HABLEMOS DE LA TELE. Despilfarro histórico

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“¿Ganar o servir?”. El reality está lleno de incoherencias, situaciones absurdas y ninguna referencia a la época, salvo el vestuario de las y los participantes, evidentemente bastante antojadizo. Desvirtuaron y desperdiciaron una oportunidad única para ilustrar un período histórico indispensable para entender hoy en día también los acontecimientos políticos y sociales.

José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 9/5/2024. Habríamos tenido que felicitar a Canal 13 si el reality show “¿Ganar o servir?” hubiera ilustrado a la teleaudiencia sobre la época que trata de reproducir el programa en materia de costumbres, usanzas, vicios y virtudes de la gente en pleno feudalismo criollo de los latifundios, antes de la sindicalización campesina y de la reforma agraria durante los gobiernos posteriores de los presidentes Frei y Allende.

Por el contrario, la controvertida ambientación está repleta de obviedades contemporáneas, varias inexactitudes y omisiones sobre la época a la que se pretende referir en la dramaturgia del espacio de entretenimiento que sólo contribuye a la confusión y el desconocimiento histórico.

Si estamos hablando de hace 200 años, debemos remitirnos al año 1824, es decir, tras la abdicación del director supremo, general Bernardo O’Higgins, entonces desacreditado y acosado por la derecha, hacia un período de anarquía que le siguió hasta la guerra civil y el triunfo conservador que dejó al general Ramón Freire al mando de la nación.

El reality está lleno de incoherencias, situaciones absurdas y ninguna referencia a la época, salvo el vestuario de las y los participantes, evidentemente bastante antojadizo y molesto para desplazarse en una casona moderna de los alrededores de Lima, Perú, con dormitorios, cocinas y baños que hubieran deseado nuestras bisabuelas y tatarabuelos, hoy en día con energía eléctrica, gas, duchas y agua caliente, entre otras comodidades.

Los historiadores modernos han reivindicado ese período del siglo antepasado analizando con una mirada objetiva la sucesión de gobiernos, constituciones y asonadas militares de entonces. Se trataba de la búsqueda de un nuevo orden político y la construcción de un Estado republicano. ¿Les suena algo parecido?

En ese entonces, el general Freire, más interesado en la conquista de Chiloé -último reducto de los colonizadores españoles- dejó en manos exclusivas del Congreso la redacción de la llamada Constitución Moralista de 1823, mientras la mayoría de las regiones del país clamaban por un sistema de gobierno federalista, a la usanza argentina.

En medio del descontento generalizado, Freire renunció y asumió el mando el general Manuel Blanco Encalada, el primero que la historia recoge con el título oficial de Presidente de la República, quien también dimitió ante el consecuente abandono del sistema federalista que desembocó en el apogeo del liberalismo.

Siguió la disputa que desencadenaría la guerra civil entre 1829 y 1830, favorable a las fuerzas conservadoras que, tras el tratado de Lircay, llevaron al poder al general José Joaquín Prieto, secundado por Diego Portales, quien sentó las bases de un régimen autoritario y fuera asesinado por sus adversarios en 1937, tras declararle la guerra a la Confederación Perú-boliviana, lo que desató un alzamiento militar que le costó la vida. Probablemente uno de los primeros crímenes políticos en nuestro país.

Entretanto, Mariano Egaña y Manuel José Gandarillas redactaron la Constitución encargada por Prieto y que rigió los destinos del país durante 92 años, hasta septiembre de 1925. No olvidar que nos rigió hasta la Carta Magna dictada por Jaime Guzmán en 1980, impuesta a sangre y fuego por los militares pinochetistas.

Nada de esto ni siquiera se insinúa en el período -que transcurrió la vida e infantiles competencias de los participantes en el reality show de Canal 13- en el supuesto marco de hace 200 años. Los “patrones” y “servidores” o ¿poetas? transitan en una envidiable “movilidad social” por una suerte de discutible “meritocracia”- que jamás se ha dado en la historia de Chile- y menos marcan los pretextos, entornos y condiciones en que se desenvuelve la vida mal retratada de esa época ante las cámaras.

No se justifican las referencias coreográficas ni de modas o vestuarios (tan falsos como inútiles) y lo único que interesa es la competencia de fuerza y resistencia, los romances y disputas auténticas o fingidas entre los participantes, ignorantes de la historia y sus consecuencias. Al igual que otras muestras del género, se suceden las peleas, las groserías, las incomodidades e incivilidades entre hombres y mujeres, en medio de supuestos idilios y encuentros sexuales encubiertos.

Nadie se explica por qué se eligió ese período histórico, rico en enseñanzas para el convulsionado tiempo presente, en vísperas de necesarios cambios reales en el sistema político y cuando han fracasado también dos proyectos constitucionales. Claro, los sucesos mostrados en cámara ni de lejos reflejan la crisis social y sólo caricaturizan la lucha de clases, la conflictiva y sempiterna relación entre ricos y pobres y entre hombres y mujeres.

En el reality se exacerban los conflictos fútiles, el tono exagerado de los debates y el encono en las competencias falsas o poco creíbles. Todo parece suficientemente pauteado desde la producción. También es posible avizorar que los “sucesos” acaecidos en cámara fueron suficientemente planificados y grabados con anterioridad a su transmisión por el canal.

Los guionistas de “¿Ganar o servir?” desvirtuaron y desperdiciaron una oportunidad única para ilustrar un período histórico indispensable para entender hoy en día también los acontecimientos políticos y sociales de nuestro país para reflexionar tras las cámaras. El show debe continuar. Una vez más se hace caso omiso de la historia, la cultura y la política de nuestro país por la televisión. Un verdadero despilfarro.