El medio litro de leche

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Entre las primeras 40 medidas básicas del Gobierno de Salvador Allende. El volumen del plan del Medio Litro y las condiciones exigidas eran una tarea colosal: 4.000 toneladas mensuales equivalentes a 40 millones litros de leche o sea 80 millones de raciones de medio litro al mes. La leche se entregó regularmente, sin interrupciones hasta el último día del gobierno del Presidente Allende.

Leonardo Fonseca (*). Santiago. 10/5/2023. Desde la primera campaña presidencial en 1952 con el Frente del Pueblo, se conocía el pensamiento de Salvador Allende sobre la leche y la alimentación de los niños. Seguramente pensaba lo mismo cuando fue Ministro de Salubridad del Frente Popular a fines de los años 30 del siglo pasado. Una de las principales inquietudes de Allende era la desnutrición de los niños chilenos y del pueblo en general, expresándose en enfermedades, alta mortalidad, mal estado físico, incluida su talla corporal. Señalaba que si de tomaba leche desde la infancia mejoraría el estado físico y mental.

Durante años, antes de ser presidente, Allende propició la instalación de una cadena de “bares lácteos” destinados a privilegiar el consumo de leche, sin resultados para esos tiempos. De allí que, habiendo asumido el Gobierno, se esforzó por cumplir el compromiso programático de entregar medio litro de leche diario, gratuitamente, a todos los niños y a las mujeres en gestación o en etapas intermedias. La tarea fue asignada al Ministerio de Salud para su planificación; la distribución quedó a cargo  de ese Ministerio más el de Educación vía escuelas y consultorios.

Para obtener la leche, que no era tarea menor, la responsabilidad se asignó a la Empresa de Comercio Agrícola (ECA), que me correspondió dirigir en los tres años del Gobierno de la Unidad Popular (UP). El producto debíamos entregarlo en cada provincia a los Ministerios responsables de su distribución.

No existía ninguna posibilidad de producir tal cantidad de leche en nuestro país. Ésta y los subproductos que procesaban las plantas pasteurizadoras, alcanzaban para un sector reducido de la población. El Estado, por vía de la ECA, debía importar leche descremada y grasa de leche en invierno, a fin de complementar las necesidades de dichas plantas. Es decir, la capacidad de las plantas, de la masa ganadera y la estructura del agro, hacían imposible llevar a la práctica el plan con leche nacional.

Allende nos solicitó iniciar la entrega de leche en tres meses, es decir en febrero de 1971. Se debía importar 4 millones de kilos de leche en polvo mensualmente, en bolsas de 1 kilo y entregarlas en cada provincia. Allende me llamaba regularmente por el teléfono interno para informarse del estado de las importaciones. 

Conocía al Presidente desde la campaña de 1952.  Años después, nos encontramos en Moscú cuando yo trabajaba para el Gobierno cubano, más tarde volvimos a vernos en La Habana. En muchas oportunidades me citó a La Moneda para informarle sobre el abastecimiento de alimentos.

Un segundo problema lo generó el tipo de leche. El Ministerio de Salud había determinado un contenido de materia grasa que no correspondía a los estándares internacionales normales.  Nos salía más barato conseguir leche entera, tipo Nido, que la solicitada por nuestros médicos de Salud, pero las condiciones técnicas del momento exigían su cumplimiento. Por lo tanto, a los proveedores extranjeros hubo que pagarles para que licuaran leche en polvo entera y adecuaran la materia grasa a lo establecido por el Ministerio de Salud.

Dar leche entera a niños que no la consumían o estaban desnutridos, podría causarles problemas digestivos serios y con ello afectar el plan si la prensa mercurial hablaba de “leche envenenada”.

Un tercer problema: la leche debía venir desde Europa en bolsas de un kilo para su distribución ya que en el país no existían las condiciones para reembolsar las de 20 kilos a las de 1 kilo. Importar en bolsas de un kilo generó un costo elevado.

Además, el volumen del plan del Medio Litro y las condiciones exigidas eran una tarea colosal: 4.000 toneladas mensuales equivalentes a 40 millones litros de leche o sea 80 millones de raciones de medio litro al mes.

La leche se consiguió fundamentalmente en países europeos, Bélgica y Holanda preferentemente, pero a un costo elevadísimo.

Con el equipo técnico de ECA, determinamos que era necesario envasar la leche en Chile, en bolsas de un kilo. Se construyó una planta envasadora rápidamente. La inversión se pagó en tres meses de operación. Encargamos el trabajo a un ingeniero de derecha, pero que asumió la responsabilidad en tiempo y en calidad. 

La posibilidad de hacer fracasar el programa y dejar a los niños sin leche, era una probabilidad cierta, que tuvimos presente todo el tiempo. Los opositores al Gobierno carecían de escrúpulos, y podían sabotear una tarea tan noble y vital para el desarrollo de la infancia. 

Por eso se dispuso de un volumen de reserva, manejado muy discretamente, por cierto, a un alto costo para el país. Ello nos permitió enfrentar los “atrasos” no justificados de las naves o las sospechosas demoras en zarpar desde puertos europeos, así como los camiones que llegaban con retraso a la estiva en Europa, o los problemas de producción en las fábricas, etc. etc. El stock de enlace frenó todas las maniobras destinadas a interrumpir el flujo de la leche.

La leche se entregó regularmente, sin interrupciones hasta el último día del Gobierno del Presidente Allende. Las instancias administrativas del Estado operaron, pero el Presidente de todas maneras controló su ejecución regularmente. Las mayores dificultades provenían del comercio exterior: conseguir la leche y otros productos y financiar su importación, todo esto, sometido a la presión y al sabotaje de EEUU. 

Otro asunto fue con “la otra leche”. ¿Cuál se preguntarán?: la leche descremada y la grasa de leche (butteroil) destinada a reconstruir leche fresca por las plantas pasteurizadoras. Desde los gobiernos anteriores al de la UP, el Estado, a través de la Empresa de Comercio Agrícola (ECA), importaba y vendía al sector privado dichos productos para garantizar durante el invierno la leche fluida (la leche de botellas) y otros productos como helados, yogur, quesillos, etc. En ese período el ordeño disminuye y no permite a las plantas cumplir la demanda. Muestra la incapacidad del sector agropecuario de la época. Pues bien, en la importación de esta leche, se centró el sabotaje de nuestros opositores. 

De pronto se “perdía”, la nave que traía la leche descremada para el enlace. Los armadores levantaban los hombros: “no sabemos nada, pronto debe aparecer el barco”, y no aparecía. 

Pueden imaginarse el impacto político que hubiera significado que una mañana faltara en el comercio, la leche fresca en botellas, debido a que el Estado no fuera capaz de cumplir sus compromisos con las plantas privadas.

Entonces, decidí recurrir a Cuba. Llamé por teléfono a mi amigo el Viceministro de Planificación, conocido como Luisón, quién consultó de inmediato con el entonces Presidente de la República, Osvaldo Dorticós, y ambos acordaron una operación de emergencia: a la cubana. Ordenaron el regreso de un barco cargado de azúcar que había zarpado con destino a Chile en la madrugada. Descargaron una parte del azúcar y cargaron la leche en polvo de sus reservas estratégicas, todo con aporte voluntario de los trabajadores de la empresa lechera (ECIL) y los estibadores del puerto. Antes de 24 horas la leche venía en camino.

¿Óyeme Luisón, dime cual es el precio? Lo llamé como un negociante normal. ¡Coño, mi hermano! no te preocupes de eso ahora, lo veremos más adelante. Después, el acuerdo fue el reintegro de la leche puesta en barcos cubanos en Valparaíso. 

Esta acción solidaria, es una demostración del internacionalismo, que tiene claro las acciones desestabilizadoras puestas en práctica por el enemigo común de todos los pueblos.

Fue enorme el odio de la derecha y de sus mandantes, al enterarse de esta noble acción. Sobre todo, por tratarse de Cuba. 

Importamos la leche desde Nueva Zelandia almacenándola en una bodega en Valparaíso, a la espera de la nave cubana. Entonces, un comando opositor, técnica y militarmente “muy especializado”, neutralizó a los trabajadores y prendió fuego a la bodega. Pagó el seguro, pero nos causó un daño considerable. 

El imperio no volvió a atacarnos con los lácteos, pero si con otros productos y especialmente con el financiamiento de las importaciones y los transportes, práctica análoga a la que lleva a cabo hoy contra Cuba y Venezuela. 

Repetimos. La leche se entregó regularmente, sin interrupciones hasta el último día del gobierno del Presidente Allende. Fue una verdadera hazaña, una proeza cargada del más alto humanismo, llevada a cabo no obstante los miserables obstáculos dispuestos por la oligarquía criolla en alianza con sus financistas: el imperio norteamericano.

 (*)Leonardo Fonseca. Vicepresidente Ejecutivo de la Empresa de Comercio Agrícola (ECA), durante el gobierno del Presidente Salvador Allende.

Leonardo Fonseca.

Vicepresidente Ejecutivo de la Empresa de Comercio Agrícola.(1970-1973).

Fecha………….