La derecha política, la derecha económica y la derecha ideológica perdieron a uno de sus más representativos personajes. Sin embargo, todo eso no debe llevar a una censura del escrutinio público, político, analítico y comunicacional de lo que fueron todos los años de la vida pública, financiera y política de Sebastián Piñera.
“El Siglo”. El Editorial. 10/2/2024. Era natural que desde su entorno personal se dijeran palabras sensibles, de cariño y profundo reconocimiento al expresidente Sebastián Piñera.
Era esperable que desde su sector político se expresaran elogios, se explayara la retórica, se reivindicara “su legado”, se destacaran “sus logros” como mandatario e incluso se estableciera que es el “líder indiscutido” de la derecha, y el personaje “más notable en la historia” del mundo conservador.
También se podía esperar que los medios de prensa afines ideológicamente al pensamiento del exmandatario, dedicaran varios días a relevar la figura de Piñera, empaparan decenas de páginas de elogios y emociones, contaran sus episodios positivos, dieran espacios a las vocerías positivas sobre la trayectoria del financista y político.
Al final de cuentas, la derecha política, la derecha económica y la derecha ideológica perdieron a uno de sus más representativos personajes.
Sin embargo, todo eso no debe llevar a una censura del escrutinio público, político, analítico y comunicacional de lo que fueron todos los años de la vida pública, financiera y política de Sebastián Piñera.
No se pueden soslayar los innumerables casos judiciales y de denuncias en que estuvo involucrado por delitos e irregularidades financieras de alta connotación, su responsabilidad política en casos de violaciones a los derechos humanos, su conflicto de intereses en varios sucesos, y lo que fueron sus gestiones en dos gobiernos.
Varias columnas de opinión y notas informativas hablaron de las “luces y sombras” del expresidente, lo cual es elocuente en un historial como el de Piñera.
Es cierto que, con las reticencias que pueden existir al respecto, era “un momento republicano” que se debía vivir ante el fallecimiento de un exjefe de Estado. Le correspondió a este Gobierno, de fuerzas políticas progresistas, socialdemócratas y de izquierda, asumirlo. Como cuando a Michelle Bachelet le tocó la muerte del dictador Augusto Pinochet.
Sin embargo, surgieron críticas a ciertas declaraciones y afirmaciones desde el Gobierno y el oficialismo, primero, porque fueron más allá del comportamiento sereno y republicano, resaltando cualidades del expresidente que están en duda en amplios sectores políticos y de la ciudadanía, y segundo, porque se ocupó la ocasión para instalar “autocríticas” que “debería” hacerse el actual oficialismo respecto a su comportamiento en el último mandato de Piñera, incluyendo “injusticias” que se habrían cometido, lo cual trascendía el homenaje y más bien se metía en un debate político de otros espacios.
Y no faltaron las exigencias desde la derecha de que sectores de izquierda pidieran “excusas” y “perdón” por la actuación ante el expresidente, sobre todo por situaciones como la declaración de guerra en 2019, la extendida violación a los derechos humanos y la incomprensión de lo que realmente estaba ocurriendo en un suceso marcado fundamentalmente por el factor social y no el delictivo.
Habría que recordar que el referente presidencial y de liderazgo dentro de la izquierda es el Presidente Salvador Allende. La derecha, el mundo conservador -político y militar-, fueron responsables de su muerte y concretaron su violento derrocamiento. Eso fue más allá de resolver las controversias en un marco democrático como se exige hoy. Es más, actuales personeros de la derecha responsabilizan a Allende del golpe de Estado, hasta el propio Piñera dijo que ese Gobierno no respetó la democracia y jamás se han excusado y menos pedido perdón por haber instigado, promovido, respaldado y justificado el derrocamiento de un Presidente de la República. La derecha ha violentado e insultado la figura de Allende. Paradójicamente, han sido voceros y representantes de la izquierda quienes han esgrimido argumentos autocríticos y reflexivos, ponderados, respecto a ese período.
Finalmente, la historia se debe escribir completa. No es prudente ni honesto intentar reconstruirla a partir de posiciones sectarias y acotadas. Eso vale sobre todo para los que ocupan y ocuparon el cargo de Presidente de la República. Por cierto, es más viable concretarlo pasados los instantes de conmoción, tristeza, homenajes del momento, desconcierto. Pero es ineludible.