Steve Schmidt, estratega político y exoperador de campaña, declaró: “Este es un momento en el que Trump se siente débil, está perturbado”. Cada nuevo informe complica aún más a Trump y aumenta la presión desde ambos partidos. Crecen los reclamos para que las listas de “clientes” de Epstein en manos del gobierno sean reveladas. El Wall Street Journal, y luego The New York Times, habían dado cuenta de una reunión en la Casa Blanca en la que la Fiscal General, Pam Bondi, había comunicado a Trump que el nombre del presidente salía “múltiples” veces, como el de “muchas otras personas” en los papeles de Epstein que obran en poder el FBI. Se generan múltiples interrogantes: ¿Tenía Epstein, para ello, conexiones con los servicios especiales yanquis? ¿Formaban parte de una operación de Inteligencia del Mossad israelí, como algunos expertos señalan? ¿Es que se utilizaron para chantajear a figuras políticas en función de conformar y asegurar torcidas acciones de gobierno? ¿O se utilizaron para ambas cosas?
Fernando M. García Bielsa. Analista. La Habana. 8/2025. Por estos días un nuevo escándalo acapara titulares en Estados Unidos, entre los varios que implican al presidente Donald Trump. Se trata del llamado Caso Epstein y de los intentos para echarle tierra al asunto. Al propio tiempo surgen elementos y trasfondos de mayor alcance y gravedad que sólo trascienden como pinceladas semi ocultas en la maraña de revelaciones y especulaciones sobre el caso. Es como una punta del iceberg de los turbios manejos de la elite, su impunidad y del quehacer político en el país.
Jeffery Epstein, de ascendencia judía, y su pareja, la heredera británica Ghislaine Maxwell, fueron arrestados hace seis años y acusados de operar una enorme red de tráfico sexual que supuestamente involucra a miles de clientes. Epstein instaló cámaras ocultas en sus opulentas residencias y en su isla privada del Caribe, Little St. James, para grabar a sus influyentes amigos (políticos de varios países, grandes empresarios, miembros de la realeza y otros) participando en actividades sexuales y abusando de adolescentes y menores de edad. Las grabaciones eran como oro para el chantaje.
Epstein murió en 2019 en extrañas circunstancias un mes después de ingresar en prisión. Tras su muerte, salieron a la luz numerosos documentos judiciales, testimonios y demandas que revelaron la magnitud de su red internacional, aunque el magnate venía siendo investigado desde 2005.
Se generan múltiples interrogantes: ¿Tenía Epstein, para ello, conexiones con los servicios especiales yanquis? ¿Formaban parte de una operación de Inteligencia del Mossad israelí, como algunos expertos señalan? ¿Es que se utilizaron para chantajear a figuras políticas en función de conformar y asegurar torcidas acciones de gobierno? ¿O se utilizaron para ambas cosas?
Refiriéndose a Epstein, el conocido periodista conservador Tucker Carlson afirmó que “es extremadamente obvio, para cualquiera que lo vea, que este tipo tenía conexiones directas con un gobierno extranjero”. “Ahora nadie puede decir que ese gobierno extranjero es Israel porque, de alguna manera, nos han intimidado para que pensemos que eso es una grosería…y porque decirlo en voz alta está como prohibido en el discurso político dominante”. El encubrimiento, agrega, consiste en ocultar la participación del Mossad en un elaborado plan de chantaje.
En 2019, los periodistas Dylan Howard, Melissa Cronin y James Robertson afirmaron que Epstein trabajaba para el Mossad israelí, basándose sobre todo en el testimonio del exagente israelí Ari Ben-Menashe. Otras informaciones han revelado que Epstein viajó a Israel en 2008 y otras ocasiones, y llegó a invertir en una empresa conectada con la industria militar de Israel, cuyo presidente era el exprimer ministro israelí Ehud Barak.
Epstein se relacionaba con personas poderosas de los dos principales partidos políticos estadounidenses. Transportaba a menores y amigotes en su jet privado. Entre aquellos de su círculo de amigos famosos, estuvieron el expresidente Bill Clinton y Trump, según consta en el jet en registros de vuelo publicados, aunque muchos otros registros de vuelo han desaparecido.
Este caso ha resucitado la relación entre Epstein y el presidente estadounidense, lo que provocó que este se lanzara a toda clase de maniobras de distracción.
Se incrementan las pesquisas
El presidente Donald Trump enfrenta desafíos políticos por su manejo del caso Epstein, con informes recientes que reavivaron el escrutinio de la larga relación entre ambos y una revuelta que no logra sofocar Trump en su propio partido. Obviamente no podemos abarcar ni referir aquí todas las contradictorias revelaciones ni los muchos vericuetos del caso.
Hace algunas semanas el Wall Street Journal, y luego The New York Times, habían dado cuenta de una reunión en la Casa Blanca en la que la Fiscal General, Pam Bondi, había comunicado a Trump que el nombre del presidente salía “múltiples” veces, como el de “muchas otras personas” en los papeles de Epstein que obran en poder el FBI.
Trump fue amigo y socializó con el millonario pederasta durante 15 años, pero se señala que el hecho de que aparezca en los papeles no basta para concluir que incurrió en ninguna conducta delictiva relacionada con Epstein.
Aunque este es uno más de los muchos escándalos que tienen lugar en los círculos de poder y en el quehacer de la política en Estados Unidos, este caso cobra de momento gran dramatismo y podría tener serias consecuencias. Cada nuevo informe complica aún más a Trump y aumenta la presión desde ambos partidos. Crecen los reclamos para que las listas de “clientes” de Epstein en manos del gobierno sean reveladas.
En los importantes detalles que se discuten aparecen elementos que alimentan las dudas que existen sobre la muerte de Epstein, y de que realmente haya sido un suicidio. La muerte repentina y en extrañas circunstancias del magnate ha hecho que circulen numerosas teorías conspirativas. Llama la atención que, en la noche de su muerte, su compañero de celda fue transferido y no se efectuó la ronda de inspección requerida. Esa noche, además, los dos guardias de turno se quedaron dormidos en sus puestos…
La negativa del gobierno a publicar los archivos y videos de Epstein no solo busca proteger a Trump, sino también a la clase dominante, a los donantes multimillonarios y a una repugnante camarilla de políticos, tanto demócratas como republicanos. Epstein conocía desde hacía mucho tiempo al príncipe Andrés de Inglaterra y asistía a fiestas con muchas personas prominentes, como Bill Clinton, George Stephanopoulos, Donald Trump, Katie Couric, Woody Allen, y Harvey Weinstein. Sus contactos incluyeron a Rupert Murdoch, Michael Bloomberg, Alec Baldwin, y miembros de las familias Kennedy, Rockefeller y Rothschild e incluyeron también al primer ministro israelí Ehud Barak, el primer ministro británico Tony Blair y el príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed bin Salman.
Se supone que el público debería creer que Jeffrey Epstein no tenía una lista de clientes, que nunca chantajeó a nadie y que fue el único responsable de su propia muerte. Esas maniobras de ocultamiento desde la Casa Blanca sacuden ya la confianza de buena parte de las bases de apoyo a Trump e impactan su ejercicio de gobierno.
Se pone de manifiesto cómo los tribunales y las fuerzas del orden se confabulan para proteger a figuras poderosas que cometen delitos. Queda al descubierto la depravación de la clase dirigente que, según criterio prevaleciente, no rinde cuentas a nadie, libre para violar, saquear, y manipular tras bambalinas el quehacer seudo-democrático de la política.
Acusaciones de encubrimiento y falta de transparencia
A pesar de la reacción negativa de no pocos de sus partidarios, parece que otros muchos le mantienen en gran medida su respaldo, o consideran la cobertura mediática como una conspiración contra el Presidente, mientras que los republicanos están divididos sobre el manejo de los archivos de Epstein por parte de la administración. Por su parte, las encuestas muestran una opinión pública mayoritariamente negativa hacia la gestión del asunto por parte de Trump, en momentos en que su respaldo general entre la ciudadanía está muy disminuido.
Steve Schmidt, estratega político y exoperador de campaña, declaró: “Este es un momento en el que Trump se siente débil, está perturbado”.
Trump ha rebasado varios momentos críticos, entre ellos una condena por delitos graves y fue enjuiciado y absuelto dos veces. Un juez lo declaró responsable de agresión sexual, adeuda potencialmente millones de dólares en demandas por difamación por sus acciones, y evitó un posible procesamiento y una pena de prisión considerable por el manejo indebido de material altamente clasificado. Ninguno de estos contratiempos le impidió ser reelegido.
El fantasma de Jeffrey Epstein parece acechar la presidencia de Trump mucho más que cualquier otro asunto. Algunos han acusado al Presidente de encubrimiento, de mentir y de falta de transparencia total. Prevalece la idea de que Epstein estaba involucrado de alguna manera en un turbio engranaje con potencial de influir y manipular las acciones e instituciones del gobierno.
El momento ofrece en bandeja un raro regalo político y una oportunidad para los demócratas, quienes han estado desolados y en estado de confusión desde la aplastante victoria de Trump en noviembre pasado, e intentando frenar la expansión de los poderes del Presidente.
Al mismo tiempo, aunque acosada, la administración pretende tomar la ofensiva e intenta desesperadamente darle un giro a su situación.
Así se debe interpretar la súbita presentación de una serie de documentos confidenciales por parte de Tulsi Gabbard, la directora nacional de Inteligencia que, según afirma, son demostrativos de que durante la campaña electoral de 2016 tuvo lugar durante meses una “conspiración traicionera” -entonces conocida como Rusiagate- orquestada por altos funcionarios de la administración Obama para dañar a Trump con el supuesto de que estaba en contubernio con Rusia para manipular a su favor el resultado de las presidenciales de ese año. Gabbard añadió que Barack Obama y otros deben ser procesados por esas graves acciones. Esas alegaciones llegan en el momento en que Trump está siendo objeto de un minucioso escrutinio.
La historia de Epstein es una ventana a la bancarrota moral, el hedonismo y la codicia de la clase dominante. Esto trasciende las fronteras políticas. Es el denominador común que ha caracterizado a políticos demócratas como William Clinton, a filántropos como Bill Gates, la clase multimillonaria y al propio Trump. Este ha sobrevivido a muchos escándalos, pero el relacionado con Epstein plantea una nueva prueba. Se ha señalado, aunque es temprano para afirmarlo, que podría afectar los alineamientos electorales hacia las elecciones de medio término en 2026 e incluso derivar en un enjuiciamiento político del Presidente.