EL EDITORIAL. En torno del 11/9

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Un hecho de la causa es que en los 50 años de sucedido el golpe de Estado, en Chile y en el mundo se multiplicaron los homenajes al Presidente Salvador Allende y se ratificó una condena nacional y universal a la asonada golpista. Mientras la sociedad civil y fuerzas políticas democráticas, progresistas y de izquierda redoblaron la condena a recurrir a golpes de Estado y defender la democracia, los sectores conservadores, la derecha y la extrema derecha se negaron a un compromiso de esa magnitud y establecieron tesis como que si se repitiera un Presidente como Salvador Allende, se podría repetir un Pinochet.

“El Siglo”. El Editorial. Santiago. 19/9/2023. Un hecho de la causa comprobable es que en los 50 años de sucedido el golpe de Estado de 1973, en Chile y en el mundo se multiplicaron los homenajes al Presidente Salvador Allende y se ratificó una condena nacional y universal a la asonada golpista con su secuela de miles de ejecutados y detenidos desparecidos.

También se ratificó la evidencia de que los partidos de derecha y extrema derecha, medios de prensa afines, representantes empresariales y de “la familia militar” y columnistas conservadores, se niegan a condenar el golpe de Estado, se concentran en querer denostar al Presidente Allende, instalan la falacia de una supuesta falta de análisis del período de la Unidad Popular, relativizan la violación a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad y desconocen los avances sociales impulsados en la administración de Allende.

Mientras la sociedad civil en sus diversas expresiones, y fuerzas políticas democráticas, progresistas y de izquierda redoblaron la condena a recurrir a golpes de Estado y defender la democracia, los sectores conservadores, la derecha y la extrema derecha se negaron a un compromiso de esa magnitud y establecieron tesis como que si se repitiera un Presidente como Salvador Allende, se podría repetir un Pinochet.

En una actitud hipócrita se quiso instalar que el 11 de septiembre, por sí sola, es una fecha que “divide a los chilenos”, cuando lo que ocurre realmente es que en el país hay quienes condenan sin tapujo el golpe de Estado, a la dictadura y sus crímenes, y hay quienes reivindican “el pronunciamiento militar”, promueven el negacionismo y no cierran la puerta a golpes de Estado si hay un Gobierno que implemente profundas transformaciones en el país. Ahí radica la diferenciación al interior de la sociedad.

Lo sustancial, en todo caso, fue la amplitud, masividad y contundencia de casi 400 actividades desarrolladas a lo largo de las 16 regiones del país para conmemorar los 50 años del golpe de Estado, homenajear al Presidente Allende y recordar a las víctimas del terrorismo de Estado desatado por los militares y carabineros. La magnitud constatable de cientos de actos culturales, políticos, académicos, foros y seminarios, exposiciones y presentaciones de ediciones, efectuados en Chile y en una treintena de países. La extensión de eventos desarrollados por el pueblo chileno en su diversidad de representaciones en los territorios populares y espacios sociales.

Conmovió el recuerdo entrañable del Presidente Salvador Allende y el rechazo consciente al golpe de Estado. Emocionó el homenaje a las miles de víctimas de la asonada golpista y la dictadura.

Resultó terrible el contraste con publicaciones en medios de prensa tradicionales y conservadores y vocerías de políticos y académicos conservadores, de derecha y extrema derecha, insultando y menospreciando a Salvador Allende, justificando el golpe, relativizando los crímenes, instalando falacias, desconociendo totalmente los logros del Gobierno Popular y amenazando con la posibilidad de recurrirse a intervenciones militares golpistas. Todo en un tono hostil, de odio, de revancha, oscurantista y de fomento de la violencia política.

En definitiva, esta conmemoración permitió de manera clara y precisa remarcar el alcance nacional y universal del Presidente Allende, la condena del golpe de Estado, el destaque de logros del Gobierno de la Unidad Popular, la constatación de las violaciones a los derechos humanos y los compromisos reales con la democracia, en contraste con las posiciones conservadoras, contratransformadoras, antidemocráticas, justificadores de golpes de Estado, negacionistas, falaces y mentirosas y alimentadoras de odio e intolerancia.

De paso, se ratificó la necesidad de proseguir con los proyectos de transformación social, económica, cultural e institucional, de búsqueda de verdad y justicia, de promoción de los derechos humanos, de defensa de la democracia, de reivindicación de los intereses populares y de rechazo a asonadas golpistas.