Israel ha intentado con la fuerza erradicar la vida política de Gaza y forzar al pueblo a una situación en la que el conflicto armado se convierta en permanente. A medida que este conflicto adquiere aires de permanencia, la frustración de la política palestina pasa de la imposibilidad de negociar a la necesidad de la violencia armada. El sociólogo israelí Baruch Kimmerling ha afirmado que la política israelí hacia los palestinos ha dado lugar a un “politicidio”, la destrucción deliberada de los procesos políticos palestinos. ¿Por qué ataca Hamás a Israel? Porque la naturaleza de la ocupación israelí ha impuesto una gramática política a la relación entre palestinos e israelíes. Los altos cargos israelíes no han utilizado el lenguaje de la autodefensa. Han hablado en el lenguaje del castigo colectivo.
Vijay Prashad(*). Globetrotter. 13/10/2023. ¿Quién sabe cuántos civiles palestinos habrán muerto para cuando se publique este artículo? Entre los cadáveres que no podrán ser trasladados a un hospital o a una morgue, porque no habrá gasolina ni electricidad, habrá un gran número de niños y niñas. Se habrán escondido en sus casas, escuchando el sonido de los bombarderos F-16 israelíes acercándose cada vez más, las explosiones avanzando hacia ellos como un enjambre de hormigas rojas en persecución. Se habrán tapado los oídos con las manos, agazapados con sus padres en sus oscuras salas de estar, esperando, esperando a que la inevitable bomba golpee su hogar. Para cuando los equipos de rescate lleguen hasta ellos bajo las montañas de escombros, sus cuerpos habrán quedado irreconocibles, y sus familias llorarán mientras se desentierran prendas familiares o enseres domésticos. Así es el tormento de los palestinos que viven en Gaza.
Un amigo en Gaza -que tiene un hijo de 17 años- me dijo la primera noche de este reciente periodo de bombardeos israelíes que su hijo había vivido al menos diez grandes ataques israelíes contra los palestinos de Gaza. Mientras hablábamos, hicimos una lista de algunas de las guerras que podíamos recordar (dado que se trata de guerras de Israel, utilizamos los nombres del Ejército israelí para sus ataques contra Gaza):
– Operación Lluvias de Verano (junio de 2006)
– Operación Nubes de Otoño (octubre-noviembre de 2006)
– Operación Invierno Caliente (febrero-marzo de 2008)
– Operación Plomo Fundido (diciembre de 2008-enero de 2009)
– Operación Eco que corre (marzo de 2012)
– Operación Pilar de Nube (noviembre de 2012)
– Operación Borde Protector (julio-agosto de 2014)
– Operación Cinturón Negro (noviembre de 2019)
– Operación Amanecer (agosto de 2022)
– Operación Escudo y Flecha (mayo de 2023)
Cada uno de estos ataques pulveriza las mínimas infraestructuras que permanecen intactas en Gaza y golpea duramente a la población civil palestina. El Ministerio de Sanidad de Gaza registra las muertes y bajas civiles, pero los israelíes y sus cómplices occidentales hacen caso omiso de ellas. Cuando se intensificaron los bombardeos actuales, el periodista Muhammad Smiry dijo: “Puede que esta vez no sobrevivamos”. La preocupación de Smiry no es aislada. Cada vez que Israel envía sus aviones de caza y misiles, la muerte y la destrucción son de una proporción inimaginable. Esta vez, con una invasión a gran escala, la destrucción será de una dimensión nunca vista.
La ruina de Gaza
Gaza es una ruina poblada por casi dos millones de personas. Tras el horrible bombardeo israelí de Gaza en 2014, Naciones Unidas informó de que “la gente duerme literalmente entre los escombros; los niños han muerto de hipotermia”. Se ha escrito una variación de esta frase después de cada uno de estos bombardeos y se seguirá escribiendo cuando este por fin llegue a su fin.
En 2004, el Director de Seguridad Nacional de Israel, Giora Eiland, dijo que Gaza es un “enorme campo de concentración”. Este “enorme campo de concentración” se erigió en 1948, cuando la política de limpieza étnica del recién creado Estado israelí expulsó a los palestinos a campos de refugiados, incluido el de Gaza. Dos años después, la Inteligencia israelí informó de que los refugiados de Gaza habían sido “condenados a la extinción total”. Esa sentencia no ha cambiado en los 73 años transcurridos. A pesar de la retirada oficial de los colonos y las tropas israelíes en 2005, Israel sigue siendo la potencia ocupante de la región al sellar las fronteras terrestres y marítimas de la Franja de Gaza. Israel decide lo que entra en Gaza y utiliza ese poder para estrangular periódicamente a la población.
Politicidio
Cuando los palestinos de Gaza intentaron elegir a sus propios dirigentes en enero de 2006, Hamás -formado en la primera Intifada (levantamiento) de 1987 en Gaza- ganó las elecciones. La victoria de Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica) fue condenada por los israelíes y Occidente, que decidieron utilizar la fuerza armada para anular los resultados electorales. La Operación Lluvias de Verano y la Operación Nubes de Otoño sumergieron a los palestinos en una nueva dinámica: bombardeos puntuales como castigo colectivo por haber elegido a Hamás en las elecciones legislativas. A Gaza nunca se le permitió un proceso político, de hecho, nunca se le permitió conformar ningún tipo de autoridad política que hablara en nombre del pueblo. Israel ha intentado con la fuerza erradicar la vida política de Gaza y forzar al pueblo a una situación en la que el conflicto armado se convierta en permanente. Cuando los palestinos llevaron a cabo una Gran Marcha del Retorno no violenta en 2019, el Ejército israelí respondió con una fuerza bruta que asesinó a doscientas personas. Cuando a una protesta no violenta se responde con la fuerza, resulta difícil convencer a la gente de que siga por ese camino y no tome las armas.
A medida que este conflicto adquiere aires de permanencia, la frustración de la política palestina pasa de la imposibilidad de negociar a la necesidad de la violencia armada. No queda abierta ninguna otra vía. La dirección política palestina, o bien ha sido atada por la Unión Europea y los Estados Unidos, alejándose así de las aspiraciones populares, o bien -si sigue reflejando esas aspiraciones- ha sido enviada a una de las muchas y duras prisiones de Israel (cuatro de cada diez hombres palestinos están o han estado en prisión, mientras que los líderes de la mayoría de los partidos de izquierda pasan allí largos periodos bajo órdenes de “detención administrativa”). El sociólogo israelí Baruch Kimmerling ha afirmado que la política israelí hacia los palestinos ha dado lugar a un “politicidio”, la destrucción deliberada de los procesos políticos palestinos. La única vía que queda abierta es la lucha armada.
De hecho, según el derecho internacional, la lucha armada contra una potencia ocupante no es ilegal. Hay muchos convenios internacionales y resoluciones de las Naciones Unidas que afirman el derecho de autodeterminación: entre ellos, el Protocolo Adicional 1 de los Convenios de Ginebra de 1949, la Resolución 3314 (1974) de la Asamblea General de la ONU y la Resolución 37/43 (1982) de la Asamblea General de la ONU. La resolución de 1982 “reafirma la legitimidad de la lucha de los pueblos por la independencia, la integridad territorial, la unidad nacional y la liberación de la dominación colonial y extranjera y de la ocupación extranjera por todos los medios disponibles, incluida la lucha armada”. No podría haber una declaración más contundente que sancione legalmente la lucha armada contra una ocupación ilegal.
¿Por qué ataca Hamás a Israel? Porque la naturaleza de la ocupación israelí ha impuesto una gramática política a la relación entre palestinos e israelíes. De hecho, cada vez que se produce un modesto avance en las conversaciones -a menudo con la mediación de Qatar- entre Hamás y el Gobierno israelí, esas conversaciones son silenciadas por el sonido de los aviones de combate israelíes.
Crímenes de guerra
Cada vez que estos cazas israelíes martillean Gaza, los líderes de los países occidentales se alinean metronómicamente para anunciar que “están con Israel” y que “Israel tiene derecho a defenderse”. Esta última afirmación -sobre que Israel tiene derecho a defenderse- es jurídicamente errónea. En 1967, las fuerzas israelíes cruzaron las “líneas verdes” israelíes de 1948 y se apoderaron de Jerusalén Este, Gaza y Cisjordania. La Resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pedía la “retirada de las fuerzas armadas (israelíes) de los territorios ocupados en el reciente conflicto”. El uso del término “ocupados” no es inocente. El Artículo 42 del Reglamento de La Haya (1907) establece que un “territorio se considera ocupado cuando está efectivamente puesto bajo la autoridad del ejército hostil”. La Cuarta Convención de Ginebra obliga a la potencia ocupante a responsabilizarse del bienestar de quienes han sido ocupados, la mayoría de las obligaciones violadas por el gobierno israelí.
De hecho, en lo que respecta a Gaza desde 2005, los altos cargos israelíes no han utilizado el lenguaje de la autodefensa. Han hablado en el lenguaje del castigo colectivo. En los prolegómenos de los bombardeos en curso, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, dijo: “Hemos decidido detener la transferencia de electricidad, combustible y mercancías a Gaza”. Su ministro de Defensa, Yoav Gallant, le siguió diciendo: “He ordenado un asedio total a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado”. Después, el ministro de Energía israelí, Israel Katz, dijo: “He dado instrucciones para que se corte inmediatamente el suministro de agua de Israel a Gaza”. Tras cumplir estas amenazas, han sellado Gaza -incluso bombardeando el paso fronterizo de Rafah con Egipto- y han encerrado la vida de dos millones de personas. En el lenguaje de las Convenciones de Ginebra, esto es un “castigo colectivo”, que constituye un crimen de guerra. La Corte Penal Internacional abrió una investigación sobre los crímenes de guerra israelíes en 2021, pero no pudo avanzar ni siquiera para recabar información.
Los niños se apiñan en sus habitaciones a la espera de las bombas se sientan a oscuras porque no hay electricidad y esperan -con la garganta reseca y el vientre hambriento- el final. Tras el bombardeo israelí de 2014, Umm Amjad Shalah habló de su hijo Salman, de 10 años. El niño no dejaba ir a su madre, aterrorizado por el ruido de las explosiones y la muerte a su alrededor. “A veces grita muy fuerte”, dice. “Casi parece que se ríe a carcajadas”.
(*)Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos “The Darker Nations” y “The Poorer Nations”. Sus últimos libros son “Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism” y “The Withdrawal: Iraq, Libya, Afghanistan, and the Fragility of U.S. Power” (con Noam Chomsky).