Sobre el libro de Carrizal escrito por Guillermo Teillier

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La operación del ingreso ilegal de armas a través de la desconocida caleta nortina, ocupa un lugar predilecto en la historia de los y las revolucionarias chilenas. A través del libro de Teillier, tenemos la oportunidad de conocer una versión novelada de los hechos por parte de unos los protagonistas del ingreso ilegal de armas en 1986.

Rolando Álvarez. Historiador. Santiago. 1/2024. La historia del Partido Comunista de Chile durante la dictadura militar es un período que ha concitado la atención de muchos especialistas de las ciencias sociales y por la ciudadanía interesada en la historia política reciente de Chile.

El hecho fundamental y controversial que provoca el interés por esta etapa de la larga historia del comunismo chileno, radica en explicar cómo fue posible que el PC chileno implementara formas de lucha armada contra la dictadura.

La extrañeza que generó esta opción se basa en que el PC fue un actor fundamental de la denominada “Vía Chilena al Socialismo”, que tuvo su punto de mayor desarrollo durante los mil días del Gobierno popular liderado por Salvador Allende. Esta ruta, que rescataba lo que el líder comunista italiano Palmiro Togliatti había denominado como las “vías nacionales” para construir el socialismo, fue conceptualizado en 1965 por los comunistas chilenos como “vía no-armada”. Es decir, junto con la participación electoral, el PC sumaba la lucha de masas del pueblo, expresada en huelgas, tomas de terreno y movilización social en general. Lo que sí quedaba de plano descartado, era la guerra civil en algunas de sus expresiones (huelga insurreccional, guerra de guerrillas, constitución de un ejército popular). La idea, como dijo alguna vez en ese tiempo Volodia Teitelboim, era que Chile, a diferencia de otros casos, se ahorraría el “charco de sangre” de una guerra para construir la nueva sociedad.

De esta manera, la gran novedad histórica que implicaba la “vía chilena” era la de construir un modelo alternativo al capitalismo, fundiendo en un mismo momento histórico socialismo y democracia, evitando una fase represiva y dictatorial, como había ocurrido en otras experiencias revolucionarias durante el siglo XX. En este contexto, el PC había sido una colectividad que se jugó en cuerpo y alma por esta vía revolucionaria, convirtiéndose en un gran aliado del presidente Allende, principal símbolo de la “vía chilena”.

En este contexto, la década de los años 80 tiene mucho de particularidad y excepcionalidad en la centenaria historia del comunismo chileno. En esta época, se llevó a cabo la compleja tarea de crear un aparato militar al interior de la estructura orgánica del Partido y la Juventud Comunista. Este tenía que tener la capacidad de estar a la altura política y militar para cumplir los planes estratégicos del PC, consistente en el derrocamiento del dictador Pinochet. Dentro de este gigantesco esfuerzo político, organizativo y logístico, la operación del ingreso ilegal de armas a través de la desconocida caleta nortina de Carrizal Bajo, ocupa un lugar predilecto en la historia de los y las revolucionarias chilenas. Sobre tamaño esfuerzo, que implicó la participación colectiva de centenares de personas involucradas directa o indirectamente en esta tarea, constituyó un acontecimiento crucial en la historia reciente de Chile. Independientemente de la valoración que se tenga sobre esta operación militar, sea o no favorable, su realización y posterior hallazgo, fue parte importante del curso que siguió la historia política de Chile en aquella época.

A través del libro de Guillermo Teillier “Carrizal o el año decisivo”, tenemos la oportunidad de conocer una versión novelada de los hechos por parte de unos los protagonistas del ingreso ilegal de armas en 1986.

El compañero Teillier era oriundo de la zona sur del país. Ingresó a la Juventud Comunista a fines de la década de 1950 y formó parte de su Comité Central. Ya en el partido, fue secretario del Comité Regional de Valdivia, responsabilidad que ocupaba en el momento del golpe de Estado de 1973. Como se sabe, Guillermo fue detenido por las fuerzas represivas de la dictadura en junio de 1974. Luego de una prolongada experiencia en las mazmorras de la dictadura, que narró en su novela “De academias y subterráneos”, se reincorporó a las tareas de la dirección clandestina, gracias a su contacto con el compañero Vivanco, quien muriera de cáncer durante su exilio en Moscú. Así, en 1977, luego de la represión que descabezó las direcciones clandestinas lideradas por Víctor Díaz y Fernando Ortiz Letelier, el compañero Guillermo (o “José” en la documentación de la dirección clandestina), junto a Nicasio Farías (“Héctor”) y Crifé Cid (“Mariana”), lograron dar continuidad a la precaria conducción partidaria. Prepararon el camino para la exitosa inserción de cuadros de dirección provenientes del extranjero, quien encabezados por Gladys Marín, constituyeron el Equipo de Dirección Interior (EDI) del PC. Teillier se incorporó a esta labor. De esta manera, hacia 1982 se le asignó la fundamental tarea de ser el encargado de la Comisión Militar del partido, a nombre de la dirección partidaria. En esa calidad, Guillermo conoció mucho de los entretelones del ingreso de armas por Carrizal, ocurrido a mediados del año 1986.

La primera versión de este trabajo lo conocimos a modo de entregas semanales en El Siglo a mediados de la década de 1990. Como es fácil comprender, aquellos años eran particularmente difíciles para el partido y la Juventud Comunista. Solo unos pocos años antes, se había producido la peor crisis de su historia, lo que se tradujo en la masiva desafección de muchísimos militantes. La crisis era existencial, porque muchos se preguntaban sobre la viabilidad de que en el mundo siguieran existiendo colectividades con el nombre de “Comunista”. Además, en el plano local, abundaban las críticas por el hecho que el PC no se hubiera incorporado a la Concertación, que gobernaba el país desde 1990. Y más aún, por haberse declarado opositores a esta desde octubre de 1991. Es por ello que la primera valoración que se puede hacer de esta historia novelada del denominado “caso arsenales”, es la reivindicación del camino por el cual optó el PC para luchar contra la dictadura, en un momento histórico especialmente adverso para las ideas de cambio y transformación radical de la sociedad. En el momento que Guillermo Teillier decidió publicar esta novela, lo políticamente correcto era retractarse de toda radicalidad y arriar las banderas. La invitación epocal era a arrepentirse y abjurar de lo hecho, parafraseando El Necio, esa conocida canción de Silvio Rodríguez, que el cantante cubano lanzó en esa misma época. Por el contrario, Guillermo -en tanto integrante de la dirección del Partido Comunista en ese entonces- optó por reivindicar el camino recorrido. Defender la hipótesis que la recuperación de la democracia no fue hecha con un lápiz, como dijo el recordado titular del Fortín Mapocho en 1988, sino que a través de todas las formas de lucha, incluida las que adoptaron modalidades armadas. Para decirlo en forma precisa y resumida, esta es la idea fundamental del libro que estamos comentando.

En efecto, en uno de los pasajes más atrayentes de la novela, “Camilo”, uno de los personajes que recrea Guillermo en el libro, señala esta idea. Para él, el ingreso de armas a Chile tenía una implicancia político-militar con alcances geopolíticos, que podía mover la aguja hacia la recuperación de la democracia en Chile de varias maneras, el objetivo estratégico de fondo detrás de la operación. Si esta era exitosa, dice “Camilo”, colaboraría en una hipotética sublevación nacional que podría derribar al dictador. En sentido contrario, si el audaz ingreso de armas era descubierto, y solo se lograba una salida política pactada -como realmente ocurrió- “Camilo” estimaba que dada su magnitud, podría provocar el cambio de actitud de Estados Unidos hacia Pinochet, y promover una salida democrática para Chile, que restara el poder total a Pinochet. No sería salida la ideal, pero sería una salida al fin y al cabo. En base a lo anterior, es posible afirmar que el planteamiento central de libro es que el “caso arsenales” (podríamos decir que unido al atentado al tirano ocurrido un mes después de descubierto el ingreso de armas), fue un factor decisivo para la recuperación de la democracia en Chile y el desplazamiento parcial de Pinochet del poder.

La cultura política comunista chilena era muy reacia a ventilar de manera pública sus diferencias. Las disidencias eran anatemizadas y la tendencia, como en general lo intentaban los partidos comunistas a lo largo del mundo, era intentar tener una militancia cohesionada. Para decirlo con mayor claridad, la unidad interna era (y es), uno de los valores más preciados por la colectividad de la hoz y el martillo chilena. Sin embargo, esta novela no rehúye reconocer las polémicas internas del PC durante la década de 1980. Como decíamos, este libro fue escrito en momentos de crisis mundial y local del movimiento comunista internacional. En 1990 un alto y valioso contingente de nuevos y antiguos militantes comunistas ventilaron de manera muy pública sus diferencias con la dirección partidaria. Los medios de comunicación de la derecha dieron amplia cabida a estas voces. Estas críticas se concentraban contra el supuesto carácter autoritario de la dirección (estalinismo era el concepto que se usaba) y, asociado a esto, el carácter ultrista de la política contra la dictadura (militarista, se decía). Supuestamente esta se alejaba del tronco histórico de la línea política del PC, tradicionalmente amplia y partidaria de la unidad más amplia, incluida las fuerzas de centro más progresista. Acciones como el “caso arsenales”, solo impedían la unidad y restaban fuerza al proceso de recuperación democrática, se decía, ligando sus planteamientos a los de la Concertación.

Frente a esto, la novela de Guillermo Teillier reconoce que el proceso de conformación de la “Política de Rebelión Popular de Masas” fue áspero y plagado de contradicciones que nunca terminaron de resolverse al interior incluso de la Comisión Política del partido. Son varias las alusiones que hace el libro a estas diferencias. La primera alusión aparece cuando se referencia el inicio de “La Tarea Militar” del PC en Cuba, que data del 19 de abril de 1975, cuando casi 50 jóvenes militantes de las Juventudes Comunistas ingresaron a las academias militares cubanas para formarse como oficiales de Ejército. Al respecto, es sintomático que nuestro autor señale que esta comenzó sin un diseño político previo. ¿Cuál sería el papel de estos jóvenes una vez que se graduaran de las escuelas matrices cubanas? A pesar que después del golpe la cuestión militar fue ampliamente tratada en el exilio europeo (en Moscú, en Praga, en Berlín, en Leipzig) y que se consensuó en 1977 la existencia de un “vacío histórico”, en referencia a lo militar, se estaba muy lejos de establecer cómo estas definiciones estratégicas se definirían en el plan de lo táctico, en el plano de las acciones concretas. Estaba la voluntad de explorar la cuestión militar, en relación a la crítica denominada “desviaciones de derecha” del partido, pero todavía no había una política propiamente tal.

En segundo lugar, la novela de Teillier describe a través de las conversaciones de algunos de sus personajes, los meollos de la discusión en torno a los cambios en la línea del partido. Para decirlo en una línea, esta se traducía en cómo fundir en uno solo planteamiento (“hacer síntesis” en la jerga comunista), la tradición y la novedad. Es decir, cómo dar continuidad a la tradicional experiencia de lucha del PC, que se puede resumir en la denominación de “lucha de masas”. Es decir, la organización del tejido social amplio y unitario en el sindicato, en la población, en el centro de alumnos, en el centro cultural, en el club deportivo, el centro de madres, en los círculos universitarios, etc., con lo nuevo. Esto estaba representado desde las acciones audaces de propaganda y sabotaje más elementales e ingenuas (como las inocuas “planchatones”), hasta las acciones de elevada complejidad, como el ingreso de armas por Carrizal o el atentado al general Pinochet. El punto del debate era bicéfalo. Por un lado, el ingreso de la variable militar a la política del partido ¿era un cambio en el alma partidaria?, o más bien ¿era un simple complemento a la política del PC? Por otro lado, ¿qué significaban todas las formas de lucha?  El EDI encabezado por Gladys Marín, entre septiembre de 1980 y abril de 1981 elaboró la tesis de la Perspectiva Insurreccional de Masas (la PIM).  Para la dirección exterior, esto fue interpretado como una posición ultraizquierdista, razón por la cual en un pleno del CC celebrado en mayo de 1981 en la RDA, la tesis de la PIM fue rechazada. Como narra la novela que estamos comentando, se optó por una nueva síntesis, y así se arribó a la denominación de “Política de Rebelión Popular de Masas”. Como se puede apreciar, contiene una hipérbole, pues no se conforma con definir a la rebelión como “popular”, sino que se vio la necesidad de recalcar que los comunistas veían el fin de la dictadura como una movilización de cientos de miles o millones y no como una simple asonada.

Esto es importante para entender por qué el PC nunca comprendió su política como puramente de “lucha armada”, al estilo de las guerrillas de los años sesenta. El desarrollo de la lucha de masas era un aspecto consustancial, definitivo y fundamental para la recuperación de la democracia chilena. El PC tampoco concibió al Frente Patriótico como una vanguardia conspirativa que reemplazaba la voluntad del pueblo, como el modelo foquista de Regis Debray. Ni tampoco el PC pensó en una guerra popular en donde un ejército revolucionario se enfrentaría y eventualmente, derrotaría a las bien dotadas y organizadas Fuerzas Armadas chilenas.

El diseño final de la PRPM fue objeto de un duro debate al interior del Comité Central del Partido. Guillermo Teillier nos dice en su novela que algunos visualizaban la caída del régimen en base a una asonada como la del 2 de abril de 1957 contra el Gobierno del general Carlos Ibáñez del Campo. Sin embargo, se impuso una tesis político-militar más compleja conocida como la “sublevación nacional”. Para decirlo en breve, este diseño consistía en combinar la movilización callejera, con una paralización insurreccional de masas, que alterara por varios días la actividad del país, que aislara a Pinochet y lo obligara a renunciar. En este esquema, la fuerza militar propia, compuesto por el Frente Patriótico y las estructuras militares del PC y la Jota, a través del sabotaje de todo nivel y el enfrentamiento con la represión, serían un factor decisivo para lograr el éxito de la sublevación. El 2 y 3 de julio fue el momento más próximo a este esquema y pareció concretar lo que sería “el año decisivo” para terminar con la dictadura.  Los resultados del desarrollo de estas tesis políticas fueron evaluados de manera muy divergente en el Partido y la Juventud Comunista. Esta polémica dio forma a uno de los aspectos que originó la crisis partidaria a fines de 1989 y 1990.

Para finalizar, esta novela es una obra que su autor pensó que estuviera al alcance de todo público, lejana a cualquier barroquismo o rebuscamiento. Es muy recomendable para cualquier persona que tenga interés en conocer uno de los episodios más llamativos protagonizado por la izquierda chilena en el siglo XX. Cualquier persona, militante o no militante, que quiera conocer de primera fuente las razones que el Partido Comunista tuvo para desarrollar “todas las formas de lucha” contra la dictadura, debe leer este libro. Les aseguro que no se defraudará.

De manera póstuma, dedico esta modesta presentación a un revolucionario de dos siglos, Guillermo Teillier del Valle.