La perfección insoportable: la grieta que parió el siglo XX en Occidente

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El arte moderno, la música atonal, la literatura del absurdo, la teoría de la incompletitud, el psicoanálisis, el fascismo: todos son hijos de esa fisura exquisita, insoportable y fundacional.

Jorge Coulon. Músico, fundador de Inti-Illimani. “Globetrotter”. 8/2025. Desde el centro ordenado del imperio austrohúngaro, una grieta se abrió en el alma de Europa. Por ella brotaron las formas más inquietantes de la belleza, el pensamiento y la música moderna. También, desde sus bordes, el siglo parió su monstruo.

El imperio austrohúngaro fue, tal vez, una de las estructuras más ordenadas y asfixiantemente perfectas que haya conocido Europa. Su arquitectura simétrica, su burocracia minuciosa, su moral de vitrina… parecían sostener un mundo donde el error no tenía cabida. Pero cuando el sistema no permite el error, el error se vuelve sistema.

Esa perfección fue, en realidad, una prisión de mármol. Y como toda prisión que reprime el caos sin comprenderlo, incubó en su seno la fractura.

De esa grieta -silenciosa, progresiva, inevitable- surgió una explosión sin precedentes de arte, pensamiento y disonancia. Viena se convirtió en el crisol de lo insoportable y lo sublime: Mahler rompió la armonía orquestal con la angustia, Freud excavó en el subsuelo del alma, Schönberg deshizo el sistema tonal, Kafka mostró la lógica del sinsentido, Gödel perforó los axiomas con su teorema.

Todos ellos compartieron un tiempo y un territorio donde el exceso de orden se hizo herida. La cultura que pretendía contenerlo todo comenzó a resquebrajarse desde dentro, revelando que el centro no era sólido, sino hueco.

Y no fue solo el arte el que emergió. También se incubó allí, al borde de esa grieta, un joven resentido, disciplinado y oscuro: Adolf Hitler. Desde la misma fractura que parió a la vanguardia, brotó el proyecto de su aniquilación.

Así fue como la grieta austrohúngara derramó su temblor hacia el siglo recién nacido. El arte moderno, la música atonal, la literatura del absurdo, la teoría de la incompletitud, el psicoanálisis, el fascismo: todos son hijos de esa fisura exquisita, insoportable y fundacional.

El imperio cayó, pero su grieta sigue abierta.