En abril de 1953 la Universidad de Chile inauguró la primera Escuela de Periodismo de nuestro país. El mundo de la televisión universitaria no tenía nada que ver con el actual. El pluralismo, la tolerancia y el diálogo imperaban en la sociedad chilena. La recuperación de la democracia tampoco significó un cambio importante en el rol de los medios de comunicación ni en la televisión chilena.
José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 22/5/2023. No podemos iniciar este comentario sobre televisión sin rendir homenaje al periodista, documentalista y cineasta Augusto Góngora quien nos dejara hace pocos días y a su esposa la actriz Paulina Urrutia que dedicó los últimos años a acompañarlo y asistirlo durante su dolorosa enfermedad. Un recuerdo cariñoso para el colega y nuestras condolencias para ella.
Entrando en materia, en abril de 1953 la Universidad de Chile inauguró la primera Escuela de Periodismo de nuestro país. Entre sus primeros alumnos, Claudio Bueno, Alejandro Cabrera, Ibar Aybar, Elmo Catalán y otros próceres de nuestra profesión. Hace unos días en el auditorio “Bueno-Müller” de la flamante Facultad de Comunicación e Imagen celebramos un nuevo aniversario de la escuela. Con la memoria de la joven colega Carmen Bueno y del cineasta Jorge Müller -con quienes viajamos a Chiloé trabajando para Corfo en 1973-y que fueran asesinados en dictadura, nos correspondió recordar buenos y malos momentos de nuestra experiencia estudiantil y periodística.
¡Cuánta agua, sangre, sueños y anhelos han pasado desde entonces! El periodismo era una quimera para construir un mundo mejor y con las mejores intenciones, el colega Leonardo Cáceres nos ofreció acompañarlo en la aventura del novel Departamento de Prensa de Canal 13 de la Universidad Católica.
Dejamos entonces las aulas de la escuela en calle Los Aromos, el casino a cargo de don Alfredo y su esposa, para trabajar día a día en calle Lira 44, faltando a las clases regulares. Doña Blanca Grove nos autorizaba ausencias seguidas con nota 5 permanente en inglés, favores seguidos por don Manuel Eduardo Hubner, Clodomiro Almeyda, Mario Planet, Mauricio Amster, Abelardo Clariana, Domingo Ulloa y otros distinguidos profesores que respetaban nuestras obligaciones laborales.
El mundo de la televisión universitaria no tenía nada que ver con el actual. A puro empeño, creatividad e imaginación enfrentamos la actualidad del Gobierno de Eduardo Frei Montalva, el Mundial de Fútbol, diferentes elecciones, Villa Baviera (tristemente conocida después como Colonia Dignidad), la chilenización del cobre, la sindicalización campesina y la “promoción popular”, el primer hombre en la luna, entre otros avances sociales, económicos y políticos.
El pluralismo, la tolerancia y el diálogo imperaban en la sociedad chilena. Compartíamos con colegas de derecha como Silvia Pinto, Raquel Correa, Meche Garrido, Raúl González Alfaro, Jaime Celedón, Claudio Orrego Vicuña, junto a Eduardo Labarca, José Tohá, José y Mario Gómez López, Eugenio Lira Massi, una experiencia inolvidable y enriquecedora.
Fue la época de coberturas como el accidente minero en Andacollo, la matanza de Puerto Montt, los asesinatos del general Schneider, de Pérez Zujovic y del comandante Araya, el primer trasplante de corazón, varios sismos y diferentes elecciones, accidentes, aluviones, inundaciones y otros desastres naturales y lo más trágico, el quiebre de la democracia con el brutal golpe de Estado.
La comercialización de la televisión y la exigencia del autofinanciamiento del único canal público por decisión de la dictadura cambió radicalmente las cosas. Aparecieron las listas negras, la persecución, el terrorismo de Estado y, por ende, las exoneraciones por razones políticas, la desocupación, el consiguiente exilio, las detenciones arbitrarias, ejecuciones y torturas contra colegas.
La televisión se convirtió al servicio del régimen dictatorial con montajes, falsos enfrentamientos que ocultaron asesinatos, colegas autocensurados o cómplices de crímenes de lesa humanidad y una tribuna para imponer una visión única de la realidad imperante.
La larga y dura lucha de 17 años contra la dictadura civil-militar y el terrorismo de Estado significó el sacrificio de vidas humanas, carreras profesionales, familias, anhelos y objetivos. En tanto, la televisión chilena cumplió tristes roles como encubridora, cómplice y -en el mejor de los casos- indiferente ante el drama que vivían nuestros connacionales.
La recuperación de la democracia tampoco significó un cambio importante en el rol de los medios de comunicación ni en la televisión chilena. La exclusión, el binominalismo y otras lacras heredadas calaron a fondo en el sistema medial chileno y subsisten hasta ahora. Los periodistas deben lidiar con sus concepciones políticas y éticas ante una realidad individualista, competitiva, excluyente, discriminatoria y hasta xenófoba y racista.
Lamentablemente nada hace prever que la situación cambie al concluir el actual proceso constitucional. Los estudiantes de periodismo, los nuevos profesionales, deberán seguir bregando por la libertad de expresión, por la ética profesional y contra las noticias falsas, las pautas blancas de los grandes medios y la comercialización de las comunicaciones.
Tras 70 años de lucha, la escuela de periodismo de la Universidad de Chile debe seguir encabezando esta insigne tarea por la democracia. Como guinda de la torta, la televisión chilena ignoró el acto de homenaje a los 70 años de la escuela.