Así lo señaló Alonso Salinas, presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, al otorgar el “Premio Jaime Castillo Velasco” a los periódicos El Siglo y Clarín por la promoción y defensa de los DDHH y el derecho a la información. Señaló que “la libertad de expresión para ser un mecanismo de garantía del auto gobierno con vocación de bien común, debe ser una con vocación de verdad, con aspiraciones de rectificación y justicia, debe ser un derecho al acceso de toda la sociedad y no solo los monopolios capitalistas de grupos selectos, como también, aparejado de la responsabilidad de la información veraz y oportuna”. En una actividad donde también se celebraron los 46 años de existencia de la CChDH, Salinas expuso que “el sistema internacional de Derechos Humanos se ve amenazado irremediablemente. El fin del viejo orden no puede implicar el abandono de la conquista de los pueblos, debemos rescatar, proteger, promover y realizar efectivamente los derechos humanos, herramienta efectiva de defensa de la dignidad humana”. Indicó que “en todos los rincones del mundo se sucede un avance de ideologías y proyectos de opuestos a los contenidos esenciales de los Derechos Humanos”.
“El Siglo”. Santiago. 12/2024. El siguiente es el texto íntegro del discurso del presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos (CChDH), Alonso Salinas García, en el acto por el 46 aniversario de la institución y la entrega del “Premio Jaime Castillo Velasco” de DDHH a los periódicos El Siglo y Clarín por su permanente promoción y defensa de los derechos humanos y el derecho a la información:
A todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a los oprimidos, a los excluidos y a los silenciados, en el aniversario número 46 de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, les saludo cordialmente, agradeciendo especialmente la asistencia a esta celebración de nuestra Institución y premiación, a los diversos representantes de la sociedad civil, de las organizaciones sociales y populares, a los representantes de los partidos políticos e instituciones del Estado, como también, representantes plenipotenciarios que representan y defienden los intereses de su patria en nuestra humilde Nación.
El día de hoy se me ha encargado realizar como es costumbre un análisis del presente año en relación con nuestra labor institucional, nuestro compromiso fundacional desde el año 1978: “la realización de los Derechos Humanos, especialmente los derechos económicos, sociales y culturales”, en el marco de la defensa irrestricta de la dignidad humana, para el desarrollo integral de cada una de las personas, de todas las comunidades y Naciones para que todos y cada uno gocen justamente de las amplias riquezas que compartimos en el mundo.
Al respecto, deseo partir con un comentario necesario.
En los últimos 6 años, la Comisión Chilena de Derechos Humanos, a través del liderazgo ejercido por el abogado Carlos Margotta Trincado, se logró reconstruir y reposicionar a nuestra Institución obteniendo un alto grado de legitimidad social, a pesar que hubo que enfrentar momentos muy difíciles y turbulentos, en los que muchos desistieron e incluso callaron, como fue el denominado “estallido social” o “revuelta popular” y los dos procesos constitucionales que vivió nuestro país, asumiendo con firmeza la decisión institucional de luchar en contra de la impunidad, así como una férrea defensa del derecho de libre determinación del pueblo chileno a decidir soberanamente su destino.
Quiero que sepan que esa firme defensa de principios y convicciones fundados en el irrestricto respeto y garantía de los derechos humanos, que son los fundamentos de los lineamientos estratégicos de nuestra Institución, constituyen un legado de Carlos Margotta, nuestro expresidente y hoy director de Relaciones Internacionales de la Comisión, que no sólo continuará sino que se profundizará durante mi mandato, con ahínco y entusiasmo para poder alcanzar nuestra justa misión en servicio de la sociedad toda. Ese es el compromiso ético que asumimos todos y cada uno de los socios y colaboradores de la Institución, especialmente mi persona. Su ejemplo será nuestra guía que intentaremos seguir fielmente en aras del bien de la Institución.
Es por ello que quiero pedirles que, en señal de reconocimiento a su valerosa gestión a cargo de la Institución en los últimos 6 años, le demos un caluroso aplauso a nuestro hermano y compañero, Carlos Margotta.
Ahora bien, deseo partir en el contexto internacional en una alarmante amenaza global de una conflagración nuclear que puede implicar no solo las destrucciones de los contendores, sino que, de toda la Humanidad y toda forma de vida en la Tierra. Dejando solamente como testigos imperecederos del fracaso de todas las naciones los escombros, las cenizas, los vapores radioactivos, los mares evaporados y la gran victoriosa invicta de los conflictos imperialistas: la muerte.
Las escaladas desproporcionales y el uso de armas balísticas de largo alcance por parte del gobierno ucraniano en el conflicto con Rusia bajo autorización de la administración demócrata de Joe Biden, no solo son un boicot a las promesas electorales de su contendiente republicano Donald Trump, sino que son una apuesta temeraria que llama la mutua destrucción asegurada como ocurrió ya en la crisis de los misiles acontecido en el siglo pasado entre la ex Unión Soviética y los Estados Unidos de América.
La política internacional de los Estados Unidos no solo es una falta a las reglas básicas de la diplomacia y la solución no violenta de los conflictos internacionales, es además un despliegue imprudente y cobarde de pueblos extranjeros, movimientos políticos y organizaciones sociales de diversas ideologías alrededor del mundo para la consecución de sus intereses económicos y militares. Qué decir de su vil rol en el financiamiento y suministración de armamento de Estados como el de Israel que violan constantemente el sistema internacional de Derechos Humanos y la regulación de la guerra mediante:
- Represalias colectivas sobre civiles desarmados.
- Negación de servicios básicos y necesidades fundamentales a personas en territorios ocupados o bajo su administración.
- Ataque indiscriminado a personal sanitario, de salud y emisarios de prensa.
- Tratamientos vejatorios, incluido el uso constante de la violencia sexual, contra hombres y mujeres detenidos, ya sean civiles o insurgentes.
- Ausencia de juicios con debidos procesos, apremios ilegítimos, secuestros y ejecuciones sumarias.
- Destrucción de recintos religiosos, represalias a demostraciones públicas de convicciones religiosas islámicas o cristianas, censura y negación de reconocimiento a instituciones religiosas, entre otras vulneraciones a la libertad religiosa en Israel y en territorios palestinos ocupados.
- Desalojos y ocupación ilegal de inmuebles urbanos y agrícolas de propietarios palestinos.
- Entre otros actos constitutivos de un régimen de segregación, un sistema de Apartheid y un genocidio en curso contra el pueblo palestino.
Pero para nuestro pesar, no solamente la Humanidad se está viendo expuesta a dicha barbarie ocurrida en Medio Oriente, el Sudoeste Asiático o el Sahel. Sino que, en todos los rincones del mundo, se suceden como una crónica de una muerte anunciada un avance inusitado de ideologías políticas y proyectos de gobierno opuestos a los contenidos esenciales de los Derechos Humanos, atentando a derechos básicos y necesarios como el mismo derecho a la vida, integridad física y psíquica o el debido proceso -a través del Lawfare por ejemplo-, como también, los derechos interdependientes, conexos y consecuencia de aquella protección a la vida de la persona, como son los derechos económicos, sociales y culturales, particularmente la salud y la seguridad social están amenazados en su esencia. Todo lo anterior auspiciado por un proyecto de sociedad liberal fracasado, que en sus últimos respiros ha dado espacio a su total radicalización, a la cual nos debemos oponer.
Igualmente, en medio del repliegue intelectual, programático y social de la izquierda política desde la caída del muro de Berlín, han reaparecido como alternativa para los obreros y campesinos, el pueblo trabajador, las ideologías de Oswald Spengler, Alain de Benoist y otros autores neofascistas y post fascistas. Amenazando los derechos civiles y políticos de diversas naciones, como también los derechos económicos, sociales y culturales de determinadas minorías étnicas, religiosas y culturales en aquellos países. Estos totalitarios se elevan como alternativas transformadoras para mayorías nacionales ante la apatía y abandono por parte de la socialdemocracia, las democracias cristianas, los conservadores, los liberales, la nueva izquierda y la nueva derecha que han perdido todo lazo con la sociedad civil -ya desencantada por escándalos de corrupción en todas las democracias liberales sin excepción-.
Asimismo, en la derecha tradicional que se había abocado a la tecnocracia y a la administración neoliberal carente de contenido intelectual o programático, ha habido un vuelco, una contrarrevolución individualista en donde las ideas del minarquismo, el libertarismo económico, el anarcocapitalismo y otras deformaciones del dogma liberal. Ejemplos como el mentecato gobierno de Milei en Argentina nos deben alarmar y preocupar, pues han traído a las políticas públicas a parias intelectuales como Murray Rothbard o Robert Nozick.
Los despojos de los derruidos Estados de Bienestar del terminado consenso keynesiano, los restos de los diversos proyectos desarrollistas del Tercer Mundo e incluso los recientes fracasos de modelos socio-liberales, son el relato de la denegación de los derechos económicos, sociales y culturales, es una reaparición de los males intelectuales que dieron lugar a la gran “Cuestión Social” de finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX. Se está cultivando una conflagración nacional en todos los países ante el aumento desproporcionado y acumulación ilimitada de las riquezas en pocas manos en desmedro de las amplias mayorías sociales.
Vivimos en tiempos en que la única gran victoria de la modernidad, impuesta por la realidad a todos los líderes del mundo, el sistema internacional de Derechos Humanos se ve amenazado irremediablemente. El fin del viejo orden no puede implicar el abandono de la conquista de los pueblos, debemos rescatar, proteger, promover y realizar efectivamente los derechos humanos, herramienta efectiva de defensa de la dignidad humana.
Los nuevos tiempos que se avecinan en medio de un clima de pesimismo inusitado, lleno de nihilismo psicológico, de un sin sentido de millones de jóvenes víctimas de la violencia, debe ser abordado desde una cultura de entendimiento y apertura, de entrega fraterna y cuantiosa al valor incalculable de la dignidad humana.
La paz en la Tierra, suprema aspiración de toda la Humanidad a través de la historia, solo será posible de establecerse o consolidarse en respeto y coherencia con la misma naturaleza humana, reconociendo que la existencia de las naciones, de las sociedades, de los Estados, de las organizaciones políticas, sociales y toda forma de colaboración existen necesariamente para el máximo progreso material e inmaterial de cada persona, como también, se ha de reconocer la naturaleza social del ser humano y entender que la misma realización de cada sujeto, depende de la reciprocidad, el uso de la propiedad, el uso de la libertad de económica, de la libertad de expresión y asociación, todas responden a un sentido, a una forma y un destino social, un fin colectivo, el bien común.
Ahora bien, en el contexto del “Premio Jaime Castillo Velasco”, volviendo particularmente a nuestro país, es nuestro deseo señalar que la premiación de este año tiene por objeto continuar el esfuerzo de nuestra Institución en la defensa del derecho a la libertad de expresión, que incluye igualmente el derecho a la participación en los medios de comunicación, como también, tiene como límite el derecho al acceso de la información veraz y oportuna.
En la modernidad se ha enarbolado la bandera de la libertad de expresión y prensa como base para la edificación del sistema democrático liberal en contraposición al absolutismo ilustrado que imponía desde el aparataje del Estado, un sentido de la historia, del debate público y de la realidad en general. Lo cual, esencialmente significaba una forma de coartar las libertades políticas para mantener el estatus quo.
Por el contrario, las revoluciones burguesas dieron paso, en el contexto de la Ilustración y el Iluminismo, un énfasis al individuo y el pacto entre estos para establecer un nuevo orden social donde se valida al sujeto por sobre estructuras impersonales. Sin embargo, dicho espíritu que establece la base del autogobierno a través de la libertad de prensa e información, divorcio dicho derecho de su contraparte, la otra cara de la moneda, el derecho a la información veraz y oportuna.
Así, desde el pragmatismo contemporáneo, en un esquema de la desconfianza a las realidades metafísicas e inmateriales, redujo todo lo razonable a solamente lo percibido por los sentidos, como también, dudando de la existencia de la verdad misma o la posibilidad de conocerla, se acoge la primacía de la “verdad-en-mí”, el subjetivismo individualista. Dando paso a un mundo sin valores trascendentales, produciendo la separación de la técnica de la ética, el divorcio del trabajo y la economía de las necesidades fundamentales de las personas, el repudio a la unidad entre la Ley y el Derecho. Cuajándose en el monopolio privado de los medios de comunicación -conjuntamente a los medios de producción- la intoxicación mediática y sobre exposición a propagandas burdas, fake news y alteraciones intencionadas de la realidad para generar tendencias políticas y manipular a las mayorías sociales, por intereses individuales, sin vocación de verdad ni servicio público.
Por ello, nos encontramos hoy en día, nuevamente en el dilema que se encontraron los creadores de la modernidad: el auto gobierno y la libertad individual se han vuelto simplemente conceptos carentes de contenido sustantivo, sin relación a la dignidad humana y el bienestar de los pueblos. Es de tan envergadura dicho fenómeno, que el ejercicio de la soberanía de los pueblos se transformado en las democracias occidentales en un circo mediático de apatía, corrupción y tiranías institucionalizadas.
En dicha línea, pensando nuestros tiempos contemporáneos desde la reafirmación de una realidad inmaterial, permanente y anterior a cualquier norma positiva, la dignidad humana, reconocemos y decimos que todo el ordenamiento jurídico y la realidad económica debe ordenarse a la búsqueda de la paz, la cual sólo es fruto de la justicia.
La libertad de expresión para ser un mecanismo de garantía del auto gobierno con vocación de bien común, debe ser una con vocación de verdad, con aspiraciones de rectificación y justicia, debe ser un derecho al acceso de toda la sociedad y no solo los monopolios capitalistas de grupos selectos, como también, aparejado de la responsabilidad correlativa -propia de todo derecho, no hay derechos sin deberes, ni deberes sin derechos-, de la información veraz y oportuna.
Así, es que, al derecho de libertad de expresión y prensa, que defendemos vehementemente, buscamos que sea correctamente entendido; el derecho a participar en la libertad de opinión, en la libertad cívica y política de decir que se piensa, en el plano de los medios de comunicación masiva y alternativos, no alcanza al libertinaje pseudo intelectual de las falacias, las mentiras o la manipulación emocional. Los asuntos públicos, por ser directamente relacionados al bien común, deben respetar al único sujeto substancial y existente que goza de derechos y se puede obligar en causa de ello, la persona humana. ¡Participación de toda la sociedad en los medios de comunicación y vocación de verdad en la expresión de las ideas!
Por ello, sobrecogidos por la desinformación y la manipulación mediática, reafirmamos que la libertad de expresión debe ir acompañada del derecho a la información veraz y oportuna, y ello es viable y eficaz particularmente por la participación de toda la sociedad y no solamente grupos reducidos de empresarios o familias pudientes.
Ante el abundamiento de las fake news y el control de los medios de comunicación tradicionales por estos grupos económicos, se hace obligatorio para nosotros reconocer el labor de aquellos medios de comunicación que en tiempos muy duros fueron valientes y se atrevieron en medio de la clandestinidad, de la persecución y la segregación, elevar la voz por las cientos de miles de familias víctimas de la represión, siendo verdaderas herramientas para la recuperación de la democracia y la defensa de la dignidad humana.
Por esto este año 2024, deseamos reconocer a “El Clarín” y “El Siglo”.
Muchas gracias por su atención.