De vuelta al principio

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¿Qué es lo central entonces de lo que ha ocurrido con el plebiscito?, que las demandas por las que se inició la revuelta de octubre de 2019 quedaron en el tintero momentáneamente y que el pueblo, sabiamente, ha parado en seco las políticas conservadoras representadas por los sectores de derecha que pretenden imponer una cortina de humo a las justas demandas populares.

Nelson Carrasco Bravo. Santiago. 27/12/2023. La prensa resalta a nivel internacional el segundo rechazo constitucional en Chile. Lo cierto es que aquello no es lo trascendental, lo central, y lo insólito, es el pretendido empate que la derecha y los medios de comunicación masivos, incluidos algunos “progresistas”, pretenden instalar en el inconsciente colectivo.

La verdad es que la política nacional se retrotrae exactamente al momento en que se produce nuestra pequeña gran revolución octubrista un día 18, en donde las demandas populares se encuentran con un rechazo enérgico por parte de una burguesía que jamás ha cedido en sus posiciones, a no ser que se vean forzadas por la fuerza popular movilizada.

El escenario político existente no es nuevo, es el mismo de hace cuatro años, es el que pretende instalar una supuesta “nueva política de los acuerdos” al margen del pueblo. Los sectores reaccionarios nunca priorizarán las necesidades de los más humildes, vale decir, sus medidas no garantizan justicia social, restringen la libertad de expresión y criminalizan la protesta social. Para estas fuerzas conservadoras son monedas de cambio en el juego de transacción política la salud, educación, pensiones, mejoras salariales y seguridad.

Esta batalla de cuatro años, inició en plena crisis del Gobierno de Sebastián Piñera, cuya gestión tocó fondo con solo el 6% a nivel nacional.

Aquella administración puso en tensión y enfrentamiento a las fuerzas explotadas, el conjunto de trabajadoras y trabajadores de Chile, contra las fuerzas explotadoras, el pequeño grupo de empresarios que se quedan con más del 80% de las riquezas producidas en el país, eludiendo y evadiendo impuestos y que por décadas se han enseñoreado con la demagogia, el saqueo, los privilegios y el poder político-económico.

La disputa por el poder nos lleva a lo acordado el 15 de noviembre de 2019, entre cuatro paredes, de espalda al pueblo y sus organizaciones, y como una salida a la encrucijada política en la que se encontraba el presidente de los empresarios. Estos acuerdos configuraron el escenario de una batalla que culminó con el rechazo a la segunda propuesta constitucional, instancia en la que es derrotada la ideología ultraconservadora.

Ahora, en un acto de desesperación, al margen de la autocrítica, los sectores de derecha pretenden desafiar la inteligencia sosteniendo que lo que aconteció es la legitimación de la Constitución de Pinochet.

¿Qué es lo central entonces de lo que ha ocurrido con el plebiscito?, que las demandas por las que se inició la revuelta de octubre de 2019 quedaron en el tintero momentáneamente y que el pueblo, sabiamente, ha parado en seco las políticas conservadoras representadas por los sectores de derecha que pretenden imponer una cortina de humo a las justas demandas populares.

El oficialismo tiene un compromiso con el pueblo que mandata consecuencia con la historia reciente, lo obliga a seguir articulando fuerzas con el mundo social que les permita defender los cambios fundamentales, para ello es necesario una fuerte autocrítica, ya que las fuerzas reaccionarias, astutas y ágiles en la gestión de instituciones neoliberalizadas, aprovechan las debilidades del adversario para avanzar en campo político-electoral y cultural.

El pueblo vuelve a exigir protagonismo y lo ha dicho con voz alta, sin participación popular no hay constitución democrática posible, sin justicia social no hay Estado de derechos, y menos aún, sin el pueblo no hay democracia.