Por muchos años, en todos los territorios empobrecidos del país y del continente se desarrollan experiencias vinculadas a las artes, al medio ambiente, los carnavales, la economía popular, la creación de radios comunitarias, entre otras acciones cuyo fin es desarrollarse en y como comunidad. Son lo que se ha reconocido y valorado como Culturas Comunitarias, procesos sostenidos por líderes naturales que trabajan en formar, recrear y mejorar la convivencia y el encuentro, sobre todo de niñas, niños y jóvenes, los que frecuentemente no encuentran otros espacios donde hacerlo.
Patricia Requena Gilabert. Movimiento “Cultura Viva Comunitaria”. 9/2024. “Existiendo” invisibles.
Por muchos años, en todos los territorios empobrecidos del país y del continente se desarrollan experiencias vinculadas a las artes, al medio ambiente, los carnavales, la economía popular, la creación de radios comunitarias, entre otras acciones cuyo fin es desarrollarse en y como comunidad. Son lo que se ha reconocido y valorado como Culturas Comunitarias, procesos sostenidos por líderes naturales que trabajan en formar, recrear y mejorar la convivencia y el encuentro, sobre todo de niñas, niños y jóvenes, los que frecuentemente no encuentran otros espacios donde hacerlo. Son procesos largos, colaborativos y auto gestionados, procesos que las políticas estatales, hasta hace un tiempo los habían invisibilizado tanto su quehacer cultural como aportes fundamentales a la comunidad.
Culturas comunitarias: imprescindibles en el desarrollo social y cultural.
Una mirada general de la realidad en nuestro país y en el continente, evidencia que asistimos al deterioro de la convivencia social, sobre todo en los territorios más empobrecidos, consecuencia en gran medida de la cultura de la exclusión, la violencia, el egoísmo y otros valores impuestos a través de los medios de comunicación y otros espacios de socialización.
Las respuestas institucionales para hacer frente a este deterioro se enfocan, por lo general, en el “control” social a través de diversas estrategias. En cambio, nuestra mirada como Movimiento Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria (CVC) (1), sin quitarle la complejidad al problema, se centra en los factores socioculturales de la convivencia social, donde cobran valor los espacios comunes, las actividades colectivas, creativas, libres y constantes, que le permiten a las personas desarrollar sus motivaciones en forma pacífica y constructiva.
Es por estas razones, y ligado a la demanda por derechos culturales de las comunidades, que el Movimiento CVC Chile demandó durante años una política pública de apoyo a las Culturas Comunitarias, la que finalmente se materializa el 2022, con el nacimiento del Programa Puntos de Cultura Comunitaria (2), que, en síntesis, compromete diversos apoyos a organizaciones culturales comunitarias en pos de la sustentabilidad en el tiempo de su accionar.
Puntos de Cultura Comunitaria: oportunidad para “cuidar”.
El 2023 se certifican 295 Puntos de Cultura Comunitaria en el país; este año 2024, en tanto, el proceso está aún en curso. Se han establecido asimismo una serie de líneas de trabajo que nos parecen positivas para el fortalecimiento de este gran sector del quehacer socio cultural en Chile. Sin embargo, y en pos de lograr los propósitos que define el mismo Programa, cual es el fortalecimiento de la convivencia social a partir de dar sustentabilidad a los procesos culturales comunitarios, hay aspectos que nos preocupan, ya que existen decisiones estructurales que tienden a instalarse, y que posteriormente es engorroso y difícil de cambiar. A continuación analizaremos con más detalle estas problemáticas.
Primera preocupación: el perfil.
Al observar las características de algunas organizaciones que ya son Puntos de Cultura Comunitaria en la Región Metropolitana, vemos que allí preponderan agrupaciones con un perfil más bien centrado en una “oferta” que permita el sostenimiento de un espacio, con el desarrollo de distintos tipos de actividades. Consideramos que este tipo de perfil, no apunta a la principal característica del Programa, que es favorecer la acción comunitaria, basándonos para ello en lo que las mismas bases del programa han definido como “lo comunitario”.
En esto sugerimos que los procesos de certificación sean más rigurosos y con un enfoque amplio, contando ojalá con la participación de personas que tengan cercanía con la realidad organizacional en poblaciones.
Segunda preocupación: fines de lucro.
Un aspecto central del perfil de una organización que busca optar a esta certificación, es si posee o no fines de lucro. Afirmándose en las palabras de Celio Turino, brasileño creador de esta política, los “Puntos de Cultura solo puede concebirse desde la lógica del bien común y no de la acumulación privada. Este no es un simple programa de transferencia de recursos para que las entidades culturales tengan sus pequeños espacios” para que estas “ofrezcan cursos de iniciación artística a jóvenes de la periferia y que, por no cuestionar el sistema de un modo más amplio, no generan valores, no se enfrentan a la realidad. (2). En atención a lo anterior, al revisar el listado mencionado, nos preocupa ver allí a organizaciones que se financian ofreciendo servicios a la población.
Sugerimos volver a revisar y enmendar las certificaciones de espacios con perfil lucrativo.
Tercera preocupación: cambio en las reglas del juego y carácter democrático del Programa.
Los diagnósticos acerca de las organizaciones culturales comunitarias en Chile, y que definen su perfil organizacional como tal, nos demuestran que en un gran porcentaje estas optan por no tener Personalidad Jurídica (P.J.). Este aspecto es una opción legítima de las organizaciones, que ven el valor asociativo en su conformación como un sujeto comunitario socio cultural y no necesariamente por circunscribirse a una estructura jurídica.
Consideramos que el Estado debe acoger a todo el universo de formas de asociatividad, en su amplia diversidad (con y sin P.J.) asunto que según nuestra experiencia, no determina lo central de su trabajo, que es “lo comunitario”. Recordando que el derecho de asociación es un derecho humano reconocido en tratados internacionales y la propia Constitución, sin el requisito de constituir una personería jurídica para ejercerlo.
Más aún, y allí la preocupación que levantamos, es por el cambio en las bases del Programa, puesto que el 2023 no se exigió P.J. para certificarse y, en el 2024, si es requisito. Esto ha implicado en la práctica que muchos grupos que merecen ser reconocidos como Puntos de Cultura Comunitaria, hayan quedado al margen de este Programa.
Sugerimos, reconociendo las limitaciones “legales” que posee el Estado para la entrega de recursos a personas naturales, que se dialogue con las organizaciones para abrir democráticamente la oportunidad a todos los que la necesitan y merecen.
Finalizamos este acercamiento crítico y a la vez propositivo al Programa Puntos de Cultura, esperando que las observaciones entregadas sean un aporte para las organizaciones comunitarias, para comprender mejor las posibilidades de este proceso, y sean atendidas por el Ministerio para co-construir de mejor modo y con la participación de las comunidades esta política pública que va en su beneficio. Nuestra voluntad es aportar al desarrollo de una real democracia cultural y social, lo que nos obliga a estar atentos y abiertos al diálogo participativo, para el cual estaremos siempre dispuestos y disponibles.
Movimiento Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria.
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https://www.facebook.com/culturavivacomunitaria
Red chilena de Cultura viva Comunitaria
https://www.facebook.com/RedChilenaCulturaComunitaria
(2) Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Programa Puntos de Cultura Comunitaria. , https://puntos.cultura.gob.cl/
(3) Celio Turino, Punto de Cultura. “El Brasil de abajo hacia arriba”.
https://iberculturaviva.org/wp-content/uploads/2016/02/puntos_de_cultura_auspicio.pdf