Elecciones de Taiwan: Lo que no se dice

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El principio de “Un país con dos sistemas”, cuya institucionalidad otorga a Taiwán la autonomía en materia administrativa, manteniendo la unidad integral territorial sin separar a chinos de chinos, ha presentado notorios resultados en el desarrollo económico compartido por ambas partes. Más allá de las cavilaciones e hipotéticos pronósticos, lo cierto es que la legitimidad de este principio ha sido validada por la ONU, incluyendo a los sucesivos gobiernos de Chile hasta la fecha desde su aplicación, sin alteraciones, como política de Estado.

Claudio De Negri(*). Santiago. 23/1/2024. La profusión de versiones de prensa acerca de las elecciones presidenciales en Taiwán el pasado sábado 13, donde resultó ganador con el 40 por ciento de los votos el exvicepresidente Lai Ching-te, candidato del separatista Partido Progresista Democrático, al calor de los hechos resultan al menos apresuradas frente a esa realidad interna, y más bien fijan su objetivo en la generación de un clima político internacional, destinado a promover la incertidumbre acerca de la situación en China.

En este caso, el principio de “Un país con dos sistemas”, cuya institucionalidad otorga a Taiwán la autonomía en materia administrativa, manteniendo la unidad integral territorial sin separar a chinos de chinos, ha presentado notorios resultados en el desarrollo económico compartido por ambas partes. Más allá de las cavilaciones e hipotéticos pronósticos, lo cierto es que la legitimidad de este principio ha sido validada por la ONU, incluyendo a los sucesivos gobiernos de Chile hasta la fecha desde su aplicación, sin alteraciones, como política de Estado.

Al detenernos en la situación interna, es pertinente señalar que el Presidente electo pertenece al mismo partido de Tsai ing-Wen, su antecesora en ese cargo y que durante todo el ejercicio de su función, desde 2020, mantuvo la posición de Taiwan en el marco del principio de “Una sola China”. A lo señalado habría que agregar que el Partido Progresista Democrático, al que ambos pertenecen y que en su discurso aboga por la independencia, ha venido disminuyendo de manera sostenida su influencia electoral, incluyendo los últimos comicios, en una correlación de fuerzas donde el principio de una sola China incrementa su adhesión.

El nuevo presidente Lai Ching-te ganó las elecciones con un 40 por ciento de los votos, de lo que se puede inferir que el 60 por ciento restante de los sufragios se identifica con una posición diferente. Adicionalmente, habría que precisar a la hora de las cuentas que no todos los votos captados por el presidente electo suscriben necesariamente su posición separatista. Esto, debido a que la población de Taiwán se encuentra distribuida básicamente en torno a cuatro partidos: PPD, de Lai Ching-tei; Kuomintang; Partido Popular de Taiwan y Partido Nuevo Poder. Habiendo cuatro partidos, la elección se definió entre tres candidatos, de modo que los adherentes al Kuomintang (el partido del extinto Chiang Kai Shek, que luego de perder la guerra civil contra Mao se refugió en Taiwan, donde gobernó mediante una ley marcial desde 1949 hasta 1975), si bien apoyaron al candidato del PPD, no por ello hoy suscriben en su totalidad la posición separatista y presentan posiciones divididas al respecto. Los dos partidos restantes, aunque en diferentes grados y formas, suscriben el principio de la China unificada y no apoyan la escisión.

Sin que nadie tenga el don de anunciar con certeza los acontecimientos futuros en un escenario internacional incierto, los hechos evidencian una nueva cruzada mediática espuria que deja traslucir la mano de Washington, que ante el debilitamiento sostenido de su hegemonía en el mundo y pese a haber suscrito el principio de una sola China, no pierde oportunidad de promover la incertidumbre acerca de China, esta vez utilizando a la población taiwanesa, en su escalada internacional destinada a la generación de conflictos en diversos puntos del planeta, como su último recurso.

Tanto para la población china como para la comunidad internacional no hace más que consolidarse la convicción de que la única forma posible de abordar la situación de Taiwán es mediante el desarrollo pacífico de acuerdos entre las partes involucradas, sin interferencia de Estados Unidos y en una relación a nivel de Estado.

(*)Claudio De Negri. Encargado de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Chile.