El cierre del año 2022 debería significar un punto de inflexión para que la industria supere sus problemas y reoriente sus contenidos y objetivos más allá de los intereses comerciales y accediendo a parrillas culturales, de formación ciudadana y de sana entretención que superen el marasmo actual.
José Luis Córdova. Periodista. Santiago. 04/01/2019. El año 2022 cerró lamentablemente con un pobre resultado a nivel de audiencias, producciones propias, contenidos formativos y culturales, financiamiento y personal técnico y profesional para la alicaída industria televisiva nacional.
A las innumerables muestras de desprolijidad, irrespeto, falta de ética y seriedad de comunicadores (reporteros, periodistas, animadores) se suman las deliberadas demostraciones de parcialidad y nula objetividad en la entrega de informaciones políticas, sociales y económicas.
A propósito de la aplicación de la facultad de indulto presidencial que benefició a doce jóvenes detenidos en el marco del estallido social en el 2019 y de un ex integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, se volvió a repetir la fórmula de graficar estos hechos con imágenes de enfrentamientos en las calles entre carabineros y manifestantes de hace un par de años que costaron numerosas víctimas y mutilaciones.
La decisión constitucional de liberar a presos políticos desató la indignación de sectores de derecha -encabezados por Canal 13, propiedad de la familia Luksic- arguyendo argumentos manoseados y tratando a quienes vivieron años de prisión preventiva sin penas para acusarlos, simplemente como vulgares delincuentes.
La mirada unilateral abarcó “opiniones” de dirigentes políticos desde la derecha hasta el llamado socialismo “democrático” que naturalmente cuestionaron el cumplimiento de un compromiso de campaña del Presidente y -en definitiva- un gesto humanitario mínimo a fines de año.
Los medios de comunicación -entre ellos Mega- abogaron por otra suerte de “empate” para liberar también a agentes del Estado (carabineros y policías), autores de violaciones a los DDHH en procesos judiciales que se alargan inútilmente sin condena alguna, mientras los jóvenes indultados estaban condenados a penas sobre 5 hasta 12 años de cárcel.
Naturalmente que, junto con darle tribuna a personajes como Rojo Edwards, Jaime Bellolio, Karla Rubilar, Katherine Martorell y José Manuel Ossandón, repitieron las imágenes más violentas del estallido social y soslayando la masividad de las manifestaciones populares del vilipendiado “octubrismo”.
Los indultos fueron respondidos con el retiro de la derecha de la mesa por la seguridad nacional, convocada por el Ministerio del Interior para enfrentar el flagelo de la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico. ¿Moneda de cambio para un problema tan grave como trascendental para la convivencia nacional?
En tanto, la crisis se profundiza en la industria televisiva pese a que, mediante el recurso de estelares en busca de talentos, Mega consiguió el primer lugar de las preferencias, superando a Chilevisión por apenas una décima, mientras Canal 13 y TVN quedan más atrás y la estación “pública” en un vergonzoso último lugar.
Finalmente, el canal privado La Red iniciará 2023 con una programación completamente envasada tras una serie de vicisitudes que vivera el año recién pasado, terminando definitivamente con un par de únicos y exitosos programas en vivo: “Hola Chile” y “Mentiras verdaderas”.
La continuidad de la emisora -que tuvo puntos altos en materia de contenidos imparciales, independientes de los poderes fácticos y hegemónicos- sufrió un duro golpe con la renuncia del periodista y director Víctor Gutiérrez y las graves falencias económicas que provocaron un paro de personal desde julio a septiembre y que recién están definiendo ante la dirección del trabajo los trabajadores con la empresa mexicana Albavisión.
La posibilidad del cierre de La Red se suma a la crisis del Canal TV Más -ex Canal 15- que atraviesa también con duras dificultades financieras mientras los canales tradicionales se afirman con cifras azules en sus cuentas. El cierre del año 2022 debería significar un punto de inflexión para que la industria supere sus problemas y reoriente sus contenidos y objetivos más allá de los intereses comerciales y accediendo a parrillas culturales, de formación ciudadana y de sana entretención que superen el marasmo actual.