Diego Ibáñez: El Consejo Constitucional, partido de unidad y 50 años del golpe

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El diputado y presidente de Convergencia Social abordó en entrevista temas de coyuntura. Indicó que las y los 17 consejeros constitucionales del oficialismo deben mantener “una estrategia única que permita consagrar ciertos pisos mínimos en el texto que se va a plebiscitar”. Apuntó que los partidos deberán estar evaluando los trabajos del CC “para tomar cualquier tipo de definición, que debe ser siempre colectiva”. El dirigente reconoció que fusionar las colectividades del Frente Amplio “es un deseo que está hace mucho rato manifestándose”. Frente a la conmemoración del cincuentenario de la asonada golpista de 1973, sostuvo que “la reflexión no es tan partidaria, sino más humanitaria desde el punto de vista de sembrar una cultura del diálogo”.

Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 14/6/2023. Conocido el Anteproyecto constitucional elaborado por la Comisión Experta, los episodios de inicio de trabajos del Consejo Constitucional, ¿se le instala la incertidumbre, la esperanza, la duda, respecto a este proceso en que se formulará una nueva propuesta de Constitución?

Para interpretar el presente que vivimos hay que tener en claro que sufrimos una derrota como izquierda, de carácter estratégico. Para recomponer la fuerza y, al mismo tiempo, disputar una nueva Constitución, vamos a necesitar mucha templanza para abordar este presente. Creo que el Anteproyecto es mejor a la Constitución de (Augusto) Pinochet, en tanto se consagra explícitamente un Estado social y democrático de derecho, y que si bien no tiene todos los elementos que me gustarían, es un pequeño paso para consagrar un sistema de seguridad social que sea coherente con un Estado de bienestar, sin perjuicio de modificaciones en el Consejo y la participación fundamental y soberana que tienen los electos que son quienes van a tener la última palabra.

¿Cómo ve el acompañamiento, la coordinación de los partidos progresistas, socialdemócratas y de izquierda a las consejeras y consejeros de esos sectores?

Hemos estado en reuniones con nuestros consejeros y consejeras, hay una positiva articulación entre los 17 consejeros y consejeras, trabajando cotidianamente y poco a poco conectándose los equipos de trabajo en una estrategia única, y eso es fundamental. Es importante que podamos tender puentes hacia quienes quieren que el resultado sea interpretado positivamente por una mayoría. Eso es complejo porque la ciudadanía hoy está bastante desconectada, pero el esfuerzo principal está en una estrategia única que permita consagrar ciertos pisos mínimos en el texto que se va a plebiscitar.

Se conversa con gente de sectores progresistas, de izquierda, y surge la inquietud de qué se podrá hacer si la mayoría del Partido Republicano, de la derecha, es enorme en el Consejo Constitucional. 

Hay que enfrentar todos los escenarios con unidad, nunca renunciar previamente por peor que sea la correlación de fuerzas, dar la batalla cultural dentro del Consejo, tener estrategias comunicacionales y políticas de ofensiva, y transmitir a la ciudadanía el paso a paso que se va dando dentro del órgano. Y estar los partidos permanentemente evaluando cómo se van desarrollando las cosas para tomar cualquier tipo de definición, que debe ser siempre colectiva.

¿Qué papel le asigna a la incidencia del mundo social, de la ciudadanía?

Es importante que se levanten iniciativas populares de norma, que se junten las voluntades para defender el sentido progresista del Estado social y democrático de derecho y profundizar los mecanismos de participación ciudadana. Si bien hoy existen mayores aperturas democráticas en relación a la Constitución del ’80, el texto de la Comisión Experta debe ser profundizado y ahí se necesita la voluntad de la centroderecha, en esa articulación puede haber un resultado virtuoso que nos permita salir con todo a salir a hacer campaña el 17 de diciembre (fecha del plebiscito).

La opción de fusionar colectividades del Frente Amplio

Más allá de polémicas contingentes, ¿qué viene después del llamado del Presidente Gabriel Boric, militante de su partido, de fusionar colectividades políticas, de generar un solo partido, de dar ese paso de unidad?

Nosotros tenemos el cierre del segundo Congreso de Convergencia Social el 15 y 16 de julio. Dentro de los debates que vamos a dar está el cómo avanzar en la unidad política y orgánica del Frente Amplio. Una eventual fusión implica un debate colectivo desde abajo hacia arriba, implica un plebiscito interno, implica un largo proceso de articulación para tener un único puño como Frente Amplio, un puño partidario. Eso, no lo niego, es un deseo que está hace mucho rato manifestándose dentro de nuestras colectividades para ponernos a la altura del momento histórico y ofrecerle a la ciudadanía una única identidad política que pueda hacer sinergia con otras fuerzas del progresismo, con el Partido Comunista y con Socialismo Democrático. Creemos que podemos ser una casa mucho más grande de la que hoy hemos construido. Eso dependerá del debate que demos con dirigentes territoriales a lo largo y ancho de Chile.

En un foro en el aniversario de Nodo XXI, el excandidato presidencial de la izquierda, Jorge Arrate, planteó la posibilidad de crear una especie de plataforma de izquierda, un espacio común, habló de superar la forma en que se organizan los partidos. ¿Eso puede estar considerado en la reflexión que ustedes harán?

Por cierto. En un mundo donde el capital parece ser totalizante, los partidos parecen ser herramientas del siglo pasado que ya no funcionan. Me atrevería a decir que hoy militar es un acto profundamente transformador y eso debe seguir proponiéndose a la ciudadanía pero, por supuesto, con fórmulas bajo la nuevas identidades colectivas y que permitan agruparlas, coordinarlas. Creemos que es fundamental que esas colectividades sepan construir movimientos sociales, dialogar con las comunidades, abrir sus pasillos para el malestar ciudadano, interpretarlo, y hacer que impacte en la política pública. Ese debate de cómo disputar las mayorías, es el largo debate de cómo ganar la hegemonía en una sociedad ultra neoliberal, y es la pregunta central de nuestro tiempo, sobre todo después de la derrota del 4 de septiembre y del 7 de mayo.

Los 50 años del golpe de Estado

La coyuntura política comienza a estar cruzada por la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado. ¿En su opinión, cómo hay que asumir esta efeméride?

Hace poco conversaba con la diputada Lorena Pizarro sobre lo importante que existan figuras que defiendan a destajo los derechos humanos dentro del Congreso, porque hoy sigue siendo más necesario que nunca reivindicar el sentido más humano de la convivencia social, que es el antagonismo a que nos terminemos matando por lo que pensamos. Cuando ves a muchos jóvenes que no están ni ahí con la política y que están revalorizando la violencia como forma de resolver sus problemas, a 50 años del golpe me parece que la reflexión no es tan partidaria, sino que es más humanitaria desde el punto de vista de sembrar una cultura del diálogo y de respetar al del frente, de nunca traspasar la línea roja de violar los derechos humanos por pensar distinto. 

Hace poco estuve en un taller que le hice a jóvenes del Politécnico de Llay Llay donde conversamos de cómo la conquista de la República fue producto de una serie de revueltas, desde la matanza de la Escuela Santa María, desde las revueltas feministas por el voto de las mujeres, desde las protestas en la época de la dictadura, hasta la revuelta del 2019, y cómo esa historia que se empuja pero que a veces no se reconoce, permite sembrar una cultura verdaderamente republicana en el sentido de respetar los derechos humanos. Y los jóvenes están muy conscientes de aquello, pero creo que a 50 años del golpe nuestro objetivo es que los mínimos civilizatorios sigan siendo de sentido común. Porque permanentemente caemos en la desmemoria porque el modelo nos obliga siempre a caer en la dictadura de lo urgente y olvidamos lo importante. Creo que a 50 años del golpe de Estado hay que seguir reivindicando ese mínimo civilizatorio de forma mucho más masiva, mucho más potente.

Se llegó a la renuncia del subsecretario de Redes Asistenciales producto de la crisis en el sector Salud por los virus de invierno, se allegaron cuestionamientos nuevamente a gestión de ministerios, ¿usted comparte que la Cuenta Pública del Presidente, que tuvo un comprobable buen impacto, fue un veranito de San Juan para el Gobierno y que se volvió a caer en un escenario complicado?

La Cuenta Pública es un punto de inflexión. Estamos en un segundo año donde necesitamos empujar fuertemente el programa que nos trajo a ser Gobierno, a defenderlo en profundidad, y no solamente en el detalle de la ley, de la norma, sino en el sentido valórico que tiene hoy pensar en un sistema de seguridad social para que las personas mayores no terminen en suicidio o en un sistema universal de salud donde hay que depender de la bondad del sector privado. Detrás de nuestro programa hay una reivindicación colectiva de la solución de problemas que son del sector público y verlo de otra manera sería insistir en que la solución es rascarse con las propias uñas. Esa batalla cultural hay que empujarla a fondo porque naturalmente estamos en un reflujo luego de una larga década de movilizaciones y tenemos que plantar banderas y sentar trincheras culturales para que la sociedad no retroceda. Independiente de que mañana gobierne el adversario, porque es distinto que gobierne el adversario con ideas reaccionarias a que gobierne el adversario proponiendo ideas que nosotros pudimos instalar como sentido común. Eso es lograr que las ideas avancen. Esto no depende de elecciones, depende finalmente del eje del debate sobre el cual va a debatirse el Chile del futuro. Y el programa, más que detalles normativos, es un sentido de sociedad que se debe defender.

¿Pero no ve muy cuesta arriba puntos importantes de ese programa, como las reformas tributaria, de pensiones, de salud, y otras medidas, que parecen súper importantes en la línea de lo que plantea?

Cuando somos capaces de defender ese horizonte de sociedad, que interpreta a la gran mayoría de nuestro país, se construyen contextos que nos hacen avanzar más rápido. Cuando sólo nos fijamos en un detalle normativo y perdemos el trasfondo en el juego legislativo, terminamos retrocediendo en nuestras posiciones. Somos minoría en el Congreso y, por tanto, la articulación que tengamos con el mundo social, con las Pymes, con el mundo de los trabajadores, será clave para construir condiciones dentro del Congreso que sean favorables a las reformas. De ahí, por ejemplo, que en la reforma tributaria es clave el aporte y apoyo de la pequeña y mediana empresa para, así como fue con el sueldo mínimo, poder doblarle la mano a quienes no tienen la voluntad de llegar a cambios.