Cambio de ciclo y cambio de régimen

Compartir

“La cabina en que depositamos nuestro sufragio es indiscutiblemente demasiado pequeña porque solo hay un sitio para uno; la mayoría de nosotros somos electoralmente manipulados”: Hannah Arendt en “La crisis de la República”.

Fernando Bahamonde. Punta Arenas. 30/6/2023. El cambio es la constante en la existencia social, en la vida con otros y por ello la única respuesta para resolver los conflictos de la existencia y en consecuencia de la sociedad es la política. El problema subyace cuando la respuesta de la política es parcial y, en consecuencia, no dejamos de ser individuos, desde la perspectiva del sentido común o pensamiento no pensado por nosotros, para transformarnos en ciudadanos consientes de nuestro destino colectivo.

La crisis del cambio es la constante que fluye. Las crisis económicas devienen en crisis políticas, el escenario mundial actual está caracterizado por la inestabilidad, por el desenvolvimiento de la vida en un proceso de crisis permanente medioambiental, de escasez crónica, inflación, guerras convencionales -a un paso de convertirse en guerras nucleares-, de la movilización de millones de seres humanos que traspasan sus fronteras nacionales, el tránsito del mundo rural al urbano de otros millones de personas dentro de sus propios países con la amenaza de nuevas pandemias que evidencian que la crisis global del capitalismo, que puede empujar al exterminio de las sociedades tal cual las conocemos.

Lo que está en tela de juicio, por tanto, en crisis, es la democracia representativa por su incapacidad de incluir a amplios sectores de la población fuera del hecho electoral. Y por ello de su incapacidad de dar respuesta a la crisis de un sistema político que se descompone cada día más y es incapaz de pensarse y transformarse así mismo.

En nuestro país la crisis política es institucional, donde el Estado arrastra a toda la sociedad en su conjunto. En Chile, el ciclo político se reduce al certamen electoral, generando la errónea idea de un péndulo que no para de vacilar entre un extremo y otro. Pero ¿quiénes pensaron este escenario y a quiénes beneficia el reduccionismo político de descomposición del sistema político de democracia representativa?

Dentro de la propia lógica de reducción política podemos identificar actores en la tradición de oficialismo y oposición, ahora en plural; los oficialismos, las coaliciones y las derechas; siempre en el ámbito institucional, que es el cuadro de reducción de la política. Añadir, un espacio que no es nuevo, pero de mayor desarrollo la última década en nuestro país, la correlación de fuerzas mediática y finalmente sociedad que contiene en sí misma al universo electoral en forma de individuo.

El Gobierno piensa la política desde la perspectiva de la reducción, en tanto no logra sacudirse de dos pesadas mochilas: ser minoría en el Congreso Nacional y los golpes electorales experimentados el 4 de septiembre de 2022 y el 7 de mayo recién pasado. Es decir, el oficialismo debiera reconocer y, en los hechos lo hace cediendo a la presión de la derecha en algunas materias, que se puede llegar al Gobierno, pero no se tiene el poder.

La problemática radica en que la realidad se convierte, dentro de la reducción de la política a lo institucional, a administrar, para no transformar. Con lo cual dentro del Gobierno y las dos coaliciones se encuentran agentes administradores y agentes transformadores. Claramente, no se trata sólo de experiencia de los cuadros en tareas de Gobierno o el “otra cosa es con guitarra”. Si no, de lo que se piensa de la política, el para qué, para quiénes y con quiénes se hace política. En síntesis, la coherencia de lo que se piensa, se dice y finalmente lo que se hace se pierde al aprobar tratados como el TPP-11. Tal vez, la mayor ausencia para que el Gobierno concrete su programa es la existencia de base social organizada de apoyo, y que paralelamente sea la retroalimentación en la elaboración e implementación de las políticas públicas en el territorio.

Claramente las derechas logran sus objetivos en el esquema actual, de achicar el espacio de acción de lo político al Congreso Nacional, parlamento caracterizado por la fragmentación de partidos, movimientos y descolgados, así mismo, logra minar e intenta arrodillar al Gobierno en todas las iniciativas de proyectos de ley que presenta; para lo cual cuenta con el resultado electoral de las dos últimas contiendas constitucionales que presenta como un triunfo cultural del sentido común del individuo. Imagen que prevalece en el espejo retrovisor del Gobierno.

Mientras las derechas reducen el ámbito de acción política, la institucionalidad se achica, y al mismo tiempo, la discusión queda estancada en la denominada clase política. El cambio de ciclo de lo electoral acompaña el cambio de régimen que verá la luz el 17 de diciembre con una nueva supuesta Constitución. Lo que es en sí la mayor discusión política de una sociedad para la creación de un nuevo Estado queda limitado a expertos y a los que mejor manipulan para sus propios intereses los medios de comunicación.

El gran problema de la derecha en general son sus disputas internas y el poder de autocontención que puedan tener los Republicanos en el Consejo Constitucional, quienes deben enmascarar sus principios básicos de libertad, Estado de derecho y familia. Principios que en rigor son mercado, autoritarismo y familia integrista, que deberán ser transformados en sentido común a modo de pensamiento no pensado por las mayorías electorales. Se preparan para producir un cambio de régimen para su nuevo Gobierno, sentando las bases institucionales para sostenerse un periodo relativamente largo en el poder ejecutivo. Un Gobierno de los Republicanos para los Republicanos en el camino propio. Sin embargo, la derecha no puede dejar de ser lo que es: una suma de individualidades cuyo espíritu de fronda los acompaña históricamente.

Las derechas, además, cuentan con una favorable correlación de fuerzas mediáticas que tiene dos objetivos, instalar agenda y, nuevamente, reducir la política al matinal. Frente a la inexistencia de una ley de medios democrática es de conocimiento público que el poder empresarial posee el poder mediático en sus manos.

Un campo de lucha identificado por la ultraderecha son las redes sociales, muestra de ello es la política del Twitter camino señalado con anterioridad por Trump y Bolsonaro. Una muestra de ello es la cantidad de seguidores en esta red social que poseen los integrantes del Consejo Constitucional. Los republicanos sentados en el Consejo tienen 167.827 seguidores, los integrantes de Chile Seguro (UDI, RN y EVOPOLI) 75.920 y Unidad por Chile 43.735 seguidores en Twitter.

Con ello el ciudadano, aislado de lo público, permanece en un estado primario de individuo sometido al sentido común de la derecha. Consume política a través de los medios de comunicación y redes sociales, situación que se expresa en la apatía de abstención y en el voto.

Pero en política los resultados electorales, que es otra forma de encuesta, son fotos parciales de un momento determinado de la expresión de la correlación de fuerzas real y mediática. Lo importante es la acción y movilización de las fuerzas inertes hasta ahora, las y los ciudadanos. El tiempo es relativo y no mecánico o lineal en política, por ello no es un hecho que la ultraderecha ya tiene ganada la próxima elección. Pero para evitar aquello se deben construir mayorías fuera de la institucionalidad decadente.