Chile: Cuando la necesidad se transformó en virtud

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Que no es otra cosa que la naturalización  de las condiciones de la dominación neoliberal y la renuncia a plantearse la posibilidad de una transformación efectiva y estructural de las bases sobre las que se ha construido la sociedad actual, caracterizada por la desigualdad; el abuso, la destrucción del medioambiente y la exclusión, apenas contenido por algunos parches gracias a los cuales no se colapsa definitivamente y el pueblo sobrevive, pero que también puede que se normalicen y terminen por pavimentarle el camino al fascismo.

Hernán González. Profesor. Valparaíso. 14/8/2024. Por estos días se conoció el acuerdo en el Senado para destrabar la discusión sobre la reforma del sistema previsional. Este hecho sólo viene a confirmar una vez más y pese a todo el desprestigio y falta de confianza con el que carga, que la Asociación de AFP son las que determinan el ritmo de la discusión, que quedó postergada hasta enero, a la espera probablemente del resultado de las elecciones municipales.

Resulta francamente inverosímil. Uno de los elementos más importantes del sistema económico y social vigente, generador de pobreza y déficit fiscal y, al mismo tiempo, de inmensas fortunas y negocios fastuosos y multimillonarios; políticamente inviable y socialmente carente de toda legitimidad, sigue siendo objeto de una discusión interminable e irresoluble en el Parlamento, como la de los teólogos de la Edad Media.

En este sentido, muchos saludan y se felicitan del acuerdo y la derecha, con la hipocresía y la falta de pudor que la caracteriza, asiente con una sonrisa benevolente. Su condición mayoritaria en el Senado, condición otorgada por unos cuantos tránsfugas que se autodenominan de centro izquierda, es la que se lo permite, mientras algunos oportunistas que blandían hace no mucho retroexcavadoras de plástico, la felicitan por su republicano gesto o a sí mismos por su habilidad para ponerse de rodillas.

Ciertamente los ministros Mario Marcel y Jeanette Jara han tenido una paciencia y especialmente un estómago bastante firmes como para soportar por enésima vez la monserga de la derecha y de las AFP en el sentido de lo poco que ahorran los trabajadores y trabajadoras; lo mucho que viven; y la patraña de los operadores políticos y las paranoicas teorías acerca de la intención del Estado de quedarse con los ahorros de trabajadores y trabajadoras, que ellos tienen bajo su poder hace décadas y de los que alimentan sus obscenas fortunas y sus campañas políticas.

A los ministros no les ha quedado otra que bailar con la fea y hacerse cargo de una situación en la que el control que los poderes fácticos han puesto a nuestra democracia. Contentarse con unas cuantas reformas inocuas obtenidas mediante el muñequeo y fórmulas cada cual más complicada que la otra, como las que han dado origen a nuestro singular sistema económico social lleno de áreas oscuras de colaboración público privada donde se amasan fortunas con plata del Estado; reino del pituteo y el matute y muchos antiguos luchadores, han encontrado un nicho para sobrevivir a sus inclemencias.

Así, lo que alguna vez se esgrimió como argumento para justificar la necesidad de la política de los acuerdos, se transformó en una virtud republicana, la que ciertamente no tiene nada que ver con la vida real de millones de chilenos y chilenas y que explica, la ridícula legitimidad que ostentan instituciones como el Congreso y los tribunales de justicia. Cada cierto tiempo, sin embargo, como el 2006, el 2011 o el 2019, el pueblo encuentra la manera de recordárselo y la fuerza telúrica que se acumula tras las exclusiones, los abusos y la desconsideración con la que es tratado por los ricos, politicastros venales y opinólogos de farándula, reacciona haciéndoselos presente.

Las recientes alzas; las demostraciones de falta de escrúpulos de las Isapres y sus representantes políticos, sumados a la ineficiencia de las empresas distribuidoras de energía eléctrica y el desamparo en que dejan a miles de usuarios durante semanas -de los que además se mofan con unas explicaciones absurdas acerca de su inoperancia- la acumulan para otorgarse una nueva oportunidad de reforma.

Sin embargo, la pasividad con la que estas han sido toleradas o en muchos casos, comentadas con aires de gran sabiduría por dirigentes políticos y sindicales, solamente le despejan el camino a Kast y su patota, que con sus explicaciones sentimentales y facilonas, como ha señalado la expresidenta Bachelet, llega con mucho mayor eficacia al pueblo.

Esta conversión de la necesidad en virtud, en realidad no es otra cosa que la naturalización  de las condiciones de la dominación neoliberal y la renuncia a plantearse la posibilidad de una transformación efectiva y estructural de las bases sobre las que se ha construido la sociedad actual, caracterizada por la desigualdad; el abuso, la destrucción del medioambiente y la exclusión, apenas contenido por algunos parches gracias a los cuales no se colapsa definitivamente y el pueblo sobrevive, pero que también puede que se normalicen y terminen por pavimentarle el camino al fascismo.