ANÁLISIS. ¿Que debiéramos conmemorar el 12 de octubre?

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Esta versión mistificadora de la conquista española se ha ido derrumbando progresivamente junto con la superioridad del blanco europeo y que encubrieron el verdadero carácter de un proceso avasallador, cuya esencia histórica fue la de haber aportado a los excedentes económicos que contribuyeron a la superación del capitalismo como modo de producción dominante, quedando con el estigma de su condición genocida.

Pedro Aravena Rivera. Santiago. 12/10/2022. El día 12 de octubre, hasta pocos años atrás, se conmemoraba como el día en que habíamos sido descubiertos e incorporados al mundo civilizado, algo así como que de no haber llegado nuestros conquistadores, hubiésemos permanecido en un lamentable estado de salvajismo, sobreviviendo como recolectores y cazadores. Se nos inculcaba que ellos nos permitieron el acceso a la cultura superior, occidental y cristiana.

Así, las imágenes de Pedro de Valdivia, a quien se atribuye la fundación de Chile, la de Francisco Pizarro en el Perú, de Hernán Cortes en México, y de Cristóbal Colón, asumieron la categoría de prohombres en nuestras naciones, mereciendo nuestro respeto acrítico, quienes, a lo más, se les pudo haber pasado un poco la mano, muy justificadamente, ante tanta resistencia de los naturales de estas tierras que no entendieron la buena nueva de que eran potadores tan nobles personajes. Como en el caso de nuestra ex primera dama Inés de Suárez, quien se vio obligada a degollar algunos caciques, en momentos que los rancheríos de la reciente ciudad de Santiago de Nuevo Extremo parecían sucumbir, instante supremo en que se apareció por los aires el Apóstol Santiago con su caballería celestial, provocando la huida de las huestes locales, lo que demostraba que la conquista era una empresa bendita.

Posteriores generaciones de habitantes de este país fuimos educados bajo tales visiones, en donde los conquistadores, que en nombre del Rey español trajeron un nuevo orden, nos sumaron al más grande imperio de ese entonces, en donde nunca se ocultaba el sol. Aún me recuerdo las primeras clases de derecho laboral en la universidad, en que se nos afirmaba que las encomiendas eran el primer ejemplo de relaciones laborales, propiamente tales, ya que había una serie de normas que obligaban a los encomenderos a dar protección y respetar los derechos de los indígenas, además de educarlos en la fe, obviamente.

Esta versión mistificadora de la conquista española se ha ido derrumbando progresivamente junto con la superioridad del blanco europeo y que encubrieron el verdadero carácter de un proceso avasallador, cuya esencia histórica fue la de haber aportado a los excedentes económicos que contribuyeron a la superación del capitalismo como modo de producción dominante, quedando con el estigma de su condición genocida.

Solo en el territorio de lo que hoy ocupa Chile, se ha establecido por diversos historiadores que en los primeros cincuenta años de conquista la población originaria establecida en el actual territorio chileno había descendido de un millón a solo quinientos mil habitantes en total, existiendo otras cifras aún más drásticas, siendo los más afectados el pueblo picunche o mapuche del norte, junto a asentamientos quechuas y diaguitas, existentes en esa época, de los que solo queda su toponimia como Conchalí, Apoquindo, Vitacura y tantos otros.

No se trata solo de quienes fallecieron producto de haber resistido en forma armada, además del contagio de enfermedades desconocidas y de las secuelas por la imposición de la esclavitud con que se explotaron los yacimientos mineros como el de Marga Marga, junto con el brutal desplazamiento de las mejores tierras, cuyos cultivos y explotación se encontraba altamente organizada con un sistema de regadío en torno a los ríos Mapocho y Aconcagua, el que persistió durante siglos, en donde se cultivaban diversos productos alimenticios como la quinua, la papa y el maíz. En suma, en lo que hoy día conocemos como el valle central, se aplicó una limpieza étnica, que obligó a muchas comunidades a huir hacia el sur en busca de refugio en tierras aún no ocupadas por la tropa española.

La brutalidad con que se impuso un nuevo régimen de explotación del trabajo antagónico a los ya existentes y propios de la ocupación inca y de la tradición mapuche. Pese a los esfuerzos de Fray Bartolomé de Las Casas y las normas que emanaban de la corona española que impedían la esclavitud y que hablaban de que la población indígena solo estaría sujeta a determinados impuestos, nuestros conquistadores, incluido Pedro de Valdivia, crearon la falsa imagen de los picunches y otros pueblos asentados, imputándoles que no tenían hábitos de trabajo y que vivían como animales salvajes. Por consiguiente, no quedaba otra alternativa que su captura y la imposición del trabajo forzado, falacias destinadas a ahorrarse los aportes que debían enviar a su corona. Parece una historia conocida y pese a los siglos transcurridos, muy actual, nuestros dominadores de hace más de cinco siglos ya eludían impuestos.

De modo magistral, Carlos Marx y Federico Engels sintetizaron en el capítulo primero del Manifiesto Comunista que “la colonización de América, el comercio colonial, la multiplicación de los medios de cambio y de mercancías, imprimieron un impulso hasta entonces desconocido al comercio, a la navegación, a la industria, y aseguraron, en consecuencia, un desarrollo rápido al elemento revolucionario de la sociedad feudal en decadencia”.

Los estudios desarrollados por historiadores y cientistas sociales, con un gran aporte de notables marxistas latinoamericanos como José Carlos Mariátegui, Alejandro Lipschutz y Álvaro García Linera, entre otros, han ido abriendo paso a nuevos horizontes de las luchas de los pueblos latinoamericanos y las derivaciones de la conquista de los pueblos de América por el Imperio Español y a una nueva comprensión de este día, que como dijera Eduardo Galeano en “Las Venas Abiertas de América Latina”, “Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta”.