Hábilmente poco hablan de contenidos de un nuevo texto pero plantean que no será ni la sombra del anterior, y apuntan a que sea moderado, serio, viable, acorde con un país que quiere tranquilidad y certezas, lo que cierra la puerta a una propuesta contundentemente progresista y transformadora.
Gonzalo Magueda. Periodista. Santiago. 13/09/2022. El senador Fidel Espinoza estableció que “los 30 años volvieron” en referencia a la retoma de protagonismo de personeros políticos de las últimas décadas de la transición, que habrían quedado relegados desde la revuelta social del 2019, como cuestionamiento a lo que fueron los últimos 30 años de la política chilena.
Este retorno de personajes se vería acentuado con el rechazo del 61% de la población al nuevo texto constitucional redactado por una Convención Constitucional caracterizada por representaciones nuevas, sociales, independientes, no tradicionales, donde los partidos políticos y antiguos personeros fueron minoría.
Así, hoy se ve en los medios de prensa y espacios de la política y el debate, a los ex presidentes Ricardo Lagos y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, a ex ministros como Jorge Burgos y Carlos Maldonado, dirigentes como Francisco Chahuan, Ximena Rincón y Cristian Warnken, muy resaltados, tirando líneas sobre cómo materializar el camino para tener otro proyecto de Constitución.
Hay una primera premisa que salta a la vista desde esos personajes. Que según ellos, “maximalismos” y “refundaciones” del texto propuesto, deben desecharse, como la plurinacionalidad, la supresión del Senado y derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Lo otro es que, según ellos, la ahora nueva Carta Magna debe ser el producto de consensos (el viejo concepto de “la política de los consensos”) entre partidos y antiguos personajes, y sobre todo entre una “centroderecha y una centroizquierda” que supere “los extremos”. Ahí están las cercanías de Amarillos con Chile Vamos y el encuentro de Lagos con Renovación Nacional.
En las formas (que en este caso es fondo) no quieren una Convención como la anterior, quieren limitar la presencia de pueblos originarios, independientes y representantes del movimiento social, y le dan mucha relevancia al papel de expertos, que son los que saben. Tanto así, que sin pudor, el Ricardo Lagos se autopropuso para ser uno de esos expertos.
Hábilmente poco hablan de contenidos de un nuevo texto pero plantean que no será ni la sombra del anterior, y apuntan a que sea moderado, serio, viable, acorde con un país que quiere tranquilidad y certezas, lo que cierra la puerta a una propuesta contundentemente progresista y transformadora.
Alguien comentó que si en unos meses un editorial de El Mercurio saluda un texto de esas características, moderadas y serias, la tarea estará cumplida, será la guinda de la torta para estos “centroderechistas” y “centroizquierdistas” civilizados, maduros y expertos.
Es obvio que Lagos, Rincón, Brugos, Chahuan, Warnken, junto a Javier Macaya, presidente de la UDI, y Juan Sutil, presidente de la principal organización gremial de los empresarios, quieren una Constitución muy alejada de la que se propuso, y seguirán rechazando cualquier texto similar o parecido. El objetivo es lograr las normativas constitucionales que ellos consideran apropiadas. Representando, obvio, intereses ideológicos, valóricos, financieros, materiales, políticos.
Eso es lo que están jugando. Y apuestan a un apoyo ciudadano apelando y confiando en el 61% del rechazo en el plebiscito.