“La ciencia y el desarrollo nacional, para romper nuestra dependencia”

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Entrevista al académico Claudio Iturra, organizador del Primer Congreso Nacional Científico de 1972 en Chile y cómo se encaró el desafío de la ciencia y la tecnología en el Gobierno de la Unidad Popular. Desafíos actuales y los cambios en el mundo del trabajo.

Fernando Vergara. Santiago. 18/05/2022. “Para nosotros la presencia, junto a los trabajadores de la usina, del campo, del litoral, de la empresa, la escuela o el hospital, debe estar la de los técnicos y la de los científicos, para actuar de acuerdo con nuestra nueva realidad, la que nace y empieza a crecer por el esfuerzo de tantos”. Con estas palabras, el Presidente Salvador Allende Gossens daba por inaugurado el Primer Congreso Nacional Científico de Chile, cuyo principal objetivo fue corregir el divorcio entre la actividad científico-tecnológica y el sector productivo.

Era julio de 1972. Tan solo cinco años antes se había creado la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología, CONICYT. La Unidad Popular se había planteado el objetivo de rediseñar el sistema de investigación, para hacerlo coherente con las necesidades de un país capitalista dependiente y subdesarrollado, que pugna por salir del subdesarrollo y romper la dependencia por medio de una vía no capitalista y de amplia democracia.

Claudio Iturra, secretario ejecutivo de CONICYT entre 1971 y el golpe de Estado, tuvo un rol preponderante en ese proceso. De visita en Chile (está radicado en Uruguay), nos reunimos con él en el mismo lugar donde se llevó a cabo gran parte de ese congreso: el actual Centro Cultural Gabriela Mistral.

¿Cómo surgió el congreso?

El congreso nació por casualidad. La CONICYT había sido recientemente creada, no con fines científicos, sino con fines políticos. Los democratacristianos quisieron crear un paraíso fiscal, por decirlo así, porque como iba a llegar la Unidad Popular, esta se iba a hacer dueña de toda la CORFO, entonces querían quedarse en una unidad en la cual tuvieran mucha incidencia. La mayor parte de los departamentos de gestión, la asistencia técnica internacional, la gestión de becas y de proyectos, eran democratacristianos, dentro de la CORFO.

Para crear la CONICYT separada de la CORFO, lo hicieron como un organismo asesor de la presidencia, con su propia identidad. Aparte de los elementos estructurales, en los artículos transitorios se decía que, en el lapso de 6 meses, el consejo debía señalar mediante un congreso de la comunidad científica, cómo iba a ser la participación de esta en el consejo de CONICYT. La idea de la DC era la siguiente: tenían el dominio, la manija, como se dice en Uruguay, de la interna de CONICYT. Tenían funcionarios en puestos claves, el jefe de personal era Pedro Urzúa, yerno de Frei, por ejemplo. Y pensaron que, ya que el consejo no lo iban a tener, con este congreso iban a tener a los científicos, que los manejaban ellos preferentemente, rodeando al consejo.

¿Cómo enfrentaron el tremendo desafío de organizar este congreso, en el contexto de la época?

 La prensa, como La Segunda y El Mercurio, decían que la política se había metido en la ciencia, que gente que no tiene ninguna virtud científica se iba a hacer cargo de esto. El Presidente Allende nos citó a su despacho y nos preguntó si podíamos resolverlo, si podía tener confianza en que lo lograríamos, y le dije que sí. Cuando salimos, los otros tres me preguntaron si me había curado, que cómo lo íbamos a hacer, y les dije que ya había estado conversando y que la forma era haciendo que todos los científicos se expresaran, sin dar la discusión de quién es científico y quién no: científico es quien es reconocido por sus pares como tal. Íbamos a tener a los científicos discutiendo sobre ciencia, sobre sus disciplinas, pero discutiendo sobre problemas nacionales también. Y los íbamos a tener discutiendo a lo largo de todo Chile, en todos los lugares donde había sedes universitarias de la Chile, la Católica, la Universidad del Norte, lo que fuera. Acá todos los científicos valen.

¿Cómo estructuraron el congreso?

Creamos una estructura organizativa del congreso con los comités de temas científicos, que iban a ser equipos asesores en cada área, y que tenían la característica de estar ordenados por disciplina: matemática, biología, etc. Y si dentro de una disciplina ese comité estimaba necesario hacer divisiones subdisciplinarias, se hacía.

Esto se replicó en todo el país. Así, por ejemplo, los matemáticos de la Universidad del Norte iban a reunir a sus matemáticos e iban a discutir la calidad de la disciplina de la Universidad del Norte y lo que les falta para tener una calidad homogénea con las matemáticas en el conjunto del país. El propósito era elevar la calidad de cada disciplina a una suerte de estándar nacional y que no hubiera desproporciones demasiado grandes, de tal manera que hubiera la posibilidad de conocer en qué cojeaba cada disciplina en cada lugar, para poder hacer cursos de postgrados, becas, etc. Eso no tenía ningún misterio para la mayoría de las disciplinas, salvo para las ciencias sociales.

Las ciencias sociales estaban muy politizadas, diría yo que por una visión medio ultrista. Esto te dice también de la menor maduración que tenían como ciencias, lo cual no es raro, porque nunca fueron reconocidas, esencialmente, como ciencias, sino muy tardíamente. La economía, por ejemplo, siempre se ha creído más matemáticas que ciencias sociales, en el entendido que predominan visiones cuantitativistas de la economía y no de relaciones sociales, como sería la teoría de Marx. A pesar de estas dificultades de las ciencias sociales, no significó que deslucieran nada.

¿Cómo fue la convocatoria del congreso?

Por los vientos del tiempo, por la atmósfera que había, participó mucha gente, cerca de 3 mil personas. Había mucho interés en esa época. Imagínate que estaba la nacionalización del cobre, del salitre, y la gente del salitre, por ejemplo, tenía muchos intereses de encarar problemas concretos de la vida del salitre, desde el punto de vista incluso de la forma de vida de los trabajadores, de cuellos de botella en las líneas de abastecimiento, etc. Entonces, se crearon comités de temas por problemas, que no eran definidos de antemano, sino que emergían de la gente en el contexto del congreso, que veían allí un lugar para discutir, para plantear soluciones a determinado tipo de problemas. En el congreso había una posibilidad de interacción, porque todos podían saber qué estaban haciendo los otros.

En su discurso inaugural, Allende hizo mucho énfasis en la situación de dependencia que vivía Chile y en cómo este congreso podía hacerse cargo de eso.

Para eso eran justamente los comités de problemas. Los problemas tecnológicos en el salitre, por ejemplo, eran la dependencia encarnada; qué te voy a decir del cobre. Ahí, hasta el idioma de trabajo era dependiente. La gente sabe dónde le aprieta el zapato, los productores y gestores de producción y administradores del gobierno de ese sector eran quienes mejor sabían. Por eso involucramos también a los ministerios, al Instituto de Fomento Pesquero (IFOP), al Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA), etc. Era un absorber desde todos los puntos de la vida cognitiva, hacia la institucionalidad; buscar el conocimiento de los problemas y la posibilidad de generar una suerte de sinergia entre los que piensan, los que están trabajando y los que están en las instituciones.

“La ciencia y el desarrollo nacional: ese era el matrimonio”

Es decir, no solo participaron científicos en el congreso.

Si tú lo miras con una visión cientificista, nosotros no hicimos ese congreso. Hicimos un congreso de científicos desarrollista. La ciencia y el desarrollo nacional: ese era el matrimonio. Y, además, ese es un matrimonio que surge de la necesidad de la ruptura de la dependencia, porque el desarrollo nacional estaba obturado por la dependencia tecnológica.

¿Qué trabas observas para poder retomar ese matrimonio?

Te voy a poner un ejemplo concreto que sigue siendo un nudo muy jodido para el desarrollo de la ciencia: la carrera de investigador. La carrera del investigador tiene sus normas: máster, doctorado, postdoctorado, etcétera. Eso significa que tienes a los científicos como hámster dando vueltas en su ruedita, preocupados por el desarrollo de la ciencia como disciplina, separados de la vida socioeconómica. Ahora, eso podrá ser bueno en territorios muy lejanos a los centros de poder, pero en algún lugar esas disciplinas están siendo muy utilizadas, muy ordeñadas por los centros de poder económico-tecnológicos, para que el ordenamiento de la carrera de los investigadores vaya nutriendo esa necesidad. Eso es dependencia cognitiva, que nos tiene en problemas, de la cual es difícil escapar. Si un investigador quiere abarcar más allá de su mera disciplina, se le produce una ruptura con las exigencias de su carrera de investigador, que se vería seriamente retrasada. La carrera científica es muy demoledora, muy destructiva; no son fáciles contrincantes los científicos entre sí. No somos autónomos en generar nuestro desarrollo en nuestras carreras científicas para armonizarla con el desarrollo nacional, hay una incompatibilidad muy jodida. Uno de los núcleos del futuro congreso que habría que hacer acá, es cómo compatibilizar la carrera del investigador con la actividad de los investigadores en problemas de desarrollo nacional.

En esa época se hablaba de trabajadores de la ciencia, entendiéndolo como los científicos y científicas. Sin embargo, a la investigación científica concurren muchas más personas.

Hay un punto ciego en nuestro trabajo. Creo que una de las cosas que aprendimos en el congreso es que no estuvo considerado todo el núcleo de trabajo de la actividad científica, nos saltamos la discusión de quién era científico, lo resolvimos de una manera práctica, lo que es un error. Hay una red de producción que hace la producción del científico o de los equipos científicos. Ningún científico está haciendo solo las cosas. En este momento, lo que tendríamos que preguntarnos es cuáles son las unidades de trabajo científico que hay que considerar con voz y voto en el congreso.

¿Cómo se lograría eso?

La experiencia del primer congreso señala que tendríamos que elaborar materiales conceptuales previos, como por ejemplo quiénes son los sujetos del congreso. Y plantear que, en comparación con el primer congreso, el sujeto no es el individuo científico, sino los que hacen ciencia, que no son sujetos individuales propiamente, aunque participen sujetos individuales. La pegunta que me hiciste decantó una pregunta que me había hecho y que habría que sacarle punta: creo en un congreso emergente, no que baje línea. Y el comité organizador del congreso tendría que intercambiar de antemano con la comunidad científica este tipo de criterios.

El año 2007 en Chile se produjeron algunas movilizaciones de trabajadores de la ciencia, principalmente de estudiantes en postgrado, y de ahí surgió la Asociación Nacional de Investigadores en Postgrado (ANIP), que levantó una serie de demandas respecto a las condiciones laborales de las personas que concurren a la investigación científica. ¿Qué relevancia tienen estas luchas?

Tienen que propender a mejores relaciones políticas, más democracia en el equipo científico, por mucho que lo que impone es finalmente el conocimiento surgido del método de investigación científica.

En Alemania, por ejemplo, el profesor era la eminencia, era el dueño de almas, entonces decía lo que era verdad y lo que no. Desconozco si esa sigue siendo la realidad, pero en general predomina esa organización vertical, medieval, en los equipos científicos en todo el mundo. En algunos lugares más, en otros menos. Creo que hay que redefinir las relaciones sociales dentro de los equipos de trabajo, cuáles son las óptimas. Hay que mantener una cohesión entre la calidad del conocimiento y la calidad de las personas que trabajan en ciencias, para producir mejor conocimiento. Porque tú puedes producir mejor conocimiento si te aprietan, pero es una relación indigna. Es clave alcanzar el equilibrio entre la posibilidad de utilizar sinérgicamente la dignidad humana, para generar mejor conocimiento.

La ciencia y los desafíos actuales en América Latina

¿Qué otro aspecto debería considerar una reedición del congreso, considerando los desafíos actuales?

En el contexto sociohistórico de hoy, el congreso tiene los mismos objetivos multiplicados por n. En ese momento habíamos nacionalizado el cobre y ahora no lo tenemos como materia prima nacional. Ahora está el litio, que hay que ver cómo nos arreglamos, y cómo no nos peleamos tanto con Bolivia y miramos el litio desde el punto de vista del mundo de la América Latina; las posibilidades que tenemos de manejar bien nuestras riquezas nacionales, como un pilar de la unidad latinoamericana. La unidad latinoamericana se hace con cuestiones prácticas: los colombianos produciendo café sin tanta mediación de las transnacionales; los argentinos produciendo la carne sin tanta mediación de los monopolios, tanto argentinos como externos. Es decir, todo desde el punto de vista del bienestar de la mayoría. Tendría que existir un intercambio con los otros países de la región. Es necesario, por ejemplo, una vez que se defina bien la naturaleza, objeto y desarrollo del congreso, un intercambio con García Linera en Bolivia, con la gente del CONICET en Argentina.

CONICYT fue fundada el año 1967 y pocos años después, un comunista se hizo cargo de la secretaría general. Hace cuatro años se creó Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y hoy un comunista es el ministro de la cartera. ¿Qué valor le das a eso?

Creo que hay uno que es el tema de los temas: encuentro que se ha estudiado poco desde el punto de vista crítico, aunque tiene mucha difusión desde el punto de vista periodístico, que es el cambio del trabajo. Tuve la suerte de abrirme camino en Uruguay, en el mundo asociado al trabajo concreto. En la Universidad de la República estuve en una unidad de relaciones con el sector productivo, con la parte sindical del sector productivo; después fui director del centro de formación y estudio del sindicato de la construcción, y eso me hizo aprender muchísimo. Después fui a dar a la Universidad del Trabajo. Allí teníamos una unidad de mecatrónica, que es la combinación de varias ciencias electrónicas y mecánicas. Cuatro de nuestros egresados fueron contratados en el frigorífico Tacuarembó, donde se prepara carne para exportar, cuyo dueño es un burgués muy ilustrado y muy forrado en plata. Él nos dijo en forma socarrona “yo contraté cuatro, ¿qué van a hacer con los demás, si todo lo que hablan de cambio en la matriz productiva, no han hecho nada?”. Como Universidad del Trabajo, que era parte de la educación pública, entendimos que no existía la posibilidad de hacer cambios en el trabajo si no generábamos condiciones concretas para una producción de otro tipo, un cambio real en la matriz productiva, porque tenemos una matriz productiva atrasada, dependiente, rentista. La autonomía de Uruguay se juega con una producción competitiva, que en este momento no se puede concebir sin los cambios que ha introducido la revolución tecnológica, la tecnología de la información y la comunicación y la formación de los cuadros, los trabajadores, con esa capacidad; y esa capacidad se negocia entre trabajadores y empresarios.

Otro ejemplo es que en Uruguay existe una empresa de electricidad, las Usinas del Estado, y nos reuníamos con gente del directorio, del directorio productivo, no de los que hacen las normas, que de repente no saben mucho, sino con los que saben. Esa empresa tenía el 80% de sus trabajadores calificados y son de la Universidad del Trabajo, entonces estaba de cajón que tendríamos que asociarnos. Sin embargo, igual era necesario actualizarlos, porque les faltaban elementos. Y ahora en ingeniería tenemos un año propedéutico, que enseña matemáticas, ante el bajo nivel de los liceos; eso fue rendirse a la evidencia. Hicimos un convenio, empezamos a producir tecnólogos de alto nivel. Pero esto requiere también de una revolución en la educación secundaria.

¿Cuál es tu análisis respecto al cambio en el trabajo?

Hay un texto que se publicó en un libro del Instituto Alejandro Lipschutz (NdR: el texto de Iturra se llama La contrarrevolución capitalista. Origen, naturaleza, alternativas, publicado en Saltar la barrera. Crisis socio-ambiental, resistencias populares y construcción de alternativas latinoamericanas al neoliberalismo), donde está la síntesis de mis estudios: que ha habido una revolución, una contrarrevolución neoliberal, que se basa en la fragmentación del trabajo. El capitalismo trabaja por ganancia y la forma en que organiza el trabajo, es para mantener y aumentar esa ganancia, teniendo la menos cantidad de problemas posibles. Para el capitalismo el ideal es el sindicato no existente. Después de la guerra, con el Estado de Bienestar, se había producido una curva creciente en la distribución de la plusvalía hacia el sector trabajador y una disminución creciente de la plusvalía hacia el sector capitalista. Ahí se produjo la definición, el diseño de la contrarrevolución, en que participaron Pinochet, Reagan y la Thatcher, desde el punto de vista político, cuyo eje era fragmentar el trabajo, terminar la gran industria, que era el espacio del gran sindicato. Y lo lograron. Y para eso había que generar una tecnología que genere un aumento en la plusvalía y a la vez fragmente al trabajador sindicalizable, y romper todos los lazos de solidaridad social, aumentar el consumismo, etc. Y eso son las tecnologías de la información y la comunicación: cada individuo por su cuenta.

Un nuevo congreso se daría en esta condición, por lo que es una importancia capital determinar cuáles son las bases del trabajo y las características del conocimiento para ese trabajo, porque hay que aprender, discutir, desde la base social. Porque no hay ningún desarrollo económico sin un desarrollo cognitivo afín a ese desarrollo tecnológico. La tecnología no crece de los zapallos.

¿Qué rol tiene ahí un Ministerio de Ciencias?

El ministerio tendría que ser la estructura institucional del congreso, con asociación con los otros ministerios, con los seremis correspondientes, ser quien lleve los hilos.