“El 17 de diciembre fracasó la posibilidad de acordar un marco común que fuera capaz de representarnos a todas y a todos”. “Curiosamente los diarios dijeron que hubo paridad y que era lo mismo 55,7 que 44 coma no sé cuánto. ¡Francamente son unas lecturas…!”. “Dijeron que se había consolidado la Constitución del 80, y es un error sacar esa conclusión”. “Quedan dos años de Gobierno y hay desafíos urgentes, los temas de seguridad, de crecimiento económico y las pensiones. Para enfrentar estos desafíos lo que necesitamos es unidad, ponernos de acuerdo, empujar todos juntos hacia la dirección”. “La única forma de lograr un mejor futuro para nuestro país es recuperando nuestra capacidad de alcanzar acuerdos transversales en muchos ámbitos”. “Los partidos no están en el terreno, con la gente permanentemente. Falta volver a aquello”. “Tenemos que recuperar la capacidad de hablar el lenguaje de la gente normal, sencilla y explicar bien las cosas”. “El principal reto es sacar adelante la agenda de desafíos del país y enfocarse en resultados importantes para la vida de las personas”. “La democracia, para que la gente la valore, tiene que ser eficiente en la vida de las personas”. “Debemos alcanzar la unidad entre los partidos, pero también con las organizaciones sociales y territoriales”.
“El Siglo”. Santiago. 22/12/2023. El siguiente es el texto íntegro de la exposición que hizo la expresidenta Michelle Bachelet Jeria, en el Seminario “¿Y ahora qué? Perspectivas para la Democracia”, que tuvo un impacto en la reflexión de la coyuntura política chilena:
“En este seminario organizado por Horizonte Ciudadano y por Rumbo Colectivo -y no es que pretendamos hoy día sacar todas las conclusiones- es que creo que para nosotros viene la pregunta sobre todo lo que hemos estado viendo en el mundo, porque la irrupción de la ultraderecha no es un proceso solamente en Chile, sino que universal, y la derecha más tradicional se ha movido más hacia la ultraderecha para no quedar sin militantes.
Y eso lo hemos visto en España, Italia, Alemania y en Francia, el Presidente (Javier) Milei mandó un decreto con un montón de Artículos, que no he tenido el tiempo para leerlos uno por uno, pero que van en una dirección muy preocupante.
Creo que el 17 de diciembre fracasó la posibilidad de acordar un marco común que fuera capaz de representarnos a todas y a todos, y que fuera capaz sobre todo de representar nuestra diversidad como país y nuestros puntos de encuentro.
Cuando fui al Consejo Constitucional, sostuve que el texto de los expertos no era perfecto, pero que era un texto con el cual todos podíamos convivir y era lo que ellos le llamaban “una Constitución habilitante” para que los distintos sectores de la sociedad pudieran específicamente sentirse representados y que, a través de las leyes, de los aspectos legislativos, algunos de los elementos se irían definiendo con mayor claridad.
Lamentablemente en esta oportunidad, tal como en el anterior proceso, quienes tenían la mayoría del Consejo y debían liderar, desperdiciaron también esa oportunidad e introdujeron 400 enmiendas al proyecto de los expertos y prefirieron entonces moldear el texto a sus intereses.
La campaña que vimos estaba más destinada a instalar los mensajes de cierto sector y cuestionar al Gobierno, incluso usando expresiones odiosas como el ya famoso ‘que se jodan’.
Por estas razones y creo que por el cansancio, desinterés y por no ver sus verdaderas preocupaciones reflejadas, la ciudadanía una vez más rechazó el texto constitucional propuesto, con ese contundente 55,76 por ciento.
Curiosamente los diarios dijeron que hubo paridad y que era lo mismo 55,7 que 44 coma no sé cuánto. ¡Francamente son unas lecturas…! También dijeron que se había consolidado para siempre la Constitución del 80, y creo que es un error sacar esa conclusión.
La mayoría de las mujeres jóvenes votaron efectivamente En Contra, pero ya nos contarán al respecto nuestros expertos electorales.
Obviamente este era el tercer intento. Ustedes recordarán que yo envié una propuesta constitucional a fines de mi Gobierno y es claro que se cierra el proceso constitucional como se había planteado, como ya lo había planteado el Gobierno, como lo habían planteado también los partidos del oficialismo y esto ha sido reafirmado en estos días.
Quedan dos años de Gobierno y hay desafíos urgentes e inmediatos, entre otros los temas de seguridad, de crecimiento económico y, por cierto, las pensiones. Para enfrentar estos desafíos obviamente que lo que necesitamos es unidad, ponernos de acuerdo, empujar todos juntos hacia la dirección que queremos.
El Presidente (Gabriel) Boric lo dijo en su discurso del día domingo 17 por la noche. El cierre del proceso constitucional debiera generar un mejor clima para este entendimiento.
Chile se fortalece cuando trabajamos juntos respetando nuestras diferencias. Quiero dar un ejemplo. Hace dos días hicimos el cierre del comité estratégico del hidrógeno verde, que era variopinto. Había gente que opinaba políticamente distinto, había gente que venía de la academia y había expertos en medio ambiente, y la verdad es que pudimos trabajar súper bien.
Después de meses llegamos a un texto, aunque hubo debates apasionados. Por una parte estaban los activistas ambientalistas y otros preguntaban ‘cómo lo vamos a hacer, necesitamos que la industria venga a Chile, no podemos poner tantos obstáculos’. O sea, estaban todos los argumentos en la mesa y al final fuimos capaces de elegir un lenguaje en que se asegurara que las normas medioambientales fueran adecuadas y se asegurara y tomaran en cuenta también las normas del comercio internacional. Es decir, todos los elementos. Y pudimos llegar a un texto que muestra que cuando somos capaces de pensar en el país y con un alto interés por la gente, somos capaces de llegar a acuerdo.
Yo creo que tenemos un objetivo común, que es mejorar la calidad de vida de todas y todos lo chilenos y sin acuerdo no se puede avanzar, porque es parte de la política llegar a acuerdo y es parte de la política aprender.
Cuando fui al Consejo le dije a los consejeros que sabía que ‘se iban a ver tentados por tener un modelo de ustedes, si ustedes no son capaces van a demostrar que no tienen ninguna capacidad de gobernar’, porque gobernar es la capacidad de convocar a mayorías tras un objetivo común.
La necesidad de los acuerdos
Entonces la única forma de lograr un mejor futuro para nuestro país es recuperando nuestra capacidad de alcanzar acuerdos transversales en muchos ámbitos. Y cuando hablamos de acuerdo no me refiero a la cocina, ni de soluciones mágicas a espalda de la ciudadanía, pero tampoco significa un consenso ilusorio en todos los temas, tampoco significa la superación de todas las diferencias o disputas. Eso es muy difícil, pero tenemos que recuperar el sentido civilizatorio de la palabra acuerdo.
El acuerdo es un hecho político y democrático, es lo que nos permite canalizar nuestras legítimas diferencias y crear un marco básico para poder realizar acciones concretas que nos permitan obtener los resultados que demandan las mayorías.
El acuerdo es el reconocimiento de que nadie puede responder a las demandas de la mayoría por sí solo o sólo entre quienes piensan igual. Y estos acuerdos dependen, porque es unidad, pero también es inclusión, de incluir a todos y todas y de la buena voluntad de todas las partes. Por eso que tiene también que haber una autoexigencia a la hora de buscar y alcanzar acuerdos.
Creo que el punto de partida de los acuerdos tiene que ser las demandas de las mayorías, porque esa es la base social sólida. Necesitamos un acuerdo de cara a las necesidades ciudadanas, de lo contrario seguiremos incubando la frustración con la democracia y viviendo en un status quo que no va a beneficiar a nadie.
Y esto es un desafío para este Gobierno, pero también lo es para los que vienen, pues gobernar es llegar a acuerdos y el que no los promueve o no es capaz de generarlos, no tiene la capacidad de ser gobierno.
Ahora bien, hace rato ya que las democracias no están respondiendo a las expectativas de las personas.
La desafección con la democracia, la decepción con el sistema económico y las protestas
El año 2018, cuando yo era Alta Comisionada de Derechos Humanos, como recibía reportes de todo el mundo, empecé a ver de repente que en ochenta países hubo gente en la calle. O sea, no fue sólo Chile con su estallido social, sino que en ochenta países del mundo, de todos los continentes.
Había dos variables que yo podía notar. Una era la profunda desafección y decepción con la democracia, porque no había generado mejoras para las vidas de los ciudadanos, lo que se expresaba en distintas cosas, desde gente que cambiaba la Constitución para poder elegirse eternamente, a gente que no promovía un espíritu democrático en el Gobierno. La otra variable era la profunda decepción con un sistema económico que no estaba dando respuesta a las necesidades de la gente y, por el contrario, iba aumentando la brecha entre ricos y pobres, entre países ricos y países pobres, y al interior de cada país también. Esto lo vimos con claridad en la pandemia, que desnudó las contradicciones al interior de las sociedades.
Todo esto generó una crisis de credibilidad en las instituciones y en los partidos políticos. Y esto se dio en países tan distintos, como El Líbano, Zimbawue o Chile.
Estos movimientos de protesta reflejan algo que es cierto y es que la democracia no es un sistema perfecto, pero es el mejor sistema que tenemos y tiene formas de generar los cambios necesarios para perfeccionarlo.
Es por eso que hay que debemos cuidar la democracia y nuestra institucionalidad ante serios riesgos, porque en los últimos años las elecciones se han plagado de falsedades, de exageraciones, de acusaciones recíprocas, de mentiras y ocultamiento. Y esto afecta nuestra convivencia y nuestra confianza, intoxica el clima cívico, creando más distancia entre la política y la sociedad.
El trabajo en territorios y la información
Creo que los partidos no están en el terreno, con la gente permanentemente. Falta volver a aquello, que fue lo característico cuando yo entré hace años a la Juventud Socialista. Era en terreno donde uno trabajaba, conversaba y movía a la gente para que se informara. Eso fue durante el Gobierno del Presidente (Salvador) Allende.
Hoy en día contamos con más medios y herramientas para informarnos mejor, por lo que deberíamos usarlos para mejorar la calidad de nuestro debate, aunque muchas veces pareciera que está pasando justamente lo contrario.
Creo que esto es una tarea urgente para nuestro sector, pues son justamente las y los indecisos, las y los jóvenes, y quienes tienen menos recursos y menos acceso a la información, son quienes pueden convertirse en víctimas del uso de la mentira como herramienta electoral.
Si miramos la última elección, la participación alcanzó el 84,44 por ciento de la población y según “Decide Chile”, fueron las y los jóvenes menores de 35 años quienes tuvieron una notable presencia en las urnas, 94 por ciento de las mujeres jóvenes fueron a votar y el 90 por ciento de los hombres en ese rango etario. No se cuán exactas son esas cifras porque ahora como las mesas son una combinación de mujeres y hombres, pero esos son los datos entregados.
El mensaje de la extrema derecha
Me he preguntado mucho sobre esta irrupción de la extrema derecha y qué lo que he visto afuera también -porque fui a Alemania y hablé con todo el mundo, al igual que en España- y es que frente a temas que son complejos se elabora un mensaje sencillo, fácil de entender, que no va a resolver nada, pero que suena como que va a resolverlo todo y la gente se lo compra.
Ellos le hablan al corazón de las personas y el mundo del progresismo le habla al cerebro de las personas, con argumentos sólidos, densos.
Creo que nosotros tenemos que recuperar la capacidad de hablar el lenguaje de la gente normal, sencilla y explicar bien las cosas, por qué se puede y por qué no se puede, y ser capaces de volver a juntarnos con la emocionalidad de las personas, porque muchas veces se mueven por emociones. Por cierto con razón, porque no estoy diciendo que puro corazón. Ya me criticaron una vez porque yo dije que a mí me importaba la emoción de las personas.
La conexión con la gente
La gente se mueve por miedo o por tranquilidad, por confianza, y eso se llama emociones. Pero junto con la razón, con el juicio, también unirnos a lo que les pasa a las personas, a lo que están sintiendo. Debemos hablar con claridad, en términos concretos y cumplir lo que prometemos.
Me invitaron de Cerro Navia a hablar sobre derechos humanos y género y hubo un momento de preguntas. Entonces una señora me preguntó qué hacemos para volver a recuperar la confianza en los políticos y en la política. Y yo dije ‘déjenme devolverles a ustedes la pregunta, qué es lo que ustedes necesitarían. ¿Necesitarían por ejemplo que las promesas que les hacen en campaña se cumplan?’. El auditorio de vino abajo. ‘Sí’ gritaron. La gente les decía a los concejales que estaban ahí que ‘vienen a pedir el voto y después no los vemos nunca más’.
Pero esto que suena divertido en realidad es trágico, porque finalmente es lo que la gente percibe. Hay un grupo que dice ‘a mí me da lo mismo lo que resulte porque al día siguiente igual tengo que ir a trabajar’. Eso uno lo ve en la tele a cada rato. Pero también es cierta la sensación de promesas no cumplidas.
A veces uno puede prometer algo que quiere hacer y que no puede, porque hay una crisis económica o cualquier cosa, pero uno le explica al país. Lo que nunca se debe hacer es prometer lo que sabe que no va a hacer. Esto es clave para recuperar la confianza pérdida.
Resultados en apoyo a la población
Creo que el principal reto es sacar adelante la agenda de desafíos del país y enfocarse en resultados importantes para la vida de las personas.
Muchos de los problemas que hoy enfrentamos como país no son como algunos pretenden hacer creer, responsabilidad exclusiva de este Gobierno, porque el país no se inventa cada cuatro años ni se refunda con cada elección y muchos de los problemas que hoy enfrentamos son problemas de arrastre. Muchos son globales o estructurales. Hay sucesivas crisis a nivel global y local.
De manera que hay que avanzar en conductas concretas y consistentes con las intenciones declaradas, necesitamos decisiones oportunas y gestión eficaz en todos los niveles. Y los acuerdos deben introducirse en resultados e ir en directo beneficio de la población y ayudar a las personas en su vida diaria.
A eso es a lo que debemos aspirar y en eso toda la clase política debiera colaborar, porque uno de los déficits de nuestras instituciones es que la ciudadanía no ve de qué manera la democracia le mejora la vida. Y si no ve, ¿por qué entonces va a preferir la democracia antes que otro sistema?
Se estima que el 70 por ciento de las y los chilenos no había nacido para 1973 y de ahí a que aumente de un año a otro el porcentaje de jóvenes que creen que (Augusto) Pinochet fue el mejor gobernante de la Patria o que prefieren un Gobierno autoritario eficiente que una democracia deficiente. Claramente ellos no vivieron ese tiempo, pero significa que algo no hemos hecho bien. No hemos sido capaces de explicar.
El Museo de la Memoria y Derechos Humanos está ahí, todos los días van estudiantes de los colegios, pero algo ha pasado que ha permitido que alguna gente llegue a pensar ese tipo de cosas. Pero es porque la democracia, para que la gente la valore, tiene que ser eficiente y relevante en la vida de las personas. Si no lo es, francamente alguna gente dirá “no me importa, prefiero vivir en una situación donde mi vida mejore”. La democracia es clave.
Ahora, las declaraciones de la derecha que señalan que ‘la oposición no debiera ceder ni un centímetro a las reformas del Gobierno’, a mi juicio hacen daño y no se lo hacen al Gobierno, sino que hacen daño a las personas, a quienes no pueden seguir esperando que sus problemas urgentes se resuelvan, a esos jubilados que no les alcanza para terminar el mes con la pensión que reciben.
No están los tiempos para darse gustitos políticos, en realidad nunca están para ello, pero hay algo que es súper importante y simbólico, porque a veces uno decide ‘voy a mandar este proyecto de ley que probablemente no va a pasar, pero porque es tan importante simbólicamente dar esa señal, es que lo hago’. Pero al revés, después uno dice ‘quiero un proyecto de ley que se apruebe para que la gente quiera vivir mejor’.
Y creo que necesitamos que todos rememos para un mismo lado. Eso es lo que la ciudadanía espera de nosotros y eso es también lo que nos han dicho los dos rechazos a las propuestas constitucionales.
Entonces, es importante la unidad del progresismo y este plebiscito nos demostró que nuestro sector puede unirse en torno a propósitos comunes. Debemos alcanzar la unidad entre los partidos, pero también con las organizaciones sociales y territoriales.
La unidad necesaria para alcanzar consenso y definir hacia donde queremos avanzar como país, y para sumar mayorías que nos den poder real para poder avanzar.
Deben ser las necesidades de las personas de los territorios el criterio de nuestra unidad y tenemos que sumar las visiones de las personas y sus necesidades más urgentes desde una perspectiva más descentralizada en las regiones y más local desde las comunas.
Esto implica actuar y sumar a actores de todos los niveles políticos, y no debemos abandonar ni perder ese lugar que define los ideales que nos identifican, que es la vida real de los ciudadanos y ciudadanas.
Son los esfuerzos colaborativos los que nos van a permitir lograr grandes cosas, porque nuestro verdadero poder reside en nuestra diversidad, en el respeto de nuestra diferencia.
Por eso que tenemos que buscar con más fuerza esa anhelada unidad que nos permita seguir adelante para mejorar la vida de nuestros compatriotas.
Recuerdo que en un congreso del Partido, no sé quién terminó diciendo “unidad, unidad, unidad”, tres veces unidad. Gracias.