Mucho debate técnico y político, mientras chilenas/chilenos ven encarecer la luz, la comida, el transporte, la salud, aumentan las deudas sobre todo en UF, siguen sufriendo abusos en servicios y empresas, ven congelados sus sueldos, son miles los despidos “por necesidades de la empresa”, persiste el déficit habitacional, todo es tardío para los damnificados, y las/los pensionados siguen igual y quizá puedan aspirar a mejorar un poquito sus jubilaciones. En un país donde al menos diez familias acumulan decenas de miles de millones de dólares, pero se dice que no hay plata. Lo peor llega cuando se esgrime preocupación “por el efecto electoral” de todo esto, rebajando el criterio de la necesidad social y de la dignidad de chilenas y chilenos. Parafraseando a un personaje, “es el sistema, estúpido”; la gente puede llegar a tener conciencia o no de eso, el punto es que requiere de respuestas ahora.
Hugo Guzmán. Periodista. Santiago. 29/6/2024. 1.-La gente está preocupada. El mes que se inicia puede traer alzas en las cuentas de la luz entre 30 y 43 por ciento. Otro golpe a los bolsillos de las familias. Las cifras oficiales indican que en lo que va del año hubo 43 mil despidos “por necesidades de la empresa”, lo que suma al porcentaje de chilenas y chilenos sin empleo; sin olvidar los altos niveles de empleo informal que, entre otras cosas, son cientos de miles de personas sin derechos sociales. Los damnificados por las fuertes lluvias e inundaciones sumaban varios miles, gente sin hogar o sus casas parcialmente destruidas, con pérdidas de enseres, afectaciones en el acceso al agua, la luz y golpe a la economía familiar. Hay que sumar los miles de damnificados por los incendios forestales que siguen con el drama de pérdida de vivienda y otras consecuencias que apuntan a malas condiciones de vida. En medio de duras discusiones legislativas y de expertos, la inmensa mayoría de pensionadas/pensionados del país tiene ingresos entre 100 mil y 200 mil pesos al mes, están en la línea de la pobreza y, cuando mucho, se avizora que tendrán jubilaciones un poquito mejor. Los sueldos se mantienen congelados mientras los precios suben; que vaya alguien a mirar a las ferias, a las tiendas de barrio, a los supermercados, a las ferreterías, que mire el uso de la tarjeta BIP para el transporte, que mire cuánto están cobrando los médicos, en fin, y se constatará que la baja en el porcentaje de la inflación será un buen dato de la economía, pero la gente no lo siente a la hora de cubrir los gastos mensuales. Ni hablar de los pagos de dividendos y de arriendos y otros asuntos en UF, que suben cada mes y suman mucho en el tiempo, lo caro de los créditos de los bancos y las grandes tiendas, los pagos de colegios, el gas, la parafina, la ropa, y que lleva a la repetida frase de que “no alcanza para terminar el mes”. El abuso sigue campeando en diversos ámbitos y se ve en los servicios y atención a las demandas y necesidades de la gente.
2.-El resumidero anterior da cuenta, parcialmente, de realidades cotidianas que está viviendo la gente. Que van más allá de discusiones técnicas, políticas, especializadas, donde pocas veces aparecen los rostros y las voces de las/los chilenos que tienen que salir a trabajar (en un inmenso porcentaje con empleos precarios, sueldos que no alcanzan, informalidades tremendas), de las/los pobladores, jóvenes, gente de regiones. Es claro y natural que la gente se canse de tantos debates que, al final del día, no llegan con soluciones reales y concretas. En un país donde al menos siete familias acumulan más de 41 mil millones de dólares, pero se dice que no hay plata. Lo peor llega cuando se esgrime preocupación “por el efecto electoral” que puedan tener todas esas situaciones, rebajando el criterio de la necesidad social y de la dignidad de chilenas y chilenos.
3.-Aunque a algunos les resulte “denso”, si se habla de esquemas de costos de la luz, el agua y el gas, de malos salarios, de alto empleo informal, de imposibilidad de apoyos efectivos a damnificados, de encarecimiento del costo de la vida, de lo caro que sale acceder a la salud y la educación, la falta de recursos para políticas sociales mientras aumentan las utilidades de la banca y grandes consorcios, de encarecimiento del transporte, los alimentos y el vestuario, de esquemas de pago de deudas en UF, y un largo etcétera, no se puede hablar sólo de lo que ocurra durante un Gobierno, de lo que se haga o se deje de hacer. Se está hablando de temas estructurales, del mal funcionamiento de un modelo de país. No hay de otra. Parafraseando a un personaje, “es el sistema, estúpido”. Pero claro, la gente puede llegar a tener conciencia o no de eso, el punto es que requiere de respuestas ahora, y ahí estriba el desafío en la conducción de la economía, de la buena política, de las responsabilidades sociales, de las capacidades de encarar las demandas y necesidades. Y en eso, como en cambiar este sistema que produce negativas situaciones, mucho está al debe.