77º aniversario de la derrota que le propinaron las fuerzas militares de la ex Unión Soviética a los nazis, marcando el punto final de la Segunda Guerra Mundial. Miles asistieron al acto conmemorativo en Moscú, y otros miles de desplegaron en decenas de ciudades rusas
Agencias. Moscú. 09/05/2022. Más de diez mil ciudadanos rusos y miles de militares de las Fuerzas Armadas de Rusia, participaron en Moscú, en el desfile conmemorativo de los 77 años de la victoria sobre la Alemania nazi, que permitió colocar fin a la Segunda Guerra Mundial.
Fue en la madrugada de un 9 de mayo que las tropas de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lograron la rendición de los militares nazis, después de entrar en Berlín y derrotar a las fuerzas alemanas, después de años de lucha en lo que se denominó la Gran Guerra Patria (1941-1945).
28 ciudades rusas y varias de otros países celebraron el Día de la Victoria con desfiles militares, entre ellos Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Las tradicionales celebraciones del Día de la Victoria en Moscú culminaron este lunes con un espectáculo de fuegos artificiales.
Gritos de “¡Hurra!” miles de soldados y veteranos resonaron en la Plaza Roja de Moscú el lunes mientras Rusia celebraba el Día de la Victoria, que marcó la derrota de la Alemania nazi por parte de la Unión Soviética hace 77 años para poner fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa.
Misiles, tanques y otros vehículos blindados retumbaron sobre los adoquines en el desfile militar anual, y miles de soldados marcharon en formación apretada mientras el presidente Vladimir Putin observaba con otros dignatarios.
El Día de la Victoria, que se celebra cada 9 de mayo, es la festividad más importante de Rusia y se celebra en todo el país y en muchas de las naciones de la antigua Unión Soviética con desfiles, conciertos y fuegos artificiales.
Los rusos marchan con retratos del llamado “Regimiento Inmortal”, sus familiares que lucharon en la Segunda Guerra Mundial. Putin se unió a la marcha y llevó una foto de su padre. La Unión Soviética perdió la asombrosa cantidad de 27 millones de personas en la guerra, a la que llama la Gran Guerra Patriótica.
La Alemania nazi, representada por el Generalfeldmarschall Wilhelm Keitel, firmó la rendición incondicional el 8 de mayo de 1945 a las 22:43 hora central europea (9 de mayo a las 0:43 hora de Moscú), ante el Mariscal del Ejército Rojo, Gueorgui Zhúkov, poniendo fin así a la Segunda Guerra Mundial. La diferencia horaria explica por qué en los países occidentales la victoria se celebra el 8 de mayo, mientras que en la Europa Oriental se celebra el 9 de mayo.
El Día de la Victoria
Gustavo Espinoza M. Periodista. Lima. 09/05/2022. Este año el mundo celebrará 77 años del fin de la II Guerra Mundial que, en paralelo, significó la derrota del régimen nazi instaurado en Alemania bajo la conducción de Adolfo Hitler 12 años antes, en enero de 1933.
La fuerza vencida, representada por el general Wilhem Keitel, firmó la rendición de su país ante el Mando Soviético liderado por el Mariscal del Ejército Rojo Gueorgui Zhukov luego de una horrenda guerra de exterminio y de muerte que legara a la humanidad cuantiosas pérdidas.
La ceremonia tuvo lugar el 8 de mayo a las 22 y 43 minutos, pero en la hora de Moscú era ya las 0.43 de la madrugada, razón por la cual se consideró siempre el 9 de Mayo como el Día de la Victoria. Hoy, conserva esa denominación.
Conmemorar esta fecha, y celebrarla, implica el reconocimiento al heroísmo de quienes hicieron posible la caída de las fuerzas del Eje, y la quiebra de un proyecto genocida que intentó esclavizar al mundo. “Un milenio de dominio Pardo”, fue la promesa de Hitler cuando, acicateado por el Poder de Grandes Corporaciones germanas, se lanzó a la aventura de sojuzgar al mundo.
La historia de este conflicto comenzó mucho antes de la fecha que se establece como su inicio -1 de septiembre de 1939. Invasión alemana a Polonia- Sus antecedentes pueden encontrarse en los episodios que generaron la I Gran Guerra iniciada en 1914.
Desde entonces, las camarillas guerreristas alemanas, encabezadas por el general Erich Lunderdorff, sustentaron la idea de restaurar el milenario “Sacrosanto Imperio Romano-Germánico” de Otón I. Bajo esa consigna, se incubó un doble concepto: el Poder del militarismo y la superioridad de la raza aria.
La derrota alemana de 1918 paralizó temporalmente esa expectativa, pero la crisis de post guerra en el suelo teutón la reavivó. Un oscuro cabo austriaco -Adolfo Hitler- la encarnó.
Inicialmente no se le dio importancia a este hombre insignificante, de voz estentórea, que estremecía los micrófonos de Radio Berlín con discursos virulentos. Hubo quienes lo consideraron simplemente un desquiciado que no iría lejos.
No quisieron darse cuenta, o percibir que detrás de ese monigote, estaba la voracidad de las grandes empresas -Los Krupp, por ejemplo- un poderoso consorcio industrial y financiero que soñaban con ampliar ilimitadamente sus posibilidades negociando con similares de Estados Unidos, Inglaterra y otros países.
Por eso, desde un inicio, la ofensiva del régimen nazi se orientó en Alemania a doblegar la resistencia de la clase obrera y quebrar el espinazo a su Partido Político más representativo, el KPD. Era ese el punto de partida para enfilar sus baterías contra Moscú, quebrar a la URSS y apoderarse de las inmensas riquezas situadas más allá de los Montes Urales.
Dominar Europa, devorarse países pequeños o medianos gobernados por mandatarios débiles o sumidos, marcó el inicio de las jornadas bélicas desde fines de los años 30.
Los gobernantes occidentales mostraron su complicidad en Munich -1938- cuando antes entregaron España y luego Checoslovaquia al régimen Nazi, desampararon a Polonia el 39 y guardaron silencio el 40 cuando las tropas hitlerianas desfilaron bajo el Arco del Triunfo, en Paris y disfrutaron en el Boulevard de La Madeleine. Ya en ese entonces, todo estaba diseñado para mirar al oriente, y atacar a la URSS.
El golpe contra el país soviético, se inició el 21 de junio de 1941 –la Operación Barba Roja- prevista para resolverse en sólo 3 meses. El 7 de octubre de ese año, los agresores estaban a 13 kilómetros del Kremlin. Leningrado estaba sitiado y el ejército atacante acosaba Stalingrado.
Entre tanto, los gobernantes occidentales se frotaban las manos, seguros que luego de saciada la voracidad germana, ellos podrían “entenderse” con los hombres de la esvástica. Por eso permanecieron inactivos y sólo resolvieron abrir el “segundo Frente” el 6 de junio de 1944, en Normandía.
En aquellos años fue sublime la lucha del pueblo soviético. Leningrado no cayó, pero sufrió casi 900 días de dolor y de muerte. Y Stalingrado marcó la epopeya más grandiosa. Luego, la batalla del Arco de Kurts, la liberación de Jharkov, de Lvov y Ucrania entera,, así como Bielorusia -los puntos más altos de la lucha- marcaron la expulsión de los Nazis del territorio soviético.
Después, la guerra se libraría en Europa del Este y el Ejército Rojo combatiría victoriosamente en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Albania, Yugoeslava y hasta liberaría Austria para arribar a suelo alemán en el 44. El 30 de abril del 45, la Bandera Roja fue izada en el Mástil del Reichstag y pocos días más tarde caería Berlín. Todo estaba consumado.
La derrota del nazi fascismo fue estruendosa. Mussolini -admirado por Churchill muchos años- fue capturado por los partisanos italianos que lo fusilaron y lo mostraron colgado en la Piazola Loreta en el norte de Milán. Hitler se quitó la vida y los suyos huyeron como ratas. Algunos murieron, y otros fueron juzgados en Nuremberg en 1946.
La URSS triunfó pero vio destruidas 1,710 ciudades; 70 mil pueblos y aldeas; 32 mil empresas industriales; 98 mi koljoses; 69 mil kilómetros de vías férreas; y, sobre todo, registró 25 millones de muertos. Ninguno de los “países aliados” tuvo pérdidas semejantes.
Hoy, cuando la OTAN y la política guerrerista de los Estados Unidos, alienta el renacimiento del nazismo; la Unión Soviética está representada por las Repúblicas Populares de Donietz, Luganks, Crimea, Tratsnitria y otras poblaciones; y cuenta con el apoyo de Rusia entera y la activa simpatía de millones que rehúsan creer las infamias de la “Prensa Grande” que endiosa a los Hitler de nuestro tiempo; y otra vez amenaza al mundo.