Hay que desmitificar aquello que se ha buscado instalar por décadas: “A nadie le gusta leer”. Sabemos de sobra a quiénes les interesa perpetuar esa falsa idea.
Gabriela Bustamante. Presidenta del Comunal de Recoleta. Colegio de Profesoras y Profesores A.G. Santiago. 4/2025. Ya van varios días desde el inicio del mes de abril. Para quienes trabajamos en educación, probablemente podríamos decir “Mes de abril, libros mil”, jugando con las palabras de una expresión popular. Y, en efecto, son muchas las comunidades educativas que se movilizan durante estas semanas en un esfuerzo único por promover el uso de los libros, pero -sobre todo- fomentar la lectura como hábito, tarea nada fácil en una época en donde los estímulos audiovisuales abundan, y el acceso a los mismos suele no tener límites. Dado este escenario, las creencias limitantes aumentan en las escuelas y liceos de nuestro país. El profesorado, tanto de aula como de equipos directivos, los paradocentes, las familias y, lo más preocupante de todo, el estudiantado se convencen de que “a nadie le gusta leer”. Esto trae consigo las consecuencias lógicas de una condena taxativa como aquella.
Lo serio es que una expresión de tamaña envergadura sea verificada y lo que se requiere para esto son datos verídicos. Sin ir más lejos, el 12 de abril, La Tercera publicó en su sección Temas de Sábado un reportaje que revela datos relevantes sobre la lectura en nuestro país. Las cifras fueron obtenidas del informe de gestión 2024 del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas. El documento constata un aumento sostenido en el préstamo de libros desde 2021, alcanzando el año pasado la cifra de 1.955.876 solicitudes, con la Región Metropolitana concentrando la mayor cantidad. Otro dato relevante es la cantidad de socios/as activos en la red: 387.449 personas, de las cuales un 62,9% son mujeres. Podemos inferir que, debido a su edad (entre 30 y 59 años) y el rol de cuidados que asumen, llevan libros a sus hogares tanto para ellas como para quienes cuidan.
Otro dato relevante para este análisis es lo que se está leyendo: Heartstopper de Alice Oseman, la historia de dos adolescentes homosexuales, es el libro más solicitado del año 2024 (4.882 préstamos), superando casi por el doble al clásico El Principito (2.437 préstamos). Quizá en otro juego de palabras, pudiéramos decir “Dime qué lees y te diré quién eres”, lo que nos arroja a una serie de interpretaciones sobre aquello que ha ocurrido siempre con la lectura respecto a la construcción del sujeto lector.
Según la antropóloga Michèle Petit, lo que está en juego con la lectura no es sólo la conocida expresión “Leer es poder”. La investigadora francesa comparte la idea de que la trayectoria vital de una persona en formación, a menudo predeterminada por su origen étnico, clase social o, más recientemente, orientación sexual, puede dar un giro gracias a la lectura. Considera que el sujeto puede transformarse en una “singularidad” dentro de un grupo. Esto implica un cambio en términos de ascendencia social. Sin embargo, aunque lo anterior ya es un motivo suficiente para incentivar la lectura, lo que realmente está en juego es el desarrollo subjetivo de quien lee un libro. Esto incluye la posibilidad de salir de ese espacio de exclusión permanente y, en definitiva, comprender que el mundo no es inamovible: existe la posibilidad de cambiarlo. El poder ingresar a ese mundo y ser parte de él pasa precisamente por la posibilidad de crear nuevos sentidos y realidades, de hacer un cruce entre las miradas del pasado, que reviven en cada lectura, con las actuales. Este encuentro entre visiones de tiempos pretéritos y las de aquellos y aquellas que, incluso sin saberlo, van en busca de sentido al leer un libro, sólo puede generar como resultado el autodescubrimiento, además de salir de ese plano existencial secundario que habitan quienes sufren de distintas formas de exclusión. Bien sabemos los trabajadores de la educación que el encontrar ese sentido, sobre todo en contextos populares, puede salvar vidas.
¿Es un tema de Estado, entonces, avanzar en políticas públicas que promuevan la lectura? Interrogantes como esta, u otras mucho más ambiciosas, son elementales en el debate público; no deben situarse sólo como preocupación central de quienes educamos o de quienes son mediadores del acto de leer, como bibliotecarios y bibliotecarias. Hace pocos días finalizó en Recoleta la sexta versión de la Feria Internacional del Libro de las Ciencias Sociales (FILCS). Esta instancia no solo trae a las principales editoriales que promueven el pensamiento crítico, sino que también ofrece a los vecinos diversas charlas y actividades que giran en torno al poder del libro o, mejor dicho, al poder que adquiere quien se sumerge en sus páginas y participa en el intercambio de ideas con otros. Concurrimos a este espacio docentes, académicos e investigadores, pero, más importante aún, familias y amigos, ávidos por encontrar un lugar en el que, incluso por azar, se encuentra algo.
Las dimensiones de ese “algo” son las que realmente importan y que debieran ser argumento suficiente para un esfuerzo de la institucionalidad por democratizar el acceso al libro y a la cultura. En tiempos en los que el concepto de “seguridad” ha escalado sin tregua en la lista de temas que más preocupan a la ciudadanía, ocupando el primer lugar debido a una agenda mediática que ha cumplido muy bien ese objetivo, debemos discutir sobre el rol de las instituciones en las políticas de fomento lector y la relación de estas con la seguridad social. El pensar medidas en cultura y en educación, indudablemente, contribuye a generar procesos que propenden al desarrollo humano tanto individual como colectivo. Esa claridad el gobierno local de Recoleta la posee hace varios años; no en vano posee una robusta Red de Bibliotecas Públicas, además de haber visto deambular por los pasillos y salas de la última FILCS a más de 35.000 personas durante 10 días. Datos no menores para comprender que se requieren iniciativas como estas en todo el país para desmitificar aquello que se ha buscado instalar por décadas: “A nadie le gusta leer”. Sabemos de sobra a quiénes les interesa perpetuar esa falsa idea.