Es muy probable que el éxito de “Los 80” radica en la naturalidad de los personajes que integraban la “familia Herrera”, su problemática de subsistencia, los desafíos y sueños para superar las adversidades todavía con optimismo y fe. Por el contrario, la actual teleserie “Generación 98” se debate en las mismas incertezas que asolan nuestra actualidad, la superficialidad, incertidumbre y desconfianza en personas e instituciones que hacen poco viables la concreción de anhelos de justicias, de equidad.
José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 3/7/2023. El regreso a la pantalla chica de la exitosa serie nacional “Los 80”, que compite con la actual exhibición de la nueva producción criolla “Generación 98”, permite confrontar realidades, situaciones, personajes y formas de encarar conflictos o al menos tratar de solucionarlos en épocas bastante diferentes en nuestro país.
La historia de telenovelas chilenas incluye éxitos y fracasos desde “La madrastra”, “Ángel malo”, “Romané”, “Pampa Ilusión”, “Amores de mercado”, “Sucupira”, “Iorana”, “La fiera”, “El circo de las Montini”, “Soltera otra vez”, “El señor de la querencia”, “Pituca sin lucas”, “Perdona nuestros pecados” que constituyen una muestra de realidades sociales, de época y territorios diversos para el entretenimiento.
La mirada de “Los 80” es nostálgica, emotiva y cariñosa para evaluar tiempos terribles en plena dictadura cívico-militar, cuando el neoliberalismo se desplegaba con toda su deshumanización y mientras los chilenos vivíamos la represión, el terrorismo de Estado y la falta de democracia. Las familias fueron las más afectadas por el temor, la crisis económica, la falta de oportunidades, las desigualdades cada vez más abismante, los riegos y desafíos de enfrentar a un régimen brutal y despiadado.
“Generación 98” muestra hoy en día personalidades individualistas, consumistas, con altos grados de egoísmo, hipocresía, arribismo y otras lacras que viven los personajes naturalizando situaciones que no son comparables a las de pocas décadas anteriores. Acá no hay nostalgia sino desazón. Las personas buscan incansablemente mejorar su situación económica -prácticamente a cualquier costo- y conseguir prebendas o aprovecharse del entorno para “surgir”, en un afán aspiracional con metas simples y sin mayores expectativas en la mediocridad reinante en nuestra sociedad sin identidad propia.
Es muy probable que el éxito de “Los 80” -que alcanzó la no despreciable cifra de 7 temporadas- radica en la naturalidad de los personajes que integraban la “familia Herrera”, su problemática de subsistencia, los desafíos y sueños para superar las adversidades todavía con optimismo y fe. Es un homenaje a gente que soportó 17 años de una dictadura feroz que atacó a fondo nuestra identidad nacional, infundió temor, desesperanza y, pese a todo, finalmente, fue derrotada con organización, combatividad y unidad. Andrés Wood (autor de películas como “Machuca” y “La fiebre del loco”) se inspiró en la popular serie española “Cuéntame cómo pasó” y en la versión nacional entrega vívidas pinceladas que un mundo en el que al autor no le tocó vivir pero ha examinado con cariño y respeto.
Por el contrario, la actual teleserie “Generación 98” de Pablo Illanes se debate en las mismas incertezas que asolan nuestra actualidad, la superficialidad, incertidumbre y desconfianza en personas e instituciones que hacen poco viables la concreción de anhelos de justicias, de equidad.
Se trata del reencuentro de ex compañeros de colegio y la idea de participar en un negocio inmobiliario que los hará ricos – ¡cómo no!- , un eco-resort de lujo que necesita inversionistas con urgencia, es decir, las típicas inquietudes y apuestas de una generación dispuesta a todo para lograr sus fines. Las relaciones familiares y afectivas son relativizadas y sólo se humanizan -por ejemplo- cuando se muestran conflictos por identidad de género, temas medioambientales, animalistas y otros de última generación que no inquietan demasiado.
En “Los 80” el humor es tierno, apasionado, mientras que en “Generación 98” es cínico, indiferente y por lo mismo más hiriente y demoledor. Por ejemplo, hasta los pseudónimos o motes de los personajes protagónicos son ofensivos: “Chico”, “Sintética”, “Cartulina”, “Alcachofa”, “Moco” o “Jirafa”.
Illanes (autor de series como “Adrenalina”, “Machos”, “Alguien te mira”, “¿Dónde está Elisa?” despliega su conocimiento de la juventud actual con una mirada psico-sociológica desapasionada, sin compasión y, de alguna manera, con poco sentido crítico. Resulta curioso pensar que este mundo parece más vivible luchando directamente contra una feroz dictadura que enfrentar las vicisitudes cotidianas con métodos y metas definitivamente poco claros como en la actualidad.
Es probable que los televidentes más desaprensivos ni siquiera adviertan las diferencias de los retratos de una misma sociedad con apenas una década de diferencia en que se desenvuelven los personajes.
Desde Aristóteles hasta Hegel se entiende la dramaturgia con sus principios de tragedia, comedia y drama, géneros para una obra artística que, en este caso, se proyecta como entretenimiento a través de un medio de comunicación masivo. Sin embargo, en ambas teleseries hay tragedia, comedia y drama, con distintos niveles de autenticidad, convicción y atracción para un público desprevenido y en general bastante ingenuo y dispuesto a entrar en el juego sin dilaciones.
Actores consagrados como Daniel Muñoz, Tamara Acosta Daniel Alcaíno y Kathy Kowaleczko (en “Los 80”) encarnan con autoridad sus respectivos personajes mientras otros profesionales como Francisco Reyes, María Elena Duvauchelle y la misma Tamara Acosta (“Generación 98”) no son exigidos demasiado para construir personajes que enfrentan obviedades típicas de telenovelas románticas o de suspenso sin parámetros demasiado complejos.
En vísperas del cincuentenario los luctuosos sucesos de septiembre de 1973, “Los 80” aportan mucho más a la memoria y homenaje a las víctimas (exonerados, exiliados, torturados, ejecutados, detenidos desaparecidos) que los sutiles mensajes crípticos encapsulados en “Generación 98” que nos refriegan en la cara los errores, debilidades e inconsecuencias de nuestra actual realidad que se nos aparece terriblemente retardataria y hasta inconmovible y que nos llevara inevitablemente al estallido social de 2019, precursor e instigador de los cambios sociales, culturales y económicos indispensables para nuestro país.