Hace diez años, pasó a la posteridad, Hugo Rafael Chávez Frías, quien fuera Presidente de la República Bolivariana de Venezuela hasta el último de sus días. El, dejó una huella imborrable en el sueño continental por lo que se recuerdo perdura en la memoria de los pueblos.
Gustavo Espinoza M. Periodista. 05/03/2023. Hace diez años, pasó a la posteridad, Hugo Rafael Chávez Frías, quien fuera Presidente de la República Bolivariana de Venezuela hasta el último de sus días. El, dejó una huella imborrable en el sueño continental por lo que se recuerdo perdura en la memoria de los pueblos.
Evocando su partida, y cuando ella ocurrió dijimos evocando a Vicente Huidobro: “Un hombre ha pasado por la tierra y ha dejado su corazón ardiendo entre los hombres”.Y es que el hombre cuya imagen se mantiene viva en la pupila de millones, legó un ejemplo y un mensaje que se sitúa en las profundidades del pensamiento revolucionario latinoamericano.
Si queremos perfilar el ideario bolivariano, debemos tomar en cuenta la “Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño”, suscrita en Cartagena de Indias en diciembre de 1812. Fue la primera piedra del edificio ideológico de Bolívar construido a partir del inicio de su lucha por la Independencia de América. Precisa un concepto que desarrollará con fuerza en años sucesivos: “Mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos -dice- los enemigos obtendrán las más completas ventajas”.La Unidad Continental está en la base de ese concepto y se convertirá en la viga maestra de su legado histórico.
Un elemento complementario es, por cierto, la idea de la solidaridad entre los pueblos. Ella se deduce de la primera, porque para forjar y consolidar la unidad, tenemos que establecer una relación muy próxima y un vínculo de ayuda común y asistencia recíproca, consustancial al ideal bolivariano. Por lo demás, constituye una expresión de la realidad. Venezuela, en su momento, no podía ser libre si no ayudaba a Colombia para que también lo fuera.
Y ambas naciones no podían gozar de una independencia duradera si persistía el régimen colonial en la capital del virreinato. La solidaridad moral y material, no era sólo una bella palabra, sino una necesidad imperiosa, que nos permitiría sobrevivir en las condiciones adversas de la época.
El patriotismo, es decir la convicción que constituimos una nación, que tenemos una Patria -o aspiramos a ello- es un tercer elemento que Bolívar sostuvo. En su Carta a los venezolanos, de 1813, dijo: “Ya se han dejado ver los rasgos de patriotismo. “Dad en estos momentos nuevas pruebas de vuestra lealtad, de vuestro amor y celo, de vuestro patriotismo, si queréis disfrutar perfectamente de la salud y la libertad que os deseo, y por la que tanto anhelo”
No obstante, no bastaba unir a los núcleos independentistas que actuaban en cada país. Era necesario forjar un nuevo Estado -un verdadero Estado Soberano-, una vez afirmada y consolidada la Independencia. Y para este efecto no había más camino que integrar un cuarto requisito: la voluntad de los pueblos alcanzada mediante la persuasión. Solo afirmado en un pueblo consciente, podría perfilarse un camino, para consolidar la fuerza que encarnaban los Libertadores. Ese era el mensaje que desde el sur del continente traían San Martín y O’Higgins y que a su manera encarnarían también Artigas y Sucre, héroes de aquellos tiempos.
Estaban convencidos que, para ganar la voluntad de los pueblos y uncirlos al carro de la emancipación, era preciso atender sus requerimientos fundamentales, reconocerles ciudadanía, liberar a los segmentos más atrasados de la población de la odiosa esclavitud y la miseria instauradas por el régimen colonial en nuestro suelo.
En su conocida “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”, escrita en Kingston en septiembre de 1815, Bolívar insistió en la necesidad de liberar a las poblaciones oprimidas. Y al formular su idea, recordó al Barón de Montesquieu para quien era “más difícil sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre”. En febrero de 1819, ante el reunido Congreso de Angostura, y entregando a los nuevos legisladores el mando supremo de Venezuela, Bolívar acuñó ideas que forman parte del ideario continental: “Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición”.
Para hacer frente a todas las dificultades y sacar del caos a nuestras repúblicas, El Libertador definió una política: “Unidad, Unidad, Unidad, debe ser nuestra divisa; la sangre de nuestros ciudadanos, es diferente; mezclémosla para unirla; nuestra constitución ha dividido los Poderes, enlacémoslos para unirlos”.
Y coronando el sentido de su mensaje antes de emprender la etapa final de su lucha emancipadora en los territorios del sur de Venezuela liberando Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, puso el dedo en la llaga combatiendo enérgicamente los elementos de la descomposición social y clamando por educación y cultura: “Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Será esa -añade- “la única manera de renovar en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso”.