“Es fuerte y doloroso” el impacto en la gente por alza de precios: Manuel Riesco

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El economista valoró medidas como el bono de invierno de 120 mil pesos y expresó que “hay que apoyar con decisión los ingresos de las personas para impedir la recesión ‘forzada a palos’” que imponen ciertos sectores. El también vicepresidente de CENDA, planteó que “hay que hacerse cargo de quienes han quedado en la calle con todas las turbulencias que hemos atravesado”.

Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 25/07/2022. Quisiera primero partir con cuestiones específicas. ¿Qué pasa en torno del dólar, con su alza y después cierta baja con la intervención del Banco Central?

El 14 de julio de este año el dólar cerró encima de mil pesos, es el tipo de cambio real más devaluado en registro. Hasta ese día el peso había perdido frente al dólar más de 10 por ciento en el mes y 26 por ciento en 12 meses. El récord anterior fue el 2002, en el fondo de la crisis “punto com” en que el dólar alcanzó a 920 pesos. Ambas monedas están actualizadas al día de hoy por la inflación respectiva. Fue el más espectacular de una serie de hitos que los principales indicadores del movimiento de la economía mundial atravesaron ese día. Esta devaluación no afecta sólo al peso sino a todo el “complejo emergente”, es decir, al conjunto de monedas y bolsas de las economías emergentes, y también a las materias primas. Así lo bautizó John Authers, quizás el analista más fino de la evolución del ciclo secular en curso, antes desde el Financial Times y ahora en Bloomberg.

Por ejemplo, al 14 de julio el cobre había caído más de 22 por ciento en el mes y 25 por ciento en 12 meses. El conjunto de los mercados emergentes, que incluye sus monedas y bolsas, había caído 3,6 por ciento en el mes, pero 30 por ciento en 12 meses. Difícilmente se podría atribuir esta enorme caída a algo que haya sucedido en Chile.

La devaluación en curso del “complejo emergente”, que incluye al peso junto a todos los instrumentos financieros de las economías emergentes, y el cobre hace mucho que dejó de ser material para hacer ollas o cables y se convirtió en un instrumento financiero, como se ha mencionado, obedece principalmente a la revaluación secular del dólar, en el curso de la recuperación secular en curso de las economías desarrolladas, actualmente a medio camino tras la profunda crisis que las afectó en la primera década de este siglo.

El empleo en los Estados Unidos, por ejemplo, medido por el censo mensual de sus planillas de pago reportado a la seguridad social, el equivalente a nuestras cotizaciones en las AFP, agregó 372 mil personas en junio y alcanzó al 58 por ciento de la población mayor de 16 años en ese país. Todavía no recupera el nivel pre Covid-19 de 59 por ciento y está aún más lejos del récord histórico de 62 por ciento alcanzado el último día del siglo XX. En el 2011, en el fondo de la crisis secular iniciada con el siglo, el empleo en la principal economía del mundo había caído a 55 por ciento de la población mayor de 16 años. Es decir, el momento que atraviesa la economía mundial, que está determinada por las economías desarrolladas, es que se encuentra a medio camino de recuperación del ciclo largo iniciado con el siglo. Eso actúa como una gigantesca aspiradora de capitales a nivel global. Ahora en pocas semanas, por ejemplo, más de 50 mil millones de dólares fueron retirados desde los mercados emergentes y retornaron a las economías desarrolladas, principalmente a los Estados Unidos. Ese movimiento del capital, la abrumadora mayoría del cual está radicado en los países desarrollados, es el que insufla y luego deprime el “complejo emergente”, incluyendo monedas, bolsas y materias primas, y determina que el llamado “superciclo” de sus precios se mueva a contrafase del ciclo secular de las economías principales, es decir, se elevan cuando estas están en crisis y se derrumban cuando se recuperan.

Ciertamente no es un camino sembrado de rosas, sino una trayectoria que se asienta de tumbo en tumbo, en una sucesión de crisis, recuperaciones y auges, a cada década o menos, que se traduce en desplomes y burbujas de todos los activos financieros. Siempre a saltos y borbotones, desde luego, como el precio del cobre por ejemplo, que viene cayendo desde el 2007 en la víspera de la crisis subprime, cuando alcanzó su precio máximo de seis dólares de hoy por libra. Al 2018 había caído bajo su valor, que son tres dólares por libra, el promedio de su precio a lo largo de casi un siglo. Su valor presenta tendencia a la baja porque el impresionante incremento de la productividad del trabajo requerido para encontrarlo, extraerlo y procesarlo, apenas compensa la creciente escasez de buenos yacimientos. Sin embargo, el precio se volvió a disparar hasta alcanzar cinco dólares por libra en mayo de 2021. El 14 de julio de 2022 había caído a 3,2 dólares por libra.

Los Estados aprendieron a morigerar estos tumbos, mediante el gasto fiscal y la política monetaria. Ahora, por ejemplo, la revalorización secular del dólar durante la recuperación que se inició el 2011 ha sido muy insuficiente, debido a la gigantesca emisión destinada a comprar activos financieros. De ese modo, aunque la recuperación del empleo en los Estados Unidos está a medio camino, el dólar sigue muy bajo si se mide en oro. Entre otras cosas, porque parte de la emisión monetaria se desvía a especular precisamente en oro. También en cobre y en cualquier cosa que sirva para especular, como bitcoin por ejemplo. Justamente, la revalorización del dólar se ha acelerado, y esos otros instrumentos financieros se han desplomado, cuando la Reserva Federal anunció que dejaba de comprar activos financieros.

Pero todos estos brincos se dan sobre el trasfondo del ciclo secular de las economías desarrolladas. Ese es un movimiento pesado, porque está determinado por la acción individual de cientos de millones de empresas que compiten y se influencian unas con otras, y sólo muy lentamente van confluyendo en una dirección de ascenso. Las caídas generalmente son más violentas.

¿Y el efecto de la caída del precio del dólar?

El efecto más impresionante ha sido en la caída del fondo de pensiones, si se lo mide en dólares. Desde enero de 2021 en que había alcanzado un récord de cerca de 160 mil millones de dólares, la ganancia bruta acumulada por el fondo desde su creación en 1981 cayó a menos de la mitad. En pocos meses el fondo AFP vio esfumarse  más de 80 mil millones de dólares y las ganancias brutas se encogieron a 75 mil millones. Menos que los 80 mil millones de dólares que se le han pagado al sistema AFP en comisiones y primas netas desde su creación en 1981. La ganancia neta se convirtió en pérdida neta

En otras palabras, los gigantescos aportes hechos mes a mes, año a año, por los afiliados, aportando a la fuerza casi un 14 por ciento de sus salarios, aportes que todos los meses han más que duplicado las pensiones pagadas por el sistema, y el fisco subsidiando un 60 por ciento del costo mismas desde 1981, incluyendo un 44 por ciento de las que pagó en los últimos 12 meses, todos esos aportes que suman más de 200 mil millones de dólares aún después de descontar el costo total de las pensiones pagadas por el sistema, todos esos aportes netos, han generado una ganancia bruta menor que las comisiones y primas cobradas por el sistema AFP. En otras palabras, la ganancia neta de estas gigantescas y forzadas transferencias destinadas a aumentar “la profundidad del mercado de capitales”, han dejado una ganancia neta inferior a cero. Tras descontar las comisiones y primas pagadas, el famoso “ahorro” ha dejado una pérdida.

Calculando lo anterior en UF arrojan una modesta ganancia porque la depreciación del peso genera una ganancia contable por diferencia de cambio a las inversiones en el extranjero, aunque las bolsas se hundan también allá. Pero igual las comisiones y primas absorben la mitad de las ganancias brutas así calculadas en UF.

¿Cómo leer, sobre todo la gente, la subida en la tasa de interés decretada por el Banco Central?

El Banco Central ha sobre reaccionado, en parte inspirado políticamente, con la intención de provocar una recesión, con el pretexto de frenar en Chile la inflación en circunstancias que la mayor parte viene de afuera. Como declaró un expresidente de esa institución, pretenden “frenar la economía a palos”. CENDA (Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo) aplaudió la reconvención que le hicieran al BC el actual ministro de Hacienda, Mario Marcel, y la vocera de La Moneda, Camila Vallejo. Son los problemas de la supuesta “autonomía” de instituciones del Estado que pretenden mandarse solas, en lugar de someterse estrictamente a las autoridades políticas democráticamente elegidas. Es una de las distorsiones heredadas de la dictadura que todavía no se termina. Hay que acabarla.

¿Cuál es tu lectura del proceso inflacionario que estamos viviendo? ¿Es muy fuerte el impacto para la población el alza de precios?

Es fuerte y doloroso. El bono de 120 mil pesos implementado por el Gobierno algo va a aliviar, pero lo principal es mantener la actividad económica, la misma que el Banco Central se propone “frenar a palos”.

Porque felizmente y principalmente gracias al extraordinario estímulo que representan los retiros y también otras medidas fiscales, el empleo formal medido por las cotizaciones se recuperó rápidamente del Covid-19 y a abril recién pasado había alcanzado un récord de 6,6 millones de personas ocupadas formalmente, un 45 por ciento de la población mayor de 16 años. Sus salarios promediaron casi un millón de pesos, los hombres un poco más del millón y las mujeres más de 900 mil, y a mayo seguían creciendo levemente por encima de la inflación, aunque las mujeres bajaron un poco. Por cierto, la mitad gana menos de 500 mil pesos y un cuarto menos del mínimo, pero ese es el promedio y son todas personas trabajadoras.

Toda la fuerza de trabajo activa, que son 11,7 millones de personas reales y concretas identificadas con RUT, nombre y apellido, número que creció en 300 mil en los últimos 12 meses, la mitad mujeres, muy jóvenes todas, dos tercios no ha cumplido 46 y casi la mitad no ha cumplido 36, todas con educación media completa y una buena proporción con educación terciaria de algún tipo. Toda esa poderosa fuerza de trabajo, una de las mejores del mundo en los aspectos señalados, conforma la moderna clase trabajadora de Chile. Es la herencia de la revolución que acabó con la vieja sociedad latifundaria. Toda esa fuerza de trabajo entra y sale constantemente de los 6,6 millones de empleos, los que son muy precarios, pero todas registran cotizaciones en años recientes. Es la moderna clase trabajadora de Chile, la que genera toda la riqueza del país. Hoy está alzada además. Gran cosa. Son las mismas personas a quienes se moteja de “clase media consumista”.

Son las mismas personas el 99 por ciento de las cuales según un reciente estudio de Hacienda deben contentarse con salarios inferiores a 4 millones, mientras el 1% restante, 130 mil personas que viven en un puñado de comunas, aterrorizadas, pero aplaudiéndose solas a través de los medios que controlan y suponiendo que sus asuntos son también los del restante 99 por ciento de la población, ese uno por ciento percibe un ingreso promedio de 20 millones de pesos al mes, incluyendo el 0.1%, 13.000 personas que perciben un promedio de 150 millones de pesos al mes, incluyendo el 0.01 por ciento, 1.300 personas que perciben un promedio de mil millones de pesos al mes.

¿Es un apoyo el bono de invierno de 120 mil pesos, que el sueldo mínimo esté en 400 mil pesos y vaya a subir un poco más, la extensión del IFE laboral y otras medidas?

Claro, hay que apoyar con decisión los ingresos de las personas para impedir la recesión “forzada a palos” por ciertas autoridades. Lo mejor sería autorizar otro retiro de fondos desde las AFP. Los anteriores no sólo reactivaron el empleo, sino además distribuyeron el ingreso, porque equivalieron a subirle el sueldo en 50 por ciento a la fuerza de trabajo recién descrita, que fueron sus beneficiarios directos. Quienes los devolvieron fueron el 0,01% de la población que gana más de mil millones de pesos al mes ¡y vaya que chillaron!

¿Por qué en Chile no hay o no puede haber control de precios?

En Chile hay control de precios sobre muchas cosas, como los combustibles por ejemplo. Nada impide asegurar que no suban los que realmente consume la población.

Se informó que en el último tiempo habría 150 mil personas pobres más en el país. La ministra de Desarrollo Social dijo que va a aumentar la pobreza en el cuadro económico actual. ¿Qué información y apreciación tienes sobre este tema?

Con toda seguridad debe ser así. Basta ver a la gente durmiendo en las calles. Pero ello no es contradictorio con lo antes señalado respecto del empleo y los salarios. Hay que hacerse cargo de quienes han quedado en la calle con todas las turbulencias que hemos atravesado.

¿Todo este difícil panorama económico podrá tener un impacto en cómo vote la gente en el plebiscito de septiembre por la nueva Constitución?

Por cierto. Esa es la motivación política de “frenar la economía a palos”. Felizmente, aunque lo hayan intentado, no creo que lo logren antes del 4 de septiembre, aunque se aprecia un freno importante desde mayo según muchos indicadores. El Gobierno debe impedirlo. En una de esas, si no lo hace, este Parlamento a lo mejor se pone las pilas y enfrenta a los poderosos que no quieren aflojar esa platita como hizo el anterior, legitimando de paso al régimen democrático cuando más lo necesitaba, y autorizan otro retiro AFP.