Todo indica que los jóvenes de hoy prefieren acercarse al Che a partir de su historia como ser humano en permanente proceso de cambio, audaz frente a cualquier desafío, capaz de encarar los debates de ideas más agudos, sin temor a las contradicciones que terminan favoreciendo el progreso.
Rafael Hidalgo Fernández. Sociólogo. La Habana. 8/10/2023. “Si queremos expresar cómo queremos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación alguna, ¡que sean como el Che!…”. Fidel Castro.
La expresión de Fidel sobre el Che contenida en el exordio, se incorpora a la cultura política del pueblo cubano durante aquél 18 de octubre de 1967, en una Plaza de la Revolución dominada por la emoción y el silencio de quienes, en la época, ya teníamos vivencias directas sobre su grandeza humana y político revolucionaria.
Pero el tiempo pasó y los que nacieron después de esa fecha se acostumbraron a la foto impresionante de Korda; escucharon hablar de un Che que les parecía inalcanzable por sus virtudes; repitieron el “seremos como el Che”, a veces, sin mayores elementos; y algunos nunca supieron cómo termina convertido en el Che, el Ernesto que a los 10 años leyó el Quijote de Cervantes y se impresionó por la generosidad del Caballero Andante, el que a los 15 ya había leído una voluminosa bibliografía de la mejor literatura de la época, el que a los 17 se propuso hacer un diccionario filosófico y el que, entre viajes y no pocas aventuras dignas de ser conocidas, hizo una opción radical por los más humildes del mundo.
Jóvenes con la misma edad que él tenía cuando inicia su primer viaje por el continente, hoy piden detalles sobre cómo fue su evolución política; cómo logró ser un autodidacta y un humanista culto a la vez; cómo combinó la poesía con los más rigurosos análisis de corte sociológico y politológico; y por qué salió a pelear por los pobres de la “Mayúscula América”, dejando atrás lo más querido entre sus seres queridos. Les inquieta el qué hizo, pero buscan más el cómo y el por qué actuó así.
Todo indica que los jóvenes de hoy prefieren acercarse al Che a partir de su historia como ser humano en permanente proceso de cambio, audaz frente a cualquier desafío, capaz de encarar los debates de ideas más agudos, sin temor a las contradicciones que terminan favoreciendo el progreso. Les llama la atención cómo amó a sus hijos y a su “única”, según consta en un poema de despedida a Aleida March. A la vez, les intriga saber de qué manera combinó el amor a su familia con sus deberes revolucionarios, y cómo su hogar fue ejemplo de la austeridad que él defendía como regla de oro del dirigente revolucionario. Esta es, apenas, una breve muestra de interrogantes hoy presentes en este sector etario del país. Así lo confirmó, entre otros, un diálogo aleccionador sostenido con jóvenes de la Universidad del Deporte, Manuel Fajardo, el pasado 13 de junio.
¿Cómo lograr entonces la socialización de la vida y la obra revolucionaria e intelectual del Che que hoy necesitan Cuba y sus jóvenes, de modo veraz y convincente, motivador y abierto al intercambio? Un camino posible es mostrar, en su evolución y contextos, su trayectoria ética. Es lo que pretende lograr, de forma sumaria, este enfoque sobre dos valores asociados: la coherencia y la consecuencia en su actuación humana y revolucionaria.
II
En grados que comprensiblemente cambian entre un grupo social y otro, suele juzgarse a los demás a partir del nivel de “coherencia” que muestran entre lo que “dicen” y “hacen”. El calificativo aplica a toda persona cuya conducta, sobre todo cotidiana, guarda correspondencia lógica con los principios e ideales que proclama y afirma profesar. Y se adjudica el adjetivo “consecuente” a quien, además, es capaz de asumir todos los costos de sus opciones de vida, con sacrificios y pérdidas incluidas, a la hora de decidir cómo actuar en función de las ideas que defiende.
Dos ejemplos entrelazados, basados en ideas y decisiones suyas, ilustran en qué grado el Che logró ser coherente y a la vez consecuente. El primero guarda relación con su vocación y compromiso latinoamericanista, y el segundo con el antiimperialismo radical que desarrolló, desde un profundo conocimiento sobre el desarrollo del capitalismo y sobre los EEUU.
En “Notas de Viaje”, crónica vibrante sobre su primer viaje por América Latina (Dic/51-Jul/52), subraya esta afirmación premonitoria: “El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina, el que las ordena y pule, “yo”, no soy yo, por lo menos no soy el mismo yo anterior. Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí”. El 14 de junio de 1952, en Perú, es agasajado por su 24 cumpleaños. Al agradecer el gesto amigo concluye brindando por Perú y por América Unida, idea de clara inspiración bolivariana en su caso. Luego de este primer periplo por Chile, Perú, Colombia y Venezuela, logra una primera y documentada visión sobre el estado de las relaciones de dominación en el continente, sus desigualdades y dependencias de los que llega a llamar “gringos imbéciles”.
Comienza por Bolivia su segundo viaje latinoamericano, el 6 de julio de 1953. Quiere conocer la llamada Revolución de 1952. La experiencia no le satisface. Al comentar una de las manifestaciones de apoyo al gobierno, la califica de “pintoresca pero no viril”. Siente que al proceso “le faltaban los rostros enérgicos de los mineros”. Ya para esta época conoce bien las enseñanzas de San Carlos, como solía llamar a Marx, y tiene perfectamente claro el papel del proletariado como factor de cambio revolucionario. Le preocupaba, además, la conciliación entre la burguesía aliada al Movimiento Nacionalista Revolucionario y el gobierno de los EEUU. La vida le dio la razón: las aspiraciones del pueblo boliviano esta vez se frustraron
Decide seguir viaje. Vía Perú llega a Ecuador. Aquí conoce de la gesta nacionalista de Jacobo Árbenz en Guatemala. Viaja a Panamá y de ahí se traslada, por los más variados medios de transporte, a Costa Rica. La experiencia le permite conocer más directamente sobre la presencia económica y la influencia política de los EEUU en la región centroamericana. El 24 de diciembre arriba a Guatemala. Esta será su primera gran escuela en su formación revolucionaria. Se dispone a defenderla y la ve caer con apoyo de los EEUU y los gobiernos lacayos al amparo de la OEA. Lo observado le radicaliza más.
Escribe al respecto a su tía Beatriz, el 10 de diciembre de 1953, desde Costa Rica:
“…tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit convenciéndome una vez más de lo terrible que son esos pulpos capitalistas. He jurado ante una estampa del viejo y llorado camarada Stalin no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas. En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico”. El 5 de enero de 1954 le vuelve escribir a Beatriz, pero ahora desde Guatemala. Luego de decirle que “el dinero para mí no significa nada” agrega esta observación: “Hay cada diario que mantiene la United Fruit que si yo fuera Árbenz lo cerraba en cinco minutos, porque son una vergüenza…y contribuyen a formar el ambiente que quiere Norteamérica…”
El 12 de febrero de 1954 escribe a Beatriz: “Mi posición no es de ninguna manera la de un diletante hablador y nada más; he tomado posición decidida junto al gobierno guatemalteco y, dentro de él, en el grupo del PGT que es comunista”.
A fines de 1954, desde México, relata a su madre las dificultades que tiene con “Don Dinero”; le cuenta que es redactor de la Agencia Latina y ello le da para subsistir; le informa que está escribiendo un “librito” sobre “La función del médico en América Latina” y, en tono jocoso, admite que “si no conozco mucho de medicina, a Latinoamérica la tengo bien junada” (calada). Luego le agrega respecto a decisiones que ha tomado en materia de qué hacer como luchador que ya se siente: “La forma en que los gringos tratan a América (acordáte que gringos son yanquis) me iba provocando una indignación creciente, pero al mismo tiempo estudiaba la teoría del porqué de su acción y la encontraba científica…”.
La estancia en el país de los aztecas será definitoria en su vida. En el plano intelectual somete a una última revisión su Cuaderno Filosófico. Persiste en sus estudios generales y profundiza en el marxismo. En lo político tiene el encuentro que le dará la posibilidad de transformarse en el Che: conoce a Fidel el 8 de julio de 1955 y termina siendo, junto a Raúl, el segundo expedicionario del Granma. Un detalle relevante de este encuentro, es relatado así por Fidel: “…él había planteado en el momento en que se unió a nosotros una sola condición: que una vez finalizada la Revolución, cuando él quisiera regresar a Suramérica, no surgiera ninguna conveniencia de Estado o razón de Estado que interfiriera en ese anhelo…”.
Este compromiso fue honrado, tanto por la parte cubana como por el Che: la gesta boliviana fue el testimonio inequívoco de su decisión inquebrantable de luchar a favor de la segunda y verdadera independencia del continente, en oposición directa al secular intervencionismo imperial de los EEUU. Mostró de forma incontrovertible que hombres como él tienen sólo una opción digna por delante: ser coherentes y consecuentes con lo que han dicho y piensan.