…Como era su costumbre, el obrero tipógrafo Luis Emilio Recabarren Serrano y su compañera, Teresa Flores, se habían levantado temprano. Otro tanto hicieron dos operarios de “El Despertar de los Trabajadores” que habitaban en la casa, el obrero Elías Lafertte Gaviño, que hacía poco había bajado de la pampa salitrera desde la oficina Santa Lucía, y el periodista español Nicolás Aguirre Bretón…
Iván Ljubetic Vargas (*). Santiago. 03/06/2022. Fue el martes 4 de junio de 1912, en una casona ubicada en calle Barros Arana N. 9, casi esquina de Sotomayor, de la ciudad de Iquique.
Como era su costumbre, el obrero tipógrafo Luis Emilio Recabarren Serrano y su compañera, Teresa Flores, se habían levantado temprano. Otro tanto hicieron dos operarios de “El Despertar de los Trabajadores” que habitaban en la casa, el obrero Elías Lafertte Gaviño, que hacía poco había bajado de la pampa salitrera desde la oficina Santa Lucía, y el periodista español Nicolás Aguirre Bretón.
Cerca de las 9 horas se escuchaban los rumores, como de pajarillos, provenientes de la Escuela de Niñas que se encontraba a un costado de la casona. Donde reinaba el silencio era en la sede de los masones que estaba al cruzar la calle.
Ya habían arreglado el segundo piso, que era una azotea que servía de teatro, donde se realizaría la sesión.
Teresa se notaba algo nerviosa. Tenía 21 años, estaba en la primavera de la vida. Según afirmó Elías Lafertte: “Teresa Flores, era por aquellos días la verdadera mujer de un líder proletario, que no sólo lo acompañaba como tal, sino también en las actividades políticas”. (Elías Lafertte: “Vida de un Comunista”. Editora Austral. Santiago, 1971, página 82).
Luis Emilio, que en un mes más cumpliría 36 años de edad, mostraba tranquilidad. Estaba seguro que los camaradas no faltarían a la invitación que había realizado para esa mañana.
Sentado en un sillón parecía dormitar. Pero en verdad recordaba hechos ocurrido en el último tiempo. Hacía algo más de un año, una de las “Ligas patrióticas”, horda de bárbaros envenenados de chovinismo, había asaltado hogares de residentes peruanos, atacando y destruyendo -además- la imprenta de un periódico llamado “La Voz del Perú”. Las máquinas quedaron rotas y los tipos revueltos en un motón.
Hice bien -se dijo- en comprar esos restos de la imprenta y tener la paciencia para reconstruir las máquinas pieza por pieza. Se me presentó el problema de contar con una sede para instalar imprenta y poder culminar el proyecto de sacar un periódico. Entonces encontré la comprensión del compañero David Barnes, comerciante ecuatoriano, propietario de esta amplia casa. Instalamos aquí la imprenta y el 16 de enero de este año salió a las calles y a la pampa “El Despertar de los Trabajadores”…
La voz de Teresa le interrumpió sus recuerdos:
-Ponte en las piernas este chal, hace mucho frío.
Efectivamente, como era habitual hacia fines del otoño, el día había comenzado con bajas temperaturas. En el litoral, entre las 7 y 8,30 horas, imperó la camanchaca, esa neblina costera, dinámica y muy copiosa.
Doce días atrás, Luis Emilio Recabarren había escrito un artículo titulado “Vamos al Socialismo”, publicado en “EL Despertar de los Trabajadores”, el 21 de mayo de 1912, donde señaló:
“En la última sesión del Directorio de la Agrupación Central se ha propuesto el cambio de nombre de nuestro Partido en la provincia. Unos quieren que adoptemos por nombre simplemente: Partido Socialista; otros proponen que nos llamemos: demócratas socialistas; otros que tomemos por nombre Partido Obrero Socialista.
Como estos asuntos tendrán que someterse a la consideración de todas las agrupaciones y secciones del Partido en la provincia creemos oportuno señalar, desde estas columnas algunas ideas al respecto:
Aceptamos el cambio de nombre y, junto con eso, que nos separemos definitivamente del seno del Partido Demócrata, por las siguientes razones:
1.- Porque el Partido Demócrata en su política y con sus actos públicos durante los últimos años ha declarado prácticamente que no sirve los intereses de la clase trabajadora porque en cada acto electoral ha hecho causa común con los partidos de la clase explotadora y opresora.
2.- Porque los dirigentes del Partido son en su mayoría elementos burgueses, que no conocen ni saben sentir las necesidades materiales y doctrinarias del pueblo. La Directiva General no se ha preocupado de las conferencias populares ni de la prensa definida, permanente y activa…
No, trabajadores del salitre, no apoyemos más esta funesta política. Alcemos bien nuestra frente y sin vacilaciones fundemos aquí el formidable pedestal del Partido Socialista de Chile”.
Comenzaron a llegar los constructores del armamento del pueblo. El primero en cruzar la entrada fue Néstor Recabarren, hermanastro de Luis Emilio. Luego lo hizo Julio Arredondo, empleado de una compañía salitrera, junto al gásfiter Enrique Salas. Casi enseguida entraron el carretero Francisco García, el carpintero Ruperto Gil, el relojero José del Carmen Aliaga, el periodista de “El Despertar”, Salvador Barra Woll, el comerciante ecuatoriano David Barnes y el panadero Ernesto Jorquera.
No tardaron en llegar obreros del salitre y de otras faenas. Entre ellos, Miguel Carrasco, Juan Álvarez, L. Zavala, Luis Figueroa, Carlos Alberto Martínez, L. Vargas, Ladislao Córdova, E. Díaz, R. Olivares, A. López, E. Corbetto, J. Faúndez, M. Agüero.
Todos estos mencionados en el Acta de la sesión del 4 de junio de 1912, en la que se agregaba “y otros amigos”.
En diversas versiones de esa sesión fundacional del Partido, se entregan seis nombres más: Emilio Alvarado, Facundo Castro, Vicente Cortez, Eleodoro Rodríguez, Gregorio Salinas e Ignacio Salinas. ¿Serán estos los mencionados como “otros amigos” en el Acta?
Se inició la reunión con la palabra tranquila y sabia de Recabarren que delineó el importante objetivo de la reunión: fundar el partido revolucionario de clase obrera chilena.
Se eligió una directiva, que quedó formada por Luis Emilio Recabarren, Presidente; Enrique Salas, Vicepresidente; Néstor Recabarren, Secretario; Ruperto Gil, Secretario; David Barnes, Tesorero; E. Aguirre Bretón, delegado.
Según relata Elías Lafertte, uno de los fundadores: “Hicimos una exposición de motivos, un reglamento y un programa mínimo. En la exposición de motivos se establecía que el fin último de nuestras aspiraciones era la emancipación total de la humanidad, aboliendo las diferencias de clase hasta conseguir que haya una sola clase de trabajadores, dentro de un régimen en que la producción sea un factor común y común también el goce de los productos”. (Elías Lafertte; “Vida de un Comunista”, Empresa Editora Austral. Santiago, 1971, página 84).
Luego se debatió sobre el nombre de la naciente colectividad. Por entonces todos los partidos revolucionarios se llamaban socialista o socialdemócrata. El de Lenin, por ejemplo, se denominaba Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Surgieron varias opciones. La mayoría optó por llamarlo Partido Obrero Socialista, para subrayar su carácter de entidad de clase obrera.
Ese mismo día 4 de junio, se constituyó el Partido en la Oficina salitrera “Abra”. Casi simultáneamente surgió en Punta Arenas. Poco después se organizaron las secciones de Tocopilla, Antofagasta y Taltal. Algo más tarde, las de Valparaíso, Santiago, Concepción, zona del carbón y otras ciudades.
El 10 de febrero de 1913, Recabarren afirmaba que:
“En enero de 1912, no existía en Tarapacá organización obrera ni socialista, con excepción de la Cooperativa Obrera Tipográfica y el gremio de cargadores y panaderos…
En el mes de junio, 22 secciones del Partido Demócrata se transformaron en Partido Socialista y continúan una marcha regular, desde el punto de vista orgánico político”. (Luis Emilio Recabarren: “Labor obrera en Tarapacá”. Informe al Comité de la Segunda Internacional, en “El Despertar de los Trabajadores”, Iquique, 18 de febrero de 1913).
Las 22 secciones de Tarapacá a las que hace mención Recabarren son: Iquique, Centro Lagunas, Gloria, Primitiva, San Pablo, Argentina, Alianza, Rosario de Huara, Cala, Cholita, Barcelona, Ramírez, Bellavista, Amelia, Abra, Jazpampa, Pan de Azúcar, Agua Santa, San Lorenzo, San Remigio, Pozo Almonte y Pisagua.
Al iniciarse 1912, junto con el auge de la industria del salitre, Tarapacá aún vive con el recuerdo y las profundas cicatrices dejadas por la masacre de la Escuela Santa María de Iquique. “Durante ese año -sostiene Recabarren en el informe elevado a la Internacional Socialista- el espíritu obrero muy decaído por la cruel matanza en la huelga de 1907, recién empieza a reanimarse”. (Ibidem)
Fue en estas condiciones, que revolucionarios chilenos dieron nacimiento al Partido de la Clase Obrera.
El nombre fue reemplazado en 1922, en el IV Congreso, al solicitarse el ingreso a la Tercera Internacional, creada por Lenin en marzo de 1919. Desde entonces, se llama Partido Comunista de Chile.
Fue así, como hace 110 años alrededor de 30 revolucionarios, encabezados por Luis Emilio Recabarren, todos sencillos trabajadores, dieron el paso más importante para la clase obrera y el pueblo chileno: crearon su vanguardia.