los límites y las normas.

Pero al mismo tiempo, hay que realizar acciones que permitan que el país supere esta crisis de salud mental, porque eso nos involucra a todas y todos.

Ahí las respuestas no dependen sólo del Gobierno o del Mineduc.

Claro, porque hay otros sectores. Pero cuando hablamos de salud mental en la escuela, la respuesta debe estar en la escuela. Es el marco normativo de la escuela el que debe volverse más firme, más efectivo. Y dentro de las escuelas tenemos que instalar dispositivos  y programas que permitan ayudar a todas las personas, tanto estudiantes como docentes, familias, que se ven afectados por hechos de alto potencial traumático, eso es muy importante. Por ejemplo, pensemos cuántos niños y niñas perdieron familiares por la pandemia del Covid-19, cuántos profesores perdieron familiares, cómo les afectaron enfermedades, afectaciones a mamás, abuelas, padres, tías. Hay que evaluar los efectos de experiencias especialmente traumáticas. Piensa que llevamos tres años con experiencias de alto potencial traumático, el estallido social, la pandemia, la crisis social. Y la manera de reaccionar ante eso puede llevar a romper marcos normativos y marcos rígidos. Las agresiones que estamos viendo, la violencia, las amenazas, pueden estar en ese contexto.

(El Siglo es Soberanía Informativa. Información para el Conocimiento. Por ello es generador de contenidos que contribuyen al análisis, el debate, la profundización temática)