ANÁLISIS. La oscuridad se llama Jair

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La belleza policromática y pluricultural del país ha oscilado entre la luz y la oscuridad. Los mejores y más luminosos momentos tal vez han sido los períodos de Lula y los más oscuros las dictaduras y heredero histórico de todas ellas: Jair Bolsonaro.

Daniel Martínez C. Ciudad de México. 03/11/2022. Una de las más bellas y aleccionadoras leyendas de Brasil relata que al inicio de los tiempos sólo existía el día. Por desgracia, la hija de la Cobra Grande le dijo a su compañero que quería ver la noche. Pese a que el hombre le afirmó que esta no existía, ella le aseguró que era real y que era su padre quien la guardaba. El esposo terminó por enviar a sus hombres de confianza donde la Cobra Grande en búsqueda de la noche.

La Cobra Grande accedió al deseo de su hija, y se la entregó dentro de un coco advirtiéndoles de que no lo abrieran o de lo contrario todo oscurecería. Durante el regreso, los emisarios incumplieron la advertencia del dios, abrieron el coco y apareció la oscuridad junto con las criaturas de la noche y animales perversos y crueles.

La hija de la Cobra Grande, sabiéndose culpable, para poner fin a la oscuridad se arrancó un pelo de su cabellera y al pasarlo por en medio de su cuerpo logró que se separara lo oscuro y volviera el día.

Desde entonces la mitad del tiempo es de luz y la otra mitad de oscuridad y viven en permanente confrontación.

Así ha sido la vida de la democracia en Brasil y la belleza policromática y pluricultural del país ha oscilado entre la luz y la oscuridad. Los mejores y más luminosos momentos tal vez han sido los períodos de Lula y los más oscuros las dictaduras y heredero histórico de todas ellas: Jair Bolsonaro.

El capitán del neofascismo brasileño contemporáneo consagró su talento militar a expandir la oscuridad, convertir la democracia en un valor negativo y hacer de la mentira y la violencia institucional la nueva ideología que, por desgracia, encontró amplias bases sociales dispuestas a sacrificar derechos y libertades a cambio de bienestar material y una eventual seguridad.

La tradicional política de represión policial dio paso a un mundo de ilusiones religiosas y falsedades sobre las luchas reivindicativas. La lucha de clases fue sumergida en una combinación de debilidades de las izquierdas y una dramática distancia con los movimientos sociales.

Hasta aquí, todo indica que la extrema derecha logró atraer a un amplio sector de los trabajadores y la clase media, paradojalmente los más beneficiados de los programas desarrollados por Lula. Hay más elementos que apuntan hacia una base social proclive a una oposición fascista que a una reactivación de una izquierda que aprenda de sus errores y esté dispuesta a renovarse.

Los resultados de las próximas elecciones estadounidenses, probablemente a favor de los republicanos, vendrán a sumarse a las organizaciones globales de extrema derecha que han asumido la tarea de la sobrevivencia del sistema.

La oscuridad de Jair es funcional al proyecto fascista global, en que el neoliberalismo pone sus últimas esperanzas para salir con vida de la crisis económica mundial. La luz que parpadea desde la izquierda y el progresismo, aunque gane elecciones en países como Brasil, Colombia o Chile, es todavía muy débil como para hacer frente a un adversario de la magnitud de un capitalismo que se juega la vida en su disputa con China por la hegemonía mundial.

El panorama se torna más oscuro cuando el progresismo pro capitalista, en lugar de sumar fuerzas con la izquierda y los movimientos sociales en busca de una propuesta alternativa basada en la equidad y la justicia social, intenta arrastrar a ambas corrientes hacia un hipotético “centro”, que hace mucho tiempo emigró hacia la derecha.

La gran contribución de Lula y del PT brasileño reside en haber opuesto al fascismo de Bolsonaro una propuesta civilizatoria, de restauración de la vida democrática y reivindicando los valores conquistados en décadas de luchas populares y que corren serio peligro de ser las víctimas propiciatorias de esta confrontación. Han ganado una gran batalla, pero la guerra entre la luz y la oscuridad continúa y asume nuevas y complejas formas de expresión.

Respaldar la nueva etapa en Brasil es un deber y una necesidad. El avance del proceso que se iniciará, reclama de la solidaridad de todas las izquierdas y los progresismos de diversos aromas y colores. Por encima de las diferencias, que las tenemos, debe imponerse la racionalidad de enfrentar el adversario común.

Ese adversario que desde hace una década está conspirando contra un programa de avanzada que quiere que la samba vuelva a ser un himno de amor y no un canto fúnebre; que quiere hacer realidad la transformación del Amazonas en una reserva ecológica mundial y no en fuente de riqueza de una elite agroexportadora.

La conspiración de nuestros adversarios, residan en Brasil, Wall Street o Londres, no sólo buscará que fracasen Lula y su pueblo. Querrá hacer del caso brasileño punta de lanza para que también retrocedan las luchas de los pueblos latinoamericanos y caribeños.

Debemos estar atentos a la frágil victoria electoral por la presidencia que, por la estrecha diferencia, desde el inicio será cuestionada en su legitimidad y objeto de presiones para arrancar mayores concesiones. Sumado a una mayoría legislativa, que hará de la oposición un instrumento de permanente desestabilización subversiva, se anuncia un escenario muy difícil en el ámbito institucional.

La postura antipopular de los parlamentarios chilenos que se oponen a un avance de la vida constitucional en Chile, el rechazo de la derecha colombiana a legislar por la paz, entre otros ejemplos, anuncian claramente el cariz que pueden tomar las contradicciones en el Congreso brasileño. Sin descontar que los oligarcas que se resisten a la derrota recurran a un arsenal de tácticas híbridas que atenten contra la estabilidad desde el ámbito mediático y con fuerzas paramilitares.

Lula tiene tras de sí una gran fuerza transformadora. Trabajadores, campesinos y movimientos sociales, con un extenso abanico de reivindicaciones legítimas, son el único antídoto real contra las acciones golpistas que subyacen en el discurso de Jair, el oscuro.