Las elecciones primarias para definir las candidaturas municipales, dejaron abiertas más incógnitas que las contradicciones que resolvieron. Primero porque no todos participaron en ellas y es altamente probable que quienes no lo hicieron determinen finalmente sus resultados.
Hernán González. Profesor. Valparaíso. 12/6/2024. Las elecciones primarias que se realizaron el domingo 9 de junio dan la impresión de no haber tenido ganadores. Con una participación de alrededor de trescientos mil electores, poco más de un seis por ciento del padrón autorizado para hacerlo, se desarrollaron con una apatía y falta de entusiasmo notables.
Eso no significa que no vayan a tener repercusiones. Datos tan esmirriados apenas aportan algunos elementos para los análisis de gurús electorales, que han hecho de vaticinios que rayan con la adivinación, un espacio en matinales y medios escritos. No se trata para estos analistas de tomar una posición ni de señalar los problemas que aquejan a nuestra sociedad ni las propuestas políticas de quienes aspiran a ocupar cargos de elección popular y que explicarían sus resultados.
La realidad social, para estos analistas, sigue siendo un misterio y su ocupación, la de augures o pitonisos. En este sentido, resulta improbable que hicieran alguna predicción medianamente razonable en los análisis de ese día ni que explicaran su resultado. Su silencio es más importante que todas las obviedades que dijeron.
El primero, lo que tiene que ver con la crisis de la derecha tradicional, puesta en evidencia ese día. No solamente porque sacó aproximadamente cincuenta mil votos menos que el pacto de centroizquierda ni por la insignificante movilización que motivó. Las polémicas previas y las que protagonizó durante la jornada, son las que importan y muy probablemente, además, van a seguir marcando las próximas semanas y meses. En efecto, la UDI sale muy golpeada, pero RN tampoco tiene mucho que celebrar. Puente Alto y Lo Barnechea apenas dan el pretexto para una foto y le restan todavía muchas comunas por definir, razón que va a ser la excusa para más peleas internas seguramente.
La ausencia del centro político es también un dato importante de esta elección. No hay, no hubo ese día, partidos que se autodefinan de centro que participaran ni que tuvieran algo que celebrar. Por supuesto, en una elección de carácter local, no es mucho el margen de diferenciación que existe, pero considerando que venimos saliendo de dos procesos constitucionales, y que la derecha está en una campaña desatada y sin piedad de ataque al gobierno y de bloqueo de todo intento de reforma, se trataba de una elección que se daba en un ambiente más politizado que en otras ocasiones.
En este sentido, la prisión preventiva decretada sobre el alcalde de Recoleta, compañero Daniel Jadue, fue un ingrediente más que tenía como finalidad golpear a la izquierda. No solamente con el propósito de desacreditarla ante la opinión pública o restarle votos, sino también como una forma de castigar a quienes desde el gobierno local intenten siquiera desafiar la hegemonía aparentemente incontrarrestable de las empresas privadas, los monopolios y sus representantes políticos; no solamente a las gestiones locales exitosas, de las que la izquierda puede exhibir varias.
Las elecciones primarias para definir las candidaturas municipales, dejaron abiertas más incógnitas que las contradicciones que resolvieron. Primero porque no todos participaron en ellas y es altamente probable que quienes no lo hicieron determinen finalmente sus resultados. El fantasma de la ultraderecha asecha y con el patético estado de la derecha tradicional y los modestos resultados de las fuerzas de izquierda, sus posibilidades se amplían. La ausencia y peor aún, el comportamiento oportunista y cada vez más conservador al que es arrastrado lo que alguna vez se definió como centro político, producto de sus indeterminaciones y sus esfuerzos de diferenciación, la han favorecido en todas las oportunidades.
No es suficiente la ingeniería electoral ni juntar los pichintunes que cada sector podría aportar para detenerla. Las clases dominantes, el conservadurismo moral y cultural, los burócratas y los cuadros técnicos del sistema hace rato que están en una campaña abierta para defender lo que se pueda de él, entre otras cosas las AFP y las ISAPRE. También a las grandes cadenas proveedoras de servicios, los empresarios que se han visto beneficiados con la subcontratación, los bajos salarios y las facilidades para despedir, cambiar de funciones y jornada a trabajadores y trabajadoras; justificar las exclusiones de diverso signo, como las que sufren minorías y diversidades sexogenéricas, mujeres, jóvenes, pueblos originarios e inmigrantes, como si se tratara de meras opiniones.
El tiempo que resta para las elecciones municipales y de gobernadores, va a ser un tiempo lleno de contradicciones; de tensiones y enfrentamientos. No un enfrentamiento exclusivamente electoral. Es la hegemonía cultural lo que está en disputa. Los valores sobre los que se yerguen posiciones políticas, concepciones del Estado y la sociedad: una que ve al ser humano como un mero cliente u objeto de control y otra que lo ve como un sujeto de derechos. El pueblo y la izquierda deben prepararse.