Sus libros de entonces -“La escena contemporánea” y los “7 Ensayos”-, a más de los que dejara concluidos y que se publicaran después; la revista inigualada revista Amauta, la edición de Labor, la fundación de la herramienta política creada en 1928 con el nombre de Partido Socialista, la creación de la CGTP y la formación de otras organizaciones populares; fueron el signo de su valioso aporte aquel que lo consagró -así lo diría Julio Antonio Mella- “como el orientador de un mundo por nacer”.
Gustavo Espinoza M. Periodista. “Nuestra Bandera”. Lima. 4/2025. El 16 de abril de 1930, pasó a la inmortalidad José Carlos Mariátegui La Chira, el peruano más valioso del siglo XX y el Primer Marxista de nuestro continente. “La nueva luz de América”, “El prototipo del nuevo hombre americano”, fue definido por Henri Barbusse en su momento, quien lo consideró una de las personalidades más descollantes de su tiempo.
Pensador, ideólogo, ensayista, político, periodista, combatiente social, fue un hombre universal. En todo caso, el más universal de los peruanos de nuestra época. Para decirlo en palabras de Waldo Frank, Mariátegui “es un hombre intacto”.
Quizá por eso se ha escrito tanto acerca de él, se le ha estudiado y se le ha estimado. Y es que, como lo afirmara el poeta chileno Pablo Neruda, “sobre Mariátegui, seguirá cantando el mar”. El recuerdo que se tiene de su imagen luce infinito.
Como es usual, al evocar la trayectoria vital del autor de los “7 Ensayos…”, puede aludirse a tres etapas muy definidas: su proceso de formación, desarrollado desde sus primeros escarceos literarios hasta 1919; su estancia en el viejo continente -entre 1919 y 1923- caracterizada por valiosas experiencias estudiadas y vividas; y sus “años cumbres” -como los denominara Jorge Del Prado- registrados desde 1923 hasta 1930, año de su partida. En ellos, José Carlos concretó el sentido de su vida y diseñó la sustancia de su mensaje, su aporte creador.
Algunos episodios deben anotarse en su primera etapa. Como se recuerda, en enero de 1918 “asqueado de la política criolla”, Mariátegui se enrumbo resueltamente al socialismo. Como telón de fondo de esa decisión cardinal, estuvo, por cierto, la Gran Revolución Rusa de Octubre del 17 conducida por Lenin y liderada por los Bolcheviques, y cuya bandera fue el ideal socialista,
Percibido por la rancia oligarquía de la época como el exponente más definido de los “bolcheviques peruanos”, nunca rechazó su filiación, aunque se apuntó “más peruano que bolchevique” como una manera de subrayar una mirada propia al fenómeno universal que lo llamaba.
Fue en función de esa línea que el joven periodista se sumó a la lucha de los trabajadores y saludó la Jornada de 8 Horas, de enero de 1919; asesoró a organizaciones sindicales y fundó el diario “La Razón”, antesala de creaciones mayores.
Afectado en su salud y ciertamente acosado por la clase dominante, debió partir al viejo continente en octubre del 19 con la idea de hacer allí su propia experiencia. Inició de ese modo una nueva etapa, en la que cimentó opciones y perfiló su personalidad, dotándola de altos objetivos humanos.
Una diversidad de fenómenos pudo percibir José Carlos a partir de su arribo allende los mares: la crisis de la dominación capitalista traducida en ciudades destruidas, aldeas incendiadas, poblaciones arruinadas, miseria extendida y largas colas de desocupados; en otras palabras, el mundo de postguerra.
A la par, el ascenso de los trabajadores alentados por la Revolución Rusa que diera lugar a la tempestuosa Ola Revolucionaria de los años 20, y a expresiones heroicas como la República Húngara de los Consejos, la República Soviética de Baviera, la insurrección de Eslovaquia, y hasta la Revolución Alemana con la inmolación de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo; además de grandes huelgas obreras en los Estados Unidos, la India, Egipto y otros países.
Unido a ello, el surgimiento de grandes partidos comunistas en Europa Occidental, como el francés, después del Congreso de Tours en 1920; y el italiano, luego de Livorno, en enero 1921, certamen que contó con la presencia de Mariátegui y donde el Amauta confraternizó con destacadas figuras de la Revolución Mundial como el búlgaro Jorge Dimitrov y los italianos Palmiro Togliatti y Antonio Gramsci.
Unido a este fenómeno, el surgimiento del fascismo, como herramienta para enfrentar la rebelión de los pueblos. El Almirante Horthy, en Hungría; Tzankov, en Bulgaria; Antonescu, en Rumania y Mussolini, en Italia asomaron como los defensores más sórdidos del Gran Capital y la última carta del sistema de dominación vigente.
Para abordar y conocer estos escenarios, Mariátegui estudió fenómenos y experiencias políticas, pero mostró especial interés por los temas de la cultura y el arte.
Se vinculó con personalidades muy destacadas, como el propio Gramsci, Piero Gobetti, Benedetto Croce, Luigui Pirandello, Máximo Gorki y Henri Barbusse. Con ellos, analizó el proceso social, los cambios de la época, el fracaso de la sociedad imperante y las nuevas perspectivas que la historia abría para pueblos y naciones.
También con ellos, asumió que la vida “más que pensamiento, quiere ser acción; esto es, combate”. Y a combatir vino de retorno, el 17 de marzo de 1923, cuando reivindicó su compromiso con el proceso peruano.
Sus libros de entonces -“La escena contemporánea” y los “7 Ensayos”-, a más de los que dejara concluidos y que se publicaran después; la revista inigualada revista Amauta, la edición de Labor, la fundación de la herramienta política creada en 1928 con el nombre de Partido Socialista, la creación de la CGTP y la formación de otras organizaciones populares; fueron el signo de su valioso aporte aquel que lo consagró -así lo diría Julio Antonio Mella- “como el orientador de un mundo por nacer”.
Hoy cabe recordar la Declaración de Principios” del Partido fundado el 7 de octubre de 1928. Lo sitúa en el marco de una sociedad capitalista y en lucha contra ella; plantea la tarea de la Revolución Socialista como camino histórico; proclama el papel de la Clase Obrera como la principal fuerza de combate; señala el ideal Socialista como objetivo y señala al Marxismo Leninismo como su herramienta teórica y política fundamental.
De Mariátegui podríamos aprender muchísimo, pero valorar sobre todo su lealtad a la causa del socialismo y su consecuencia en la lucha concreta: “Mi visión de la ´época -nos dijo- “no es bastante objetiva, ni bastante anastigmática. No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre con una filiación y una fe”.
El Amauta, no tuvo una vida tranquila ni apacible. Fue acosado, perseguido y encarcelado. Atacado, vilipendiado y agredido. Pero supo siempre alzarse por encima de la adversidad; consciente que, más allá de las palabras, estaba la acción, aquella que habría de ubicarlo en lo más alto del pensamiento humano.