EL EDITORIAL. A propósito de otro editorial

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Falacias e imprecisiones en un texto de El Mercurio.

“El Siglo”. El Editorial. Santiago. 10/6/2023. Vale la pena no dejar pasar el contenido del editorial de El Mercurio de este día porque da cuenta de ciertas líneas editoriales y tonos del debate que no es conveniente soslayar.

Es un texto, como se verá, que sostiene falacias, estigmatizaciones e imprecisiones, con lo que se daña la veracidad y seriedad ante las y los lectores. Aunque todo es en referencia a un partido político, toca al buen desempeño del periodismo y la exposición de líneas editoriales.

Habla de una supuesta visión del Partido Comunista (PC) “anquilosada en el pasado”, pero se pisa la cola con una postura propia de tiempos de la Guerra Fría y vuelve al tono agresivo que tuvo el periódico en la época del Gobierno de la Unidad Popular, queriendo achacar a los comunistas falsedades como buscar implantar en Chile el modelo soviético o cubano, en una verborrea ya conocida y harto añeja. 

En una columna que se puede leer en www.elsiglo.cl, el senador del PC, Daniel Núñez, sostiene que el proceso llevado adelante a partir de 1970 fue “un hecho inédito, único en el mundo, que se diferenció en su implementación del modelo soviético y cubano de partido único”. Hay muchos otros ejemplos respecto a ello.

En El Mercurio se expresa preocupación porque el secretario general del PC, Lautaro Carmona, afirmó que el proyecto de la Unidad Popular (UP) quedó “inconcluso pero no derrotado”, y porque dijo que hay que “tener abiertas las puertas para que sea el movimiento social el que obtenga los avances sociales”. Coloca esos planteamientos en tono negativo. Y se pregunta en el escrito: “¿Qué parte del proyecto de la Unidad Popular considera el PC pendiente”?

Los hechos indican que, en efecto, el proyecto quedó inconcluso. En ello fue determinante el golpe de Estado civil-militar contra un Gobierno constitucional. Asonada militar que editorialmente El Mercurio respaldó.

Pero, ¿qué quedó inconcluso del período de la UP? Por mencionar algunos ejemplos. Lograr “jubilaciones justas” y “mejorar las pensiones más bajas”; otorgar “matrícula gratuita, libros, cuadernos y útiles escolares sin costo, para todos los niños de la enseñanza básica”; instalar “consultorios materno-infantiles en todas las poblaciones”; construcción de viviendas para enfrentar del déficit habitacional; fijar en 10% de la renta familiar como máximo para el pago del arriendo y dividendos; suprimir pago de medicinas y servicios en hospitales y reducción de precios en medicamentos; terminar con alzas de impuestos que afectan a los artículos de primera necesidad y alimentos; asegurar trabajo a todas las chilenas y chilenos. En la perspectiva de lo indicado por el secretario general del PC, esos objetivos no quedaron derrotados, sino postergados y muchos sectores hoy bregan por su concreción en beneficio de las familias chilenas. Hay derechos que buscaba consagrar el Gobierno de la UP que quedaron pendientes y el PC busca revitalizar. A El Mercurio y a quienes representa, al parecer no les parece.

Siempre, en sus 111 años de existencia, el PC ha planteado que es el pueblo, el movimiento social, las y los trabajadores quienes deben protagonizar los cambios y procesos sociales en el país. ¿Cuál es la sorpresa? Lo que ocurre, y así se comprueba en el texto de El Mercurio, es que los sectores representados en el editorial de ese medio no comparten y rechazan esa rol en el movimiento social, quizá le temen al pueblo y el papel que cumpla en los procesos del país. El protagonismo del mundo social lo ponen en tono negativo, amenazante. E históricamente ese periódico ha sostenido que el protagonismo debe estar en las elites políticas y financieras, en los gremios empresariales, en la intelectualidad conservadora.

En esa línea, quienes escribieron el editorial usan un lenguaje nada sofisticado y caricaturesco al interrogarse si las y los comunistas “¿siguen manteniendo que resulta inevitable el proceso dialéctico de lucha de clases que sembró odio en el país”? Resulta que pensadores y académicos de distinto signo, en todo el mundo, describen el funcionamiento de las sociedades en función de clases sociales, de sectores altos, medios y de bajos ingresos, “de los de arriba y los de abajo”, de sectores sociales caracterizados por su condición económica y ubicación en la sociedad. Esas diferencias son las que generan no sólo desigualdad, sino indignación, que no es odio. Odio fue la concreción del golpe de Estado, la ejecución y desaparición de miles de compatriotas, las decenas de miles de casos de torturadas y torturados, hechos que El Mercurio omitió durante décadas. Y quizá ahora se quiera omitir las diferencias socioeconómicas entre sectores de la sociedad chilena.

Luego el editorial vuelve sobre la cantinela añeja de que el PC querría el control estatal de los medios de producción, la toma de empresas, la estatización de la banca y la fijación de precios. Un lenguaje calcado de inicio de los años setenta, como aquello de que habría tanques soviéticos defendiendo La Moneda. Baste leer las propuestas del PC como un desmentido categórico a esas insinuaciones que evidentemente buscan estigmatizar y distorsionar los planteamientos de las y los comunistas. Son cantinelas muy viejas esgrimidas por los medios de derecha y conservadores que, ojalá, la gente haya aprendido a descartar.

Indicó El Mercurio que Lautaro Carmona culpó a Estados Unidos y la OTAN de la invasión rusa a Ucrania. Y que esa postura “nos aleja (se infiere que el diario se atribuye la representación de Chile) de las democracias occidentales”. Dos cosas: el dirigente comunista no culpó a nadie, sino que sostuvo que esa guerra fue “gatillada por la provocación de EEUU a través de la OTAN”, algo que sostienen personalidades y organizaciones de distinto signo en todo el mundo; y dar por sentado que Estados Unidos y los países de la OTAN representan “democracias occidentales” es algo que discuten y cuestionan a nivel internacional no sólo los comunistas. Pero se sabe la cercanía ideológica y los vínculos históricos de El Mercurio con Estados Unidos -demostrados por investigaciones del Senado estadounidense y desclasificación de documentos de la Central de Inteligencia Americana-. Por cierto, el editorial no mencionó que el PC condenó la guerra en Ucrania y llamó a Rusia a hacerse responsable de aquello, al igual que EU y la OTAN.

El Mercurio indica que “no es claro que (las) posturas más radicales sean mayoritarias dentro del PC”, apuntando a establecer diferencias en las filas comunistas. El editorial llama a esperar si habrá cambios en el próximo Congreso del PC. Pero, parece difícil que la militancia comunista acuerde no proseguir con la demanda y consagración de derechos que se instalaron desde el Gobierno de la UP, que acuerde no otorgarle protagonismo al movimiento social, que no siga reconociendo las desigualdades entre sectores sociales en un país conocido por su pésima redistribución de la riqueza, que no siga condenando las guerras y las posturas injerencistas de “las democracias occidentales”. 

Sería como pedirle a los partidarios de la línea editorial de El Mercurio que dejen de defender y promover las AFP, las Isapres, el no pago de impuestos del 1% más rico del país, la explotación de los recursos naturales chilenos por parte de trasnacionales extranjeras, el modelo económico mercantil y neoliberal, la fortaleza de colectividades políticas de derecha y extrema derecha, los vínculos estrechos con “las democracias occidentales”, la existencia de monopolios forestales privados y de consorcios pesqueros privados, la reivindicación “de los logros del gobierno militar”.

En los medios de prensa se expresan pensamientos ideológicos y se representan intereses. Eso es natural. Lo hizo El Mercurio atacando al Gobierno de Salvador Allende, respaldando a la dictadura y defendiendo la actual institucionalidad y modelo económico (Recurrir a textos y editoriales). Pero de ahí a instalar falacias, distorsiones y caricaturas, hay una distancia. Que, por cierto, no ayuda al conocimiento veraz que se entrega a la gente, a reforzar el derecho a la información, a la credibilidad en los medios, a la sanidad democrática.