Pensamientos y palabras por Jorge Insunza Becker

Compartir

En torno de la presentación del libro “Escritos políticos e ideológicos” con textos del ex parlamentario, destacado dirigente del Partido Comunista y ex director del periódico El Siglo, hablaron su hijo, Jorge Insunza, el economista Manuel Riesco y el arquitecto Miguel Lawner. Sus análisis en torno de períodos decisivos para el país, su perfil de polemista, su creación política, su compromiso con las luchas populares y con su partido.

Equipo “El Siglo”. Santiago. 04/2022. Jorge Insunza Becker, ingeniero civil, ex parlamentario, destacado dirigente del Partido Comunista, ex director del periódico El Siglo y de la revista Principios, tuvo una sólida trayectoria como profesional, político, legislador y hombre ligado a diversas batallas intelectuales y sociales. Desde joven militante de las Juventudes Comunistas, dirigente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y miembro del PC donde integró durante muchos años su Comité Central y la dirección nacional. Siempre destacó por sus aportes intelectuales, su compromiso que incluyó cumplir tareas en la clandestinidad durante la dictadura, su pasión por su partido y labores como organizador.

Este mes se hizo una presentación del libro con textos de su autoría, bajo el título “Escritos políticos e ideológicos”, que sirvió para remarcar el legado de su ideario y su labor como militante comunista y de luchas democráticas. Un texto útil para antiguos militantes y necesario para las nuevas generaciones. En la actividad participaron su hijo, Jorge Insunza, ex parlamentario, el economista Manuel Riesco y el arquitecto Miguel Lawner. Los siguientes son los textos de sus intervenciones.

“El espíritu comunista calzaba con mi papá”. Jorge Insunza

Mi papá estaría emocionado de escuchar a Roxana y sentir el cariño de Miguel y Manuel. Él los quería mucho, en más de una ocasión me habló de ustedes con ese mismo afecto.

Yo voy a hablar muy corto, porque ya escribí harto en la presentación del libro.

En estas semanas, pensando qué decirles, recordé que cuando tenía 12 o 13 años escuché por primera vez la teoría freudiana de “matar al padre” y, en ese minuto, me pareció una soberana estupidez. Lo dije con un chilenismo que ustedes imaginarán. Yo quería tener a mi papá cerca, poder verlo, estar con él, y por lo tanto el solo hecho de escuchar ese concepto me resultaba desagradable.

Después, cuando comprendí más de qué se trataba, o más o menos, porque como metáfora nunca me gustó, tampoco me hizo sentido.

Pienso, más bien, que los hijos nunca superamos a nuestros padres. Esa idea no se me cruzaba por la mente, no aparecía entre mis sentimientos. Nunca sentí haber tenido una competencia con él, al contrario. Él tenía una grandeza que, simplemente, era parte de mí, de lo que me rodeaba. Tampoco era una imagen que quisiera dejar atrás. No necesitaba eso. Al contrario, tengo la suerte de que es un punto de referencia en la vida; y sé que lo es también para mis hermanas y hermanos. No es que diga “qué haría mi papá en este caso o frente a tal o cuál cosa”, sino que opera como un marco de valores que siento parte de mí.

Yo hice mi propio camino, como a algunos les consta y a varios aquí mismo no les gustó mucho que así fuera. Peleamos cómo debíamos pelear, como es natural que ocurra. Manejamos los vacíos de la distancia que tuvimos por la dictadura como pudimos hacerlo, con las limitaciones de cada uno. Y tuvimos las complicidades que la edad madura regala. O sea, la vida misma.

Mi tía Cecilia, que está aquí, siempre criticaba riéndose de que los papás no debíamos colocarle el mismo nombre a los hijos; qué cómo se nos ocurre hacer eso. Y yo le decía que para mí era una cláusula pre matrimonial que mi hijo se iba a llamar Jorge…y aquí está. Por suerte, Claudia siempre me aceptó esa idea.

Sinceramente, eso nunca lo viví como un peso o como un límite. Mi papá era una fuente de orgullo, por lo que él era, por cómo la gente que lo quería hablaba de él y, también, por cómo gente de derecha se refería a él con respeto y aprecio. Nada de eso afectaba mi libertad.

Pienso que ocurre algo distinto. Si algo hacemos los padres, es contagiar nuestras pasiones a nuestros hijos. A mí, mi papá me contagió su pasión por la justicia y hacer lo que era correcto en la vida, su cariño por el pueblo, por esa actitud de dignidad y de lucha por salir adelante, sus ganas de entender el mundo y tener rigor en ello.

Y, como cuento en la presentación, entre aquellas cosas que se enseñan sin decir nada, sino haciendo, también me legó la pasión por escribir y por entender escribiendo.

Esas pasiones nos tienen aquí hoy día.

En unas conversaciones que tuve en los años ’90, algunos dirigentes del PS me decían -casi con entusiasmo- que si en esos años mi papá hubiera dejado el PC y hubiera ido de candidato por el PS o el PPD, habría sido diputado o senador.

Yo los mire, con algo de compasión, y les dije “ustedes no conocen realmente a mi papá, él jamás haría eso”.

En ese minuto era una especie de juicio intuitivo, que sólo brotaba. Era un nudo esencial tan claro para mí, que ni siquiera necesitaba explicarlo. Sólo emitía esa sentencia categórica: “Ustedes no conocen realmente a mi papá”.

Con el tiempo la fui masticando, indagando por qué tenía tanta seguridad de esa afirmación.

Primero, era por su carácter. El espíritu comunista calzaba con mi papá. El no habría podido ser socialista o radical. Se sentía cómodo en lo que esa vieja cultura comunista encarnaba: rigor, sacrificio, disciplina, severidad, búsqueda de soluciones esenciales y concretas. Y, desde luego, disfrutaba aplicándose a sí mismo y aplicando a otros esas reglas.

Segundo, porque era su mundo afectivo. Era el partido de sus amigos que murieron luchando como él. Era el partido de Jorge Muñoz, de Mario Zamorano, de David Silberman, de Enrique Paris. Era el partido de hombres que él admiró y quiso, como Víctor Díaz y Uldarico Donaire. Y, por cierto, tenía tras de sí la escuela de don Lucho y toda esa generación. Luis Corvalán fue para él, como lo recalcaba, su maestro principal.

Tercero, porque mi papá creía profundamente en el sentido histórico del proyecto comunista, en la idea de que se puede cambiar la vida y construir un mundo mejor si se comprenden las contradicciones de la sociedad, se las enfrenta de buena fe y con decisión y si los hombres y mujeres nos decidimos a compartir valores de justicia e igualdad. Eso era para él un marxismo crítico y un leninismo auténtico. Esa era su forma de mirar el mundo.

Creo que él, íntimamente, sabía que su propia vida tenía sentido en esta lucha. Se sentía útil, se entusiasmaba, creía que servía a un propósito. No podía estar sin el activismo, sin ser parte de una tarea.

Estoy seguro que mi papá estaría feliz con el triunfo de Gabriel Boric y las posibilidades que representa. También estaría tenso, atento a qué hacer, a qué mejorar y a cómo resolver los problemas. También estaría cabreado frente a tanta pequeñez y oportunismo.

Hay algo del destino en que sus textos los hayamos podido publicar ahora.

La idea de reunir sus escritos nació cuando lo visitaba en sus últimos meses. Decidí hacerlo después de su muerte, en marzo de 2019. Mis primeras visitas a la Biblioteca Nacional las hice en mayo o junio, hasta que asumí que no podía hacerlo solo. Ahí Rolando Álvarez me recomendó a Ximena Urtubia, que fue un descubrimiento de rigor y pulcritud en su trabajo. Avanzábamos a todo vapor hasta que, por el estallido social, cerraron la Biblioteca Nacional. La abrieron de nuevo a fines de enero. Íbamos bien hasta que vino la pandemia y de nuevo cerraron la Biblioteca.

El libro podría haber salido un año antes.

Pero quizás ahora tiene un valor adicional. Volver a mirar esta historia, estudiarla sistemáticamente, es muy útil para los desafíos que tenemos. Al menos, diría, en dos sentidos fundamentales:

Primero, es un registro de cómo la esperanza exige profundidad y rigor para tener éxito; y que la tragedia acecha.

En el libro ustedes podrán ver cómo desde el año ’65 advertía sobre los golpes “gorilas” en América Latina; cómo recalcaba cada vez que podía la necesidad de la unidad de acción; cómo abordaba con cruda sinceridad las dificultades que enfrentaba el Gobierno del Presidente Allende, en la producción, en el agro, en la inflación; cómo veía claramente que el fascismo ampliaba su hegemonía en la derecha y arrastraba a la DC; y en agosto del ’73, cómo denunciaba y advertía que lo que se tramaba en esos días era un golpe institucional de las FF.AA.

El sino trágico de las crisis es que, tengámoslo en cuenta, los elementos de ella están a la vista, están ahí, no son producto de ese tipi de ceguera, sino que no somos capaces de dar un giro a los acontecimientos, por rigideces, por temor a que si cedemos en algo será considerado una traición, por orgullo o resentimientos acumulados, por excesos de confianza o mera resistencia a la aceptación de los hechos. En fin, por ausencia de una mirada crítica y, parafraseando a mi papá, por falta de comprensión del golpe principal, que era una forma de traducir la noción leninista de la “contradicción principal”.

Segundo, de estas páginas también se desprende que grandes transformaciones requieren de bloques transformadores sólidos. En estos días me ha seguido rondando uno de sus discursos, el de febrero de 1970, al comienzo de la campaña del Presidente Allende. Lo incluí en la contraportada del Tomo II.

Ahí decía: “Se ha logrado plasmar en Chile una amplia unidad popular en torno a un programa, a un acuerdo de gobierno y a un solo candidato a la Presidencia de la República, Salvador Allende. Desde 1938, el pueblo de Chile no conseguía reunir en un solo haz fuerzas políticas y sectores sociales tan vastos. La Unidad Popular está cimentada en un Programa definido y claro que propone los cambios revolucionarios que están al orden del día, en una concepción de poder y en un acuerdo sobre gobierno que garantizan a todas las fuerzas políticas su integración responsable en la conducción de los asuntos del país. Es una alianza con calidades nuevas, más avanzada que las del pasado, con un peso mayor de la clase obrera y los sectores sociales y políticos más consecuentes. Es, por tanto, una unidad que está acorde con la madurez alcanzada por el movimiento popular chileno, capaz de crecer y ampliarse, de transformarse en centro de atracción para la inmensa mayoría de la población, para el 90 por ciento de nuestros compatriotas, cuyos intereses recoge y representa, a condición de empeñarse vigorosamente en el combate por sus derechos”.

Creo que cada línea de ese párrafo podría y debería ser revisada respecto de cómo estamos preparados para las responsabilidades de hoy y de cómo ayudarle al Presidente Boric a salir adelante.

En fin, creo que leyendo a mi papá podemos ayudarlo a que él sea parte de este bonito desafío. Sin duda, es lo que él querría.

“Estos son los tiempos para estudiar las ideas revolucionarias”. Manuel Riesco

 Nos reúne un momento importante, hoy 26 de abril del año 2022, con el lanzamiento de los escritos políticos e ideológicos de Jorge Insunza Becker, en el día de su nacimiento hace 86 años, tenemos el privilegio de asistir a la inauguración de un bello y meticuloso monumento de su hijo a la memoria de su padre, un dirigente principal de la Revolución Chilena.

Junto a los escritos de su padre Jorge Insunza Becker, su hijo Jorge Insunza Gregorio de las Heras, además de recopilarlos acuciosa y trabajosamente, inscribe para introducirlos un texto mayor. Es un retrato bello, tierno, completo, profundo, admirado y veraz, del gran hombre que fue su padre, Jorge Insunza Becker. Siguiendo su sabio consejo de que “lo mejor es que escribas como tú lo sientes”, su hijo nos ilustra en lengua fluida, desde una posición privilegiada, acerca del carácter, talante y anclaje familiar y social de su padre.

También nos presenta su manera de pensar y sus fundamentos teóricos. En un capítulo serio, respetuoso, riguroso y culto. Que lo define como un dirigente estudioso y convencido de las ideas más avanzadas de la razón ilustrada, progresista y revolucionaria. Y como uno de los mejores sino quizás el mejor polemista de una época de agudísima polémica.

Qué lección la de este monumento a las ideas de un revolucionario, para un tiempo en que el vibrante debate intelectual se pretende reemplazar por cálculos que se auto califican de “robustos”, los que ojalá nadie entienda, para justificar la mendacidad más vulgar.

Nos muestra este monumento el momento histórico singular en que se inicia la dedicación de Jorge Inzunza Becker a la política y de cómo era el Partido Comunista al cual ingresó y dedicó su vida entera.

Se extiende el texto introductorio en el momento en que Jorge Inzunza Becker deja su trabajo de ingeniero y una beca de perfeccionamiento en Europa, para asumir esa dedicación a tiempo completo.

Con la guía de Luis Corvalán, “maestro principal en mi formación como militante comunista”, como lo definió al hablar en su funeral. Como candidato a diputado por Chillán, elección que perdió y, a partir del mes de marzo del año 1965, como director del diario El Siglo y miembro de la Comisión Política del Partido Comunista. Estaba entonces por cumplir 30 años y ejercería el último cargo hasta poco antes de muerte en el mes de marzo del año 2019, poco antes de cumplir 83 años de edad.

Los aspectos principales de “Leyendo a mi Papá”, como titula Jorge Insunza Gregorio de las Heras, él mismo uno de los más destacados políticos de su generación, su presentación de las obras completas de su padre, son los capítulos destinados a revisar la estrategia política del Partido Comunista en la gestación de la Unidad Popular, el Gobierno de Salvador Allende, las causas de su derrota el 11 de septiembre de 1973 y la resistencia a la dictadura en los 17 años transcurridos hasta acabar con ella en 1989.

Esos acontecimientos abarcan tres de los fases más importantes de la aún en curso Era de las Revoluciones chilenas, como llama Éric Hobsbawm a este periodo de las transiciones a la modernidad, que fecha en Europa en el medio siglo que media entre la Revolución Francesa de 1789 y la Primavera de los Pueblos de Europa, en el año 1848.

En todas esas fases de la Era de las Revoluciones de Chile, aún en curso, la estrategia y conducción política del Partido Comunista de Chile cumplió un rol central, sin duda determinante junto a la figura de Salvador Allende.

En todas esas fases de la Era de las Revoluciones de Chile, con la guía y respaldo firme y sabio de, en su propia enumeración, Luis Corvalán, Américo Zorrilla, Víctor Díaz, Orlando Millas, Volodia Teitelboim, Uldarico Donaire (Rafael Cortez) y Julieta Campusano, junto a otros dirigentes de su generación más joven, entre los cuales destaca a sus compañeros ingenieros Jorge My, Carlos Toro y, por cierto, Gladys Marín, y otros entre los yo debo mencionar al director de CENDA, Hugo Fazio, que acaba de cumplir 90 años y quien conocí en una memorable cita como el “Número Uno” del Partido Comunista clandestino, Jorge Inzunza Becker fue miembro principal de la “Piedra del Medio”, como la llamaban los viejos del partido, de los conductores de la Revolución Chilena.

Puesto que “Leyendo a mi Padre”, está basado en la recopilación exhaustiva y el estudio riguroso de los textos de Jorge Insunza Becker, uno de los principales dirigentes del Partido Comunista a lo largo de todos esos años, podemos afirmar que este análisis es un aporte mayor al debate histórico indispensable respecto de éste, sin dudas el periodo más importante de la historia de Chile. Creo no exagerar al decir que es uno de los mejores textos que yo he leído acerca de este periodo cuya historia aún no se escribe como se debe. Hay varios otros bastante malos.

La introducción de su hijo es una lúcida mirada a todo este periodo extraordinario de la historia de Chile y una guía a abordar el tesoro que viene en 3.000 páginas de tres tomos a continuación. Este monumento a su padre, uno de los más importantes dirigentes revolucionarios chilenos, uno de los más importantes políticos chilenos del siglo XX, un auténtico intelectual orgánico de la Revolución Chilena, tendrá que ser base principal de esa historia que aún no se escribe como se debe.

Las eras de revoluciones no son un camino recto ni mucho menos sembrado de rosas. Incluyen victorias exultantes y derrotas sangrientas. Avances gigantescos y retrocesos cavernarios. Deslumbrantes revoluciones y obscuras restauraciones. No es raro así que en el curso de las eras de revoluciones los pueblos parecen a veces olvidar y desconocer a la madre que los parió. Y a quienes los condujeron. A quienes lucharon. A los que cayeron y a los que sobrevivieron. Hay tiempos mezquinos.

Éste monumento de su hijo a Jorge Insunza Becker no puede llegar en el momento más oportuno. Chile vive nuevamente tiempos de revolución, como no. Ha hecho a cada década en promedio a lo largo de un siglo, el pueblo desde el 18-O ha iniciado una nueva irrupción masiva en los asuntos públicos, una destinada a acabar con lo que se inició con la derrota atroz de la Revolución el 11 de septiembre de 1973. Destinada a acabar con la restauración reaccionaria que ha durado medio siglo. Estos son los tiempos para estudiar las ideas revolucionarias, las ideas de Marx, las ideas de Lenin, las ideas que inspiraron y orientaron la vida de Jorge Insunza Becker.

Los pueblos a la larga son justos y más temprano que tarde llega el momento en que reconocen lo que hay que reconocer y entonces a sus héroes les construyen y trasladan al panteón que se merecen.

El monumento que hoy inauguramos estará en el sitial que en ese panteón sin duda se reservará a Jorge Insunza Becker. Muy cerca del centro, reservado al Presidente mártir Salvador Allende.

“Un tesoro ideológico para la izquierda chilena”. Miguel Lawner.

Jorge Insunza Gregorio de la Heras, hijo de Jorge Insunza Becker, nos ha entregado una obra tan colosal como admirable. Reunió pacientemente, todos los textos escritos por su padre desde su ingreso a las Juventudes Comunistas en 1954, hasta su fallecimiento a comienzos de 2019. Son más de sesenta años de una pluma pródiga, original, creativa, profunda, con amplio dominio de la teoría marxista, a fin de contribuir al análisis y elaboración de la línea política del Partido donde militó toda su vida y también tocando múltiples temas sociales o culturales ocurridos en nuestro país y en el resto del mundo.

Chile ha conocido hasta ahora, solo otro hombre tan fértil en materia de crónicas políticas: Volodia Teitelboim.

Hoy presentamos la obra de un minucioso recopilador, que nos entrega tres tomos voluminosos, con casi tres mil páginas, reuniendo los artículos y documentos escritos por Jorge Insunza Becker, en el diario El Siglo, en la revista Cuadernos Universitarios de las Juventudes Comunistas, en la revista Principios, publicación teórica de la Dirección Central del Partido Comunista, en el folleto Unidad Antifascista publicado en la clandestinidad tras el golpe militar de 1973, en el Boletín Rojo, editado por el PC durante el exilio, así como en la notable Revista cultural Araucaria de Chile; en sólidos  Informes a los Plenos o Conferencias del PC, documentos elaborados colectivamente por la Dirección del PC. A todo lo cual debemos añadir sus numerosas intervenciones en el Parlamento Chileno.

Es una obra colosal, solo comparable por su magnitud, con la ejecutada por notables historiadores de nuestro pasado: Diego Barros Arana, Benjamín Subercaseaux, o Francisco Encina y Leopoldo Castedo.

De aquí en adelante lo llamaré Coke, para evitar confusiones, ya que así fue conocido siempre por todos sus amigos y conocidos.

Coke ingresó en 1954 a las Juventudes Comunistas, con 18 años de edad, cuando era estudiante de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile. Son los años en que aún estaba vigente en Chile la Ley de Defensa de la Democracia, que pasó a la historia como Ley Maldita, impulsada por el presidente traidor González Videla, y que asestó un duro golpe al Partido Comunista, como a toda la institucionalidad democrática de Chile.

Su ingreso a la JOTA coincidió con el fallecimiento de Stalin en la Unión Soviética y poco después, con el Informe de Nikita Khruchov al Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, denunciando los crímenes cometidos por Stalin, trayendo consigo un golpe a la solidez del prestigio y los valores humanistas atribuidos a la primera sociedad socialista construida en el mundo.

Cuatro años después del ingreso de Coke a las Juventudes Comunistas, Luis Corvalán asumió la Secretaría General del PC. Bajo su conducción, el Partido se esforzó por unificar a la izquierda chilena en torno a un programa claramente anti oligárquico y anti imperialista. Con la organización del FRAP (Frente de Acción Popular) en 1956, se consolidó el entendimiento del PC con el Partido Socialista y otros partidos de izquierda, estrechando la unidad política de la clase obrera.

Grandes movilizaciones de masas tuvieron lugar en la década del 60. La creación de la CUT permitió elevar considerablemente la organización y la conciencia de los trabajadores. Miles de familias sin casa -migrantes del campo a la ciudad- establecidos en las riberas del río o del zanjón de la Aguada, se hicieron dueñas de un lugar apto donde vivir, gracias a la fuerza alcanzada por el Movimiento de pobladores. Movilizaciones estudiantiles sacudieron las anacrónicas aulas universitarias a lo largo de todo el país imponiendo profundas Reformas de la enseñanza.

Todo este proceso de movilizaciones sociales y de unificación de las fuerzas de la Izquierda chilena, está profusamente expuesto en el primer tomo de las obras del Coque.

Mencionemos un par: Pg.226.- “A través de la lucha reivindicativa, hacia la conquista de un gobierno popular en que la clase obrera, tenga las principales responsabilidades”. Pg 295.- “Embates contra la unidad socialista comunista”.

A partir del X Congreso del PC efectuado en 1956, el Partido señaló públicamente la perspectiva de conquistar el poder por una vía pacífica, aspiración considerada por muchos en un comienzo como inalcanzable.

Pero este objetivo correspondía a un correcto análisis de la situación económica y social de Chile, y el Partido Comunista fue profundizando en una línea política innovadora, impregnando al movimiento popular con esta legítima expectativa.

El Informe al XII Congreso celebrado en marzo de 1962 tuvo como título: “Hacia la conquista de un gobierno popular”, en tanto que en 1965 se realizó el XIII Congreso bajo el lema: “La clase obrera, centro de la unidad y motor de los cambios revolucionarios”, y en noviembre de 1969, el XVI Congreso levantó con toda fuerza la consigna: “Unidad Popular para conquistar el poder”.

Esta tesis, única hasta entonces formulada por algún partido político fundado en principios del marxismo leninismo, fue producto de una muy seria elaboración del Partido Comunista de Chile, a cuyo Comité Central había ingresado el joven Jorge Insunza, el año 1962, cuando tenía solo 26 años de edad. Digamos que se mantuvo en esta alta responsabilidad, hasta poco tiempo antes de su fallecimiento en 2019.

Es justo afirmar que no puede atribuirse a una persona en particular, la formulación de una tesis tan audaz, pero en la Dirección Central del PC se reunió, en la década del 60, un conjunto de cuadros capaces de analizar las condiciones objetivas y subjetivas vigentes en Chile para llegar a concluir que era posible alcanzar la victoria por vía electoral e iniciar la construcción de una sociedad en vías al socialismo.

El Coke jugó un rol importante en esta materia, aun cuando admitamos que a él nunca le gustó la denominación vía pacífica al socialismo y siempre prefirió calificarla como vía no armada al socialismo, ya que, por muy exitosa que haya sido la gestión del gobierno de la Unidad Popular, estuvo lejos de ser pacífica.

Coke no eludió ningún tema por muy conflictivo que haya sido para nosotros. Por ejemplo, los sucesos de Checoeslovaquia en 1968, que concluyeron con la invasión de tanques soviéticos, aplastando la tentativa de un Gobierno socialista por abrir espacios a la disidencia, episodio que pasó a la historia como la Primavera de Praga.

El Partido Comunista chileno solidarizó con la intervención soviética y Coke escribió al respecto varios artículos publicados en el diario El Siglo. Leemos en Pag. 437: Checoeslovaquia y el socialismo”.  Pag. 473: “Conspiración internacional contra Checoeslovaquia”. Pag.561: “Los sucesos de Checoeslovaquia abordados desde posiciones de clase”.

El Tomo Segundo está casi por entero, dedicado a analizar los éxitos y las dificultades experimentadas durante el gobierno de Allende. Desmenuza todo. Valoriza los éxitos, pero hay un tema que le preocupa: la cuestión de poder.

Publica un artículo en la revista Principios, correspondiente a agosto-septiembre de 1971 titulado “La Cuestión del poder: tarea de masas”, en donde manifiesta lo siguiente: “El proceso revolucionario chileno avanza. Como resultado de la madurez creciente de las contradicciones que suceden en la sociedad chilena, se diseña una nueva correlación de fuerzas más favorable al pueblo, al gobierno popular”.

“No obstante, si miramos los hechos cara a cara, debemos concluir que el movimiento popular chileno no ha resuelto aún en su favor definitiva e irreversiblemente, la disputa por el poder. Algunos signos como la elección de Valparaíso o ciertas crisis internas parciales de partidos que integran la Unidad Popular, muestran la existencia de insuficiencias y defectos en el trabajo de los partidos y el gobierno popular. Estos hechos, si bien no cuestionan la línea general que inspira su acción, exigen un examen acucioso y la adopción de medidas consiguientes para garantizar la acumulación de fuerzas suficientes que permita asegurar el éxito del proceso”.

Una vez ocurrido el golpe, el Coke pasa, naturalmente a la clandestinidad y permanece en Chile hasta agosto de 1975. El 11 de octubre de 1973, preparó la primera declaración pública del PC en la clandestinidad, titulada: “La voz de orden es la unidad”.

Insunza no vacila en calificar inmediatamente el carácter fascista del golpe militar y convoca a la más amplia unidad de todas las fuerzas democráticas. Se trata de un documento dramático que comienza así: “El golpe militar del 11 de septiembre ha sumido al país en un clima de terror y brutalidad sin precedentes en la historia. Cada acto de la Junta Militar es la negación completa de lo que la oposición al gobierno popular dijo defender. Hablaban de democracia e imponen la dictadura”.

“Hablaban de libertad y han instaurado los campos de concentración.

“Hablaban de respeto a la persona humana y han hecho del fusilamiento sin juicio el pan de cada día. Decían defender el pluralismo y la autonomía de las universidades y las han intervenido militarmente”.

El documento finaliza convocando a la más amplia unidad de las fuerzas democráticas: “Debemos poner término al terror ejercido contra el pueblo y abrir paso a nuevos horizontes revolucionarios. Para ello, la voz de orden de la hora presente es la de la unidad más amplia del pueblo. Unidad para defender el derecho a la vida y poner fin a la represión y la muerte. Unidad para reconquistar las libertades públicas”.

“En esta unidad tienen un lugar cada hombre, mujer o joven de nuestro pueblo, no importa si ayer estuvo en la oposición confundido por la propaganda de los reaccionarios. Millones han visto al fascismo cara a cara y están dispuestos a luchar contra él”.

En 1975, la Dirección del Partido resuelve la salida del Coke al exterior, preocupada por su excesiva audacia, exponiendo la seguridad de la Dirección clandestina. Comienza así un largo exilio integrándose a la Dirección Exterior del Partido, establecida entre Moscú y Berlín, capital de la República Democrática Alemana.

Tras la imposición de una nueva Constitución, establecida en Chile por la Junta Militar mediante un plebiscito fraudulento efectuado en 1980, Insunza participa en la elaboración de la política llamada el Derecho a la Rebelión Popular, formulado por la Dirección del PC en el exterior, que dio lugar a la conformación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Fue un tenaz impulsor de esta opción de lucha, sorprendente para muchos que identificaban al PC como ajeno a acciones de índole violenta.

Durante su exilio, el Coke también se preocupó de poner al descubierto los esfuerzos de la socialdemocracia europea por acabar con la unidad socialista-comunista, forjada en Chile y base política fundamental para la victoria de Allende en las elecciones de 1970.

En 1983, tuvo lugar una reunión en Chantilly, encuentro que reunió a unos 100 intelectuales y profesionales chilenos, convocados por el Instituto del Nuevo Chile con sede en Rotterdam.

Es el encuentro que ha pasado a la historia como el de la renovación del Partido Socialista chileno. Efectivamente fue así, ya que entregó supuestos fundamentos teóricos para justificar la “renovación del socialismo”, trayendo consigo la ruptura de la alianza socialista-comunista, forjada en Chile a lo largo de muchos años, y que desgraciadamente subsiste hasta nuestros días.

El temario de la reunión de Chantilly, consultó el análisis de lo que se tituló “Problemas del Marxismo, el socialismo y la Democracia”.

Coke salió al paso de las conclusiones de este encuentro mediante un extenso artículo titulado Renovar y no Renegar, publicado en el N°23 de la Revista cultural Araucaria de Chile, que circuló especialmente en Europa, con el auspicio del PC chileno.

Creo que este texto, se trata de una de las más notables contribuciones teóricas del Coke, quién analiza detalladamente las conclusiones de dicho evento, demostrando las groseras deformaciones de la teoría marxista, a fin de fundamentar su ruptura con el PC.

En uno de sus párrafos, Coke señala lo siguiente: “Hay que concluir, en definitiva, que el cúmulo de afirmaciones falsas no es un juicio sobre el marxismo. Es justificación de un punto de vista determinado. Ese punto de vista es sobre todo, la negación del papel de la clase obrera, de su papel dirigente. Aquí ven nuestros autores el problema, su problema. Se pronunciarán peyorativamente, una y otra vez contra un ‘bloque de dirección obrera’, contra la predominación de la tesis de la dirección obrera en la etapa democrática popular. Contra la visión del socialismo como necesidad histórica, la exigencia de un predominio obrero o popular, contra el postulado de la dirección obrera, etc.”

Añade el Coke: “Aquí está la madre del cordero, o sea la matriz de todas las elucubraciones teóricas sobre el núcleo dogmático. Dado que lo que quiere combatir es el papel dirigente de la clase obrera en el proceso, papel que el marxismo pone de relieve, no queda más que desacreditar el marxismo. Y entonces, ¡manos a la obra!”.

Coke regresa clandestinamente a Chile en 1983, y permanece así, hasta el desenlace del plebiscito que permitió el fin de la dictadura cívico militar.

Durante ese período, vivió la intensa etapa de recuperación de las luchas sociales en Chile, iniciadas con las protestas y también los dramáticos debates que generaron la ruptura con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Continuó siendo miembro de la Comisión Política del PC, hasta que pocos años antes de su fallecimiento, su estado de salud le hizo imposible cumplir con esa responsabilidad, que ejerció ininterrumpidamente, según mis cálculos, a lo largo de unos 50 años de su vida.

El Coke vivió la era dorada del Partido y las Juventudes Comunistas, ocurrida en los años 60 del Siglo pasado, donde pasó a ser un auténtico Partido de masas caracterizado, además, por el constante énfasis en el análisis de la teoría marxista y su aplicación a la realidad chilena. Fue un período que reunió a un núcleo de alto nivel en este sentido: Luis Corvalán, Volodia Teitelboim, Orlando Millas y Coke Insunza, a los cuales debemos añadir los filósofos Sergio Vúscovic y Osvaldo Fernández en Valparaíso, a los historiadores Hernán Ramírez Necochea y Fernando Ortiz y al antropólogo Alejandro Lipschutz.

¡Cómo echamos de menos en las actuales condiciones económicas y sociales, la capacidad de un Partido político marxista, aquí o en el resto del mundo, de elaborar tesis más allá de las que fluyen de las coyunturas políticas y económicas! Se trata hoy día, de un déficit generalizado de la izquierda, superada por los vertiginosos cambios tanto en las relaciones sociales, como en los modos de producción.

Nuestro querido camarada, Jorge Insunza Becker, se destacó con un sello propio, junto a esta constelación de astros. Como resume su hijo, sus textos no tienen alcances académicos, sino políticos. Es lo que llamamos un intelectual orgánico.