El Gobierno y el poder

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Como ayer, la trilogía de un Gobierno con poder es la cohesión y coherencia, pegamento que le otorga el programa transformador; entre el Ejecutivo, la coalición de partidos y la base social. Con la capacidad de crear escenarios factibles convirtiendo en realidad demandas sociales que con antelación eran impensadas.

Fernando Bahamondes. Punta Arenas. 31/01/2022. Todo hecho de Gobierno es un hecho comunicacional; pero no todo hecho comunicacional tiene que ver con la política propiamente tal. Lo que diferencia el Gobierno del poder es que se puede ganar una elección, bajo el régimen presidencialista, no obstante, no necesariamente se posee el ejercer el poder desplegando acciones para marcar hitos de envergadura política.

Ejemplifiquemos con la Unidad Popular en nuestro país. Salvador Allende obtuvo la mayoría relativa el 4 de septiembre de 1970, por cierto, bajo reglas institucionales diferentes a las actuales. A pesar de ello, la UP estuvo lejos de tener el poder. Su destino dependió a cada minuto de una correlación de fuerzas favorable mediante una férrea unión entre el gobierno, la coalición de partidos que la apoyaba y la movilización popular para hacer frente a los feroces ataques de los adversarios internos y externos. Desde ya, sabemos que la unidad fue imposible de sostener y se perdió la correlación de fuerzas lo que precipitó la historia a la tragedia.

Por tanto, las mayorías siempre son transitorias cuando se reducen al ámbito electoral, de lo que se trata es que las mayorías tengan la capacidad de organizarse y en consecuencia sean activas. Además, de la existencia de la necesaria cohesión de ideas o programa y acciones entre el Gobierno y su coalición para lograr los objetivos propuestos.

Lo anterior adquiere sentido para un Gobierno transformador, no así para un Gobierno administrador. Este último, se puede asociar a un tipo de Gobierno que aspira a obtener las mayorías electorales en el esquema de democracia liberal, y obtendrá dicha mayoría por medio de individuos cuya imagen pública tenga relativa aceptación y desarrollará una campaña electoral llena de eslóganes que adquieran cierto sentido en la ciudadanía. El tipo de Gobierno administrador se aferra a la legalidad institucional, incluso puede prescindir de legitimidad o base social de apoyo porque esto implica acoger demandas que superan el marco del modelo económico y el sistema político que pretende administrar para preservar.

Los Gobiernos de la Concertación y los dos gobiernos de la derecha fueron gobiernos administradores. Cual más, cual menos, matizaron el modelo económico-social, y en el peor de los casos, intentaron profundizar el neoliberalismo. La Concertación desbarató su base social que venía con el viento de cola de las movilizaciones populares contra la dictadura. La derecha, a su vez, siempre ha prescindido del factor popular, recurre a la movilización cuando sus intereses se ven potencialmente afectados y es ahí donde le importa poco el Estado de derecho que defiende en tiempos normales.

La derecha fuera del Gobierno recurrirá a una suerte de autonomía relativa para mantener su poder fuera de la esfera del Gobierno. Para ello utilizará el Congreso, los gremios empresariales y los medios de comunicación social. En este caso su piedra en el zapato es la futura Constitución, más que las iniciativas gubernamentales que chocaran con la oposición en el parlamento y contra el muro de una institucionalidad decrepita.

Un Gobierno transformador requiere poder para transformar, y ese poder en encuentra originalmente en el Ejecutivo, pero no sólo reside en el Gobierno. Propiamente tal, del Gobierno emana la agenda de PDL, que debe ir acompañada de trabajo prelegislativo con el Congreso y fuera de él. Dentro del Parlamento la negociación debe tener los agentes negociadores idóneos, pero principalmente una coalición de partidos oficialistas cohesionada. Fuera del legislativo mediante un trabajo previo con organizaciones y movimientos sociales. La agenda comunicacional es central, el obstáculo es la propiedad de los medios de comunicación cuyas líneas editoriales en nuestro país están controladas por la oposición y el gran empresariado, en dicho caso hay que crear esos medios.

Como ayer, la trilogía de un Gobierno con poder es la cohesión y coherencia, pegamento que le otorga el programa transformador; entre el Ejecutivo, la coalición de partidos y la base social. Con la capacidad de crear escenarios factibles convirtiendo en realidad demandas sociales que con antelación eran impensadas.

El poder se siente cuando se ejerce no desde una autoridad vertical, sino cuando se empuja a la sociedad a la transformación, pero con parte de la sociedad, es decir, con un poder colectivo que da cuenta de una mayoría activa. Cuando en efecto se posee poder, es porque se puede distribuir de modo tal que se reduce a la mínima expresión los errores propios y se avanza ante la contradicciones y división de los adversarios.