HABLEMOS DE LA TELE. La guerra de 50 años

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A estas alturas de la historia contemporánea, lo menos que debería exigirse a nuestra prensa, radio y TV es cierta ecuanimidad, un equilibrio en los comentarios de “opinólogos” y “expertos internacionales” en su mayoría provenientes de universidades o centros de estudios privados con determinados intereses específicos, ya sean árabes o israelitas.

José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 16/10/2023. Los crueles enfrentamientos del Ejército israelí con el movimiento Hamás se han limitado -al menos en nuestra televisión- a mostrar unívocamente misiles sobre ciudades, sin siquiera determinar si son imágenes de archivo o si realmente corresponden a escenas genuinas captadas directamente en Tel Aviv, la Franja de Gaza o la Cisjordania.

Nuestros conductores y lectores de noticiarios han debido aprender rápidamente del acontecer histórico de este conflicto centenario que hoy pone frente a frente al gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu -líder del grupo terrorista Likud- contra la resistencia palestina desde la verdadera cárcel de 365 kilómetros cuadrados donde viven más de 2 millones de personas -musulmanes, católicos y cristianos- prácticamente rehenes de Israel.

Asimismo, al costado del bíblico río Jordán se extienden 5.860 metros cuadrados, donde viven más de tres millones de personas asediadas por Israel que insiste a sangre y fuego en ocupar y colonizar esta zona para impedir el establecimiento de un estado Palestino al igual que el vecino estado de Israel.

La Organización de Naciones Unidas convoca permanentemente a ambas partes a llegar a un acuerdo de paz, pero se han reiterado enfrentamientos armados a gran escala en más de 7 ocasiones, entre ellas, la llamada “guerra del Yom Kipur” exactamente hace 50 años.

Como todo enfrentamiento bélico en este siglo, el conflicto se juega específicamente a través de los medios de comunicación y las redes sociales con campañas de propaganda, labores de Inteligencia y las nunca bien ponderadas “fake news”, o simplemente noticias falsas.

En nuestro país, la emigración palestina e israelí ha contribuido a la integración nacional con importantes aportes culturales, educacionales, económicos que impiden neutralidad o indiferencia y la televisión -presa de intereses publicitarios- no escapa a las presiones de uno y otro bando desestimado la deuda social con ambas naciones de origen semita que, según la biblia se escindió cuando la judía Sara no pudo darle un hijo a Abraham y acudieron a la esclava egipcia Agar para asegurar la descendencia.

Dando un ejemplo de solidaridad internacional, los trabajadores del Canal Chilevisión expresaron públicamente su malestar ante una declaración de la transnacional Paramount -propietaria en parte de la señal- que se alineó incondicionalmente con el Gobierno israelí en contra del pueblo palestino.

A estas alturas de la historia contemporánea, lo menos que debería exigirse a nuestra prensa, radio y TV es cierta ecuanimidad, un equilibrio en los comentarios de “opinólogos” y “expertos internacionales” en su mayoría provenientes de universidades o centros de estudios privados con determinados intereses específicos, ya sean árabes o israelitas.

Ni cerca de análisis serios encontramos en intervenciones de personajes como Libardo Buitrago, José Antonio Neme, Rodrigo Sepúlveda, Ximena Rincón y otros, incluidos periodistas como Rafael Cavada o Santiago Pavlovic quienes se precian de haber sido testigos de enfrentamientos precisamente en esa región del planeta. Pero no basta con estos testimonios ni de descendientes de ambos pueblos en conflicto, incluso desde el escenario de los luctuosos acontecimientos actuales.

La arriesgada y heroica ofensiva de Hamás sobre Israel y la brutal respuesta del más poderoso Ejército apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea ha conmovido al mundo.

Hay que recordar que todavía algunos sectores califican de terrorista al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, así como se refieren al estallido social del 18 de octubre de 2019 como una asonada violentista, vandálica y terrorista, sin la cual el actual proceso constituyente jamás se habría impuesto en nuestro país. La rebeldía y el uso de la fuerza tienen explicaciones ante adversarios crueles como una dictadura civil-militar en Chile y un gobierno confesional ultraortodoxo como el de Israel.

Tamaña tarea la de nuestros medios de comunicación para separar la paja del trigo y no dejarse engañar por “informaciones” propaladas desde el Departamento de Estado norteamericano, la CIA o el Mossad. La guerra sicológica desatada junto a los misiles es tan condenable como las atrocidades de cualquier enfrentamiento fratricida como el que perpetra desde así décadas el sionismo contra la nación Palestina.

Actualmente Tel Aviv amenaza a la población civil de la Franja de Gaza a abandonar sus territorios anunciando una guerra total ante la cual Hamás convocara a un “día de ira” mundial, es decir, manifestaciones en todos los países del mundo denunciando las violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Lo más fácil para los medios de comunicación chilenos es condenar la violencia y acusar de terroristas al pueblo musulmán. Pero entre el Likud y Hamás hay diferentes concepciones de la vida y la muerte que nuestra cultura judeocristiana occidental no reconoce. Difícil hablar también de democracia -como la entendemos nosotros- en esa región del planeta.