Expertos en publicidad y marketing aseguran que el origen de la actual dinámica y estética de los avisos comerciales proviene del anteriormente llamado Lejano Oriente: China, Japón y el sudeste asiático que integran hoy sin problemas la globalización internacional.
José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 25/3/2024. Nadie se sorprende a estas alturas por los spots publicitarios de los canales de televisión que a menudo nos agreden acústica y verbalmente con mal gusto en imágenes, escenas y una estridencia que inunda groseramente nuestros sentidos.
Nos acostumbramos a ver verrugas que hablan y son congeladas antes de extirparlas, con intestinos repletos de gases y personajes que hablan de diarreas y estreñimiento en forma particularmente desagradable, pies con hongos y heridas lacerantes y sangrientas junto a ofensas de género y utilización malsana del cuerpo femenino, sin ánimo de parecer pacatos ni exageradamente feministas.
Expertos en publicidad y marketing aseguran que el origen de la actual dinámica y estética de los avisos comerciales proviene del anteriormente llamado Lejano Oriente: China, Japón y el sudeste asiático que integran hoy sin problemas la globalización internacional.
Los mentados videojuegos son la cuna de estas expresiones artísticas que nos han impuesto en el mundo consumista y competitivo que vivimos también en Occidente, considerado sin ambages el sector más civilizado del planeta (¿?).
Muy pocos saben que el origen de la estética contemporánea -sobre todo en los comerciales de la televisión- se remonta a la creación de las “mangas”, del artista pintor y grabador japonés Hokusai Katsushika que data de los inicios de la Primera Guerra Mundial.
Adscrito a la escuela de “pinturas del mundo flotante”, del período Edo, hasta el año 1868 cuando gobernaba en Tokio la familia Tokugawa. Katsushika tenía una fijación con el monte Fuji. Sus obras como “Hokusai Manga” y el grabado de paisajes “36 vistas del monte Fuji” fueron conocidas y admiradas en Europa por artistas de la talla de Van Gogh, Gauguin y Toulouse Lautrec.
Los actuales “animés” (nuestros originales “monitos animados”), aparecen en Japón en la segunda década del siglo XX con figuras infantiles como “Akira”, “Dragon Ball”, “Naruto” -nada menos que para hacerle frente a la ofensiva comercial e industrial de la poderosa empresa norteamericana del dibujante Walt Disney- tras la derrota de Japón en la segunda guerra mundial-
En 1889 el artesano de Kioto Fusajiro Yamauchi crea los naipes hanafuda, juegos de cartas y juguetes electrónicos que devienen en videojuegos digitales como Super Mario y otros y que conocemos hasta nuestros días.
La dinámica, los colores y volúmenes de estas expresiones se fueron extendiendo a Europa y América y se fundieron con trabajos similares de Corea, China y Vietnam que llegaron con éxitos masivos hasta nuestros países.
En las tandas comerciales de nuestros días por televisión ya no nos sorprenden la violencia visual, los efectos especiales, las mezclas de grotescos dibujos animados con modelos en vivo y una “música” -obviamente electrónica- que zahiere los oídos desprevenidos.
Se ha generalizado la costumbre de bajar el volumen durante la exposición de los spots publicitarios que -por lo demás- se repiten tres o cuatro veces en cada tanda, sobre todo durante los llamados horarios “prime”.
Obviamente los más entusiastas seguidores de estos mecanismos de penetración subliminal son los niños y jóvenes, ansiosos de la celeridad en las decisiones, de la selección indiscriminada para recibir mensajes de todo tipo y quienes son los principales difusores de la publicidad y el marketing en nuestros hogares.
Sin ánimo de falsos chauvinismos ni menos xenofobia, lamentablemente estamos invadidos e inundados de estas prácticas abusivas en la comercialización de productos y servicios y propaganda que, como las de bebidas gaseosas de antaño, quedaron superadas por las ofensivas campañas de difusión cueste lo que cueste en la actualidad.
Unas pocas marcas han decidido bajar el tono y entregan mensajes moderados, con voces cálidas e imágenes artísticas de cierto nivel que compiten malamente con el mal gusto y la estridencia durante algunos breves segundos de transmisión de eternos y reiterativos comerciales, algunos de los cuales ya utilizan Inteligencia Artificial.
Naturalmente los creadores y artistas de Oriente no son responsables de lo que ha devenido en la cultura occidental globalizada y neoliberal, es decir, donde predomina el mercado sobre la libertad y los valores personales.