Evelyn Matthei con sus erráticas declaraciones y actuaciones políticas ha terminado por abrirle las puertas de par en par al fascismo declarado de los grupúsculos ultras que se han desprendido de sus filas y que se preparan para reemplazarla en la representación del gran capital financiero, la reacción internacional y el consevardurismo religioso, moral y cultural. El ruidoso fracaso de Chile Vamos, confirma una de las características que hace meses define la situación política, que es la dispersión que reina entre las filas derechistas.
Hernán González. Profesor. Valparaíso. 23/4/2025. La caída de la primaria con la que la derecha tradicional pretendía rodear de un aura de legitimidad y representatividad a su eterna promesa, Evelyn Matthei, terminó como era previsible en el más bochornoso de los fracasos. La confirmación de algo que hace meses se veía venir, el desfondamiento de su candidatura y la intrascendencia política en que su sector ha caído.
Sus erráticas declaraciones y actuaciones políticas -inconscientes lapsus pinochetistas y fascistoides que dejaban en evidencia su auténtica naturaleza política y de clase reprimida por su sentido de la realidad y su funcional acuerdo con el centro político durante las últimas décadas- han terminado por abrirle las puertas de par en par al fascismo declarado de los grupúsculos ultras que se han desprendido de sus filas y que se preparan para reemplazarla en la representación del gran capital financiero, la reacción internacional y el consevardurismo religioso, moral y cultural.
Este relevo no será -no lo ha sido- tranquilo y sin sangre. Ya el mismo día Matthei las emprendió contra Kast, Kaiser y el resto de la SS criolla para culparla de su previsible incapacidad de triunfar en las próximas elecciones presidenciales, al menos en primera vuelta. El ruidoso fracaso de Chile Vamos, confirma una de las características que hace meses define la situación política, que es la dispersión que reina entre las filas derechistas. Dependiendo de la capacidad de la emergente reacción ultraconservadora, esta situación de dispersión puede proyectarse en el tiempo generando condiciones favorables para las fuerzas democráticas o resolverse a su favor como ocurrió antes en Argentina.
Dicha capacidad está dada por la fuerza de masas que representa y que silenciosamente se va abriendo paso entre las ruinas de la sociedad civil que han dejado más de cuarenta años de neoliberalismo -más o menos adocenado, más o menos radicalizado-. La fuerza de Kaiser y de Kast, reside precisamente en la destrucción de los vínculos sociales que el individualismo y la competencia desenfrenada ha dejado como resultado.
También en la transformación cultural que ha hecho de la sociedad una colección de cosas, cosas que se pueden obtener sólo en el mercado; mercancías que son como las cuentas de vidrio de los conquistadores españoles del siglo XVI, fetiches que ocultan relaciones de dominio y subordinación tras la apariencia de su falso brillo. Para el neoliberalismo la sociedad no está conformada por seres humanos concretos que producen herramientas, alimentos, obras de arte, tradiciones, caminos y casas; seres humanos con intereses de clase, cultura, raza, género u orientación sexual diversas, sino consumidores dispuestos a matarse con tal de conseguirlas.
Es lo que le da la apariencia de representar una energía en movimiento, aun cuando no sea más que la repetición del sentido común; el acatamiento dogmático de las condiciones de la dominación, resumido en frases como “mañana igual tengo que ir a trabajar”, “todos los políticos son iguales”, “la calidad se paga”, “con mi plata no”, etcétera.
A ese sentido común autoritario y conservador, no se lo podrá derrotar repitiendo sus mismas frases; sus mismas recetas o tratando de demostrar más afinidad con él, sino desenmascarando su sentido de clase, esto es sus auténticos beneficiarios que son las AFP, las cadenas del retail, bancos y empresas financieras; conglomerados de la educación privada e instituciones conservadoras que han hecho de la “colaboración” con el Estado un lucrativo negocio.
Plantearle a la sociedad que las tareas necesarias para superar su frustración frente a los bajos salarios; el alto endeudamiento; el encarecimiento del costo de la vida apenas compensado por políticas focalizadas aun cuando el margen de sus beneficiarios se amplíe, pasa por la recuperación del poder de negociación de los sindicatos y la capacidad del Estado para regular el mercado y ser garante de los derechos económicos, sociales y culturales del pueblo. Especialmente en lo que respecta al acceso a la vivienda.
La reacción no tiene complejos para utilizar dicha frustración demagógicamente para volverla contra los mismos sindicatos que hace rato debieran ser la vanguardia de la lucha contra el fascismo; contra el inmigrante; el mapuche; la mujer y las divergencias sexogenéricas con tal de lograr una sociedad más homogénea, más dócil y fácil de domesticar. La izquierda y el auténtico progresismo no puede tenerlos para desenmascararlo, combatirlo y derrotarlo.