Puede afirmarse que los conductores de programas más objetados y cuestionados (y con menos credibilidad) son: Matías del Río, Monserrat Álvarez, Tomás Mosciatti, Constanza Santa María, Francesco Gazella, Priscilla Vargas y José Luis Reppening. La escuela de “sábelo todos” -que incluye a periodistas y comunicadores- se ha extendido a los reporteros y noteros en terreno que se permiten irrespetar a testigos, opinar sin pruebas y mostrar su ignorancia en materia de procedimientos policiales, judiciales, educacionales y de todo tipo a nivel de comunas, municipalidades, establecimientos educacionales.
José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 29/3/2023. No hacen falta psicólogos, sociólogos ni psiquiatras o antropólogos para hacer un somero estudio de los “rostros” de la televisión y su verdadera conexión con la teleaudiencia y la realidad cotidiana. En el pasado (desde sus orígenes) la pantalla chica contó con personajes empáticos, supuestamente objetivos o imparciales, como Raúl Matas, Adolfo Yankelevich, Pepe Abad, Sergio Silva, Justo Camacho, Patricio Bañados, José Miguel Varas, hasta Mireya Latorre, Gina Zuanic, Rose Marie Graepp, Javier Miranda, Eduardo Riveros y Hernán Olguín.
Voces e imágenes amigables que nos hicieron creer sin dudas en todo lo que leían en noticieros, matinales y programas políticos, sin trasuntar tendencias políticas, ni pautas blancas de los canales que representaban. Para el olvido, entre otros, César Antonio Santis, Eduardo Cruz Johnson, Juan Guillermo Vivado, Bernardo de la Maza, Carlos de la Sotta, María Teresa Serrano, Paulina Nin y Raquel Argandoña.
Desde entonces, las cosas han cambiado bastante y para peor. El modelo neoliberal imperante, con una competencia desatada por el rating y en medio de la permanente y natural convulsión política en democracia, han aflorado posiciones y, sobre todo, instrucciones precisas de los canales comerciales -incluido TVN- que defienden el status quo y que se reflejan en los “rostros” de hoy día.
A estas alturas las dichosas redes digitales (¿sociales?) sopesan cada palabra, situación, afirmación o declaración de quienes aparecen habitualmente en pantalla y así puede afirmarse -por ejemplo- que los conductores de programas más objetados y cuestionados (y con menos credibilidad) son: Matías del Río, Monserrat Álvarez, Tomás Mosciatti, Constanza Santa María, Francesco Gazella, Priscilla Vargas y José Luis Reppening. ¿Por qué? Evidentemente por sus inocultables afanes de protagonismo, de imponer sus voluntades personales, enfrentando a menudo a sus propios entrevistados o dialogantes en paneles como si ellos fueran sus adversarios y hasta enemigos. Generalmente estos “comunicadores” hablan demasiado, interrumpen a sus invitados en sus espacios y apabullan a los televidentes con su palabrería. Pareciera que estamos obligados a creerles.
Curiosamente en este catastro aparecen aprobados, entre otros: Eduardo Fuentes, Matilde Burgos, Karina Álvarez, Soledad Onetto, Ramón Ulloa, Carla Zunino, Juan Manuel Astorga, Andrea Aristegui y Mónica Sanhueza por su natural empatía, soltura y sin exhibir mayores signos de compromisos políticos ni ideológicos, simplemente ganándose el favor de la teleaudiencia en forma sutil y positiva.
Por otra parte, hay un grupo de conductores, animadores -también periodistas- que pretenden erigirse en una suerte de gurúes, que conocen la verdad revelada y no se equivocan ni cometen errores, entre los cuales destacan con luces propias: José Antonio Neme, Julio César Rodríguez, Iván Núñez, Mónica Rincón y Rodrigo Sepúlveda. Además, los “especialistas” en política internacional como Carlos Zárate y Nibaldo Buitrago dan muestras de falencias en materias de historia y geografía, cayendo en errores y confusiones que transmiten a la teleaudiencia. Algo parecido hacen en política “local” Iván Valenzuela, Álvaro Paci, Cristian Pino, Fernando Paulsen, Paula Escobar, Kike Mujica y el columnista Daniel Matamala. En economía, los relatos neoliberales de Roberto Saa, Andrés Vial, Nicolás Paut y Nicolás Vial, así como Rafael Cavada, Paulina Allende-Salazar, Santiago Pavlovic y Emilio Sutherland en otras áreas de la comunicación audiovisual.
También hay que considerar que personajes como Macarena Pizarro, Karen Doggenweiler, Cristian Sánchez, Francisco Saavedra y Diana Bolocco son más bien modelos de spots comerciales que lectores de noticias, conductores o animadores de programas. Este listado arbitrario no considera la popularidad ni la fama, sino las capacidades profesionales, empatía y confiabilidad que puedan o no tener los colegas de acuerdo con encuestas tan discutibles como aceptables por el público.
En tanto, la escuela de “sábelo todos” -que incluye a periodistas y comunicadores- se ha extendido a los reporteros y noteros en terreno que se permiten irrespetar a testigos en directo, opinar sin pruebas y mostrar su ignorancia en materia de procedimientos policiales, judiciales, educacionales y de todo tipo a nivel de comunas, municipalidades, establecimientos educacionales (privados, subvencionados y municipales). Cesfam, Samu, Compin, Isapres, AFP, Chile Atiende y otras entidades que tienen atribuciones, deberes y derechos bastante delimitados en la respectiva legislación que la mayoría de la población desconoce.
El periodismo está llamado precisamente a vincular la normativa vigente en cada caso con las realidades de la gente en sus casas, barrios y comunas para orientar, colaborar en soluciones y no limitarse a denuncias y acusaciones a veces infundadas y no conducentes a superar dificultades sino más bien contribuyen a confundir situaciones y mezclar potestades.
En el último tiempo, los canales -por ejemplo- desplegaron sus mejores esfuerzos en una estéril disputa entre los alcaldes de La Florida y Valparaíso. Mientras el primero era aplaudido por la demolición de la cuarta casa-narco, el segundo era vituperado por suspender las clases durante un funeral-narco que obligó a pausar las actividades en la ciudad para evitar enfrentamientos violentos. Ambas decisiones tuvieron detractores y partidarios en una disputa política que no tiene otra solución que las autoridades superiores jueguen un rol determinante y decidido en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado y cuenten con las armas legales para ello. Rodolfo Carter y Jorge Sharp no tienen facultades para incidir en aquello y la televisión tendría la obligación de decirlo y difundirlo.
A propósito de la muerte trágica de una carabinera, se intensificaron los pesares y duelos ante las cámaras sin que nadie se cuestionara situaciones como la muerte de un uniformado atropellado en medio de una calle supuestamente considerada sitio de suceso y que días después una carabinera recibiera un balazo en la cabeza -sin casco- y en un vehículo sin blindaje. Urge investigar estas situaciones, mejorar la capacitación del personal policial y realizar los sumarios correspondientes.
Mientras, los “rostros” se solazan entre elucubraciones, especulaciones, confusiones y faltas de conocimiento que sólo contribuyen a mayor ignorancia, sin formar ni informar como debería ser su tarea esencial en materia de comunicación, que es lo que espera la teleaudiencia.