¿Hacia dónde va la derecha?

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Es casi seguro que al final del día va a tirar el mantel. El rechazo en el plebiscito de salida es precisamente eso. El fracaso de la Convención aun cuando sea por una exigua diferencia en él, es su única alternativa. Es la imposición de los puros hechos mediante un acto de fuerza  que empezó a planificar desde el 15 de noviembre de 2019. En pocas palabras, el fascismo. No hay otra posibilidad para la derecha.

Hernán González (*). Valparaíso. 25/02/2022. Se están empezando a votar, en el Pleno de la Convención, los artículos que definitivamente van a ser parte de la nueva Constitución y la derecha no ha logrado incluir ni una sola de sus ideas entre ellos. Es la razón por la que ha acusado toda clase de errores o derechamente malas intenciones y actitudes antidemocráticas por parte de la izquierda -o sea todo el resto de la Convención prácticamente-.

Pasando por alto que es precisamente lo que hizo durante treinta años de “democracia de los acuerdos”, decir que la izquierda quiere imponer una Constitución que contenga sólo su concepción del Estado y de la sociedad, es desconocer olímpicamente que el pueblo eligió a los convencionales precisamente por las ideas que hoy en día se aprueban y que si Vamos por Chile no escogió más que su ridículo veinte por ciento, es porque la sociedad ya está hasta el gaznate con las suyas.

El resultado que obtuvo en la elección presidencial, fue señal suficientemente clara de que discursos de odio y beatería moral y religiosa, no la van a llevar a recuperar las posiciones de dominio que gracias a una Constitución ad hoc, ocupó en el pasado reciente. De esa manera, no acierta a hilvanar un par de frases con sentido sin luego contradecirse, arrepentirse, parafrasearse, explicarse y perderse. Un ejemplo claro de ello, fue la efímera amenaza de la UDI declarándose en estado de reflexión.

Ciertamente la reflexión no es su fuerte y le duró muy poco. Del lado de los dizque “liberales”, las cosas tampoco son tan claras, pues de todos modos es un hecho que si el plebiscito fuera hoy sólo en base a lo que ya se ha aprobado, rechazaría. Sin embargo, haciendo gala de su republicanismo decimonónico, dice que no lo haría sino hasta conocer el texto final, aún sabiendo que por una cuestión de clase es lo que va a hacer. Su inveterado positivismo gnoseológico es apenas un pretexto.

Y ¿después del rechazo? Tampoco han explicado claramente su propuesta en el hipotético caso de que éste triunfara. ¿Volver a antes del 25 de octubre de 2020? ¿Convocar a una nueva Convención, como propone Longueira?, ¿otorgar facultades constituyentes al Congreso actual?

Lo que sea que la derecha piense que hay entre lo que actualmente se vota en la Convención y lo que se someta a referéndum en julio, es incomprensible…mejor dicho, inconcebible. Desconoce la historia reciente partiendo del 18 de octubre de 2019 y el resultado de todas las elecciones realizadas desde el plebiscito de entrada.

El Gobierno que asume en marzo, presumiblemente, le va a poner el acelerador al proceso constituyente y ello, por cierto, la preocupa. Su principal queja hasta el momento es por la soledad en la que se siente. Ni pirquineando votitos, logra juntar el tercio y salvo en materias puntuales y muy esporádicamente, ha votado igual que otros sectores. Es de hecho en esas contadas ocasiones donde más evidente es su soledad e intrascendencia.

Pero no hay que confundirse. La labor de zapa que está realizando para provocar el fracaso de la Convención es evidente y tenebrosa. La Tere Marinovic, como le dicen los siúticos, se ha dedicado permanentemente a provocar, lo mismo el convencional Zúñiga de la UDI. Marcela Cubillos, ha actuado como vocera de lo más reaccionario del sector a través del pasquín El Libero, luego reproducida por toda la prensa  del sistema. Y si bien hay personajes que las pintan de más razonables e incluso tienen la osadía de decir que esperan el éxito de la Convención, no han parado de cuestionar desde una posición de supuesta superioridad intelectual o técnica, las resoluciones de las comisiones o lo que ha votado el Pleno hasta ahora, contando eso sí con un coro de “académicos” aterrados al ver que la sociedad que han ayudado a construir en estos treinta años se cae a pedazos.

¿Qué es lo que pretende? A las perdidas, negociar alguna cosa tratando de sacar provecho de las diferencias circunstanciales que pudiera haber en la izquierda. Introducir, por ejemplo, alguna enmienda en los artículos que no alcanzaron los dos tercios en el pleno y que vuelven a las comisiones. Permutar sus votos en ciertas materias de su interés y que pudieran cambiar los resultados en las próximas votaciones; varias alternativas tiene todavía y por ella se las están jugando.

Sin embargo, es casi seguro que al final del día va a tirar el mantel. El rechazo en el plebiscito de salida es precisamente eso. El fracaso de la Convención aun cuando sea por una exigua diferencia en él, es su única alternativa. Es la imposición de los puros hechos mediante un acto de fuerza  que empezó a planificar desde el 15 de noviembre de 2019. En pocas palabras, el fascismo. No hay otra posibilidad para la derecha.

Las caras del fascismo en todo caso son muchas. Kast solamente abrió el camino y tal como está sucendiendo en otras partes del mundo, aunque no se pueda afirmar que es una tendencia definitiva, en la confianza está el peligro. Ni un milímetro se le puede ceder.

El Gobierno del Presidente Boric debe prepararse para una tenaz resistencia por parte de los empresarios, los grupos conservadores, el lobby de las transnacionales que han gozado en estos últimos treinta años de granjerías comparables sólo a las de la oligarquía de comienzos del siglo XX. El pueblo movilizarse; los partidos y organizaciones sociales que fueron sostén del triunfo de diciembre, fortalecer su unidad. La derecha no ha olvidado las lecciones de la Unidad Popular. Es de esperar que el pueblo tampoco.

(*)Hernán González es profesor de arte, analista.