Así las cosas, pareciera que los periodistas vuelven a su rol radial y los programas periodísticos -los espacios matinales por ejemplo- son planteados como conversaciones entre los panelistas -como Monserrat Álvarez y Julio César Rodríguez, o José Antonio Neme con Diana Bolocco, que bien podrían emitir sus diálogos por radio sin necesidad de verlos en cámara.
José Luis Córdova. Periodista. 03/05/2022. Es indudable que la industria televisiva ha pasado por diversas etapas desde su surgimiento y difusión por todo el mundo. En un principio se temió por el futuro de la radio, pero posteriormente ambos formatos se fueron coordinando y cohabitan hasta ahora sin problemas.
En los primeros años de la TV en Chile, se echó mano a los mejores locutores, varios de los cuales fracasaron rotundamente ante las cámaras, mientras afortunada y progresivamente fueron apareciendo otros “rostros” que se adueñaron de noticiarios, programas de conversación y también de entretención.
El rol de los periodistas también fue abarcando otras disciplinas y comportamientos frente a la televisión. En una primera etapa, los noticiarios utilizaban materiales fotográficos que posteriormente enviaban los televidentes sobre hechos que testimoniaban directamente. Es decir, los elementos gráficos -ahora hasta desde cámaras de seguridad en las calles- reemplazan en cierto modo a audaces camarógrafos que habían sucedido a los clásicos y memorables reporteros gráficos de diarios y revistas hoy desaparecidos.
Los locutores y locutoras fueron seleccionados poco a poco por su telegenia, apariencia física, juventud -del tipo caucásico- ojalá bellas o bellos importando menos sus habilidades de lectura. Ni qué decir de los textos que han ido perdiendo calidad, coherencia y abundan los errores semánticos, de sintaxis y hasta gramaticales. En el pasado reciente era impensable un furcio o yerros que se convertían -por sí mismos-en, al menos, materia de chascarros o bromas.
La vertiginosidad del mundo actual obliga a los canales a manifestar públicamente, no sólo interpretaciones de hechos noticiosos, sino de abiertas opiniones corporativas o personales. Esta situación ha superado ya todos los límites. Hoy en día incluso los denominados “noteros” (?), es decir, informantes en directo ante algún suceso interesante se permiten esbozar tesis, especulaciones y conjeturas frente a cualquier situación o personajes, por muy relevante que sea. No han faltado transeúntes, testigos oculares pasajeros que han enfrentado con sólidos argumentos a quienes les formulan preguntas inocuas, absurdas o hasta humillantes en diversos casos dramáticos. Increíblemente, los periodistas pretenden dar cátedras de comportamiento y moralidad (?).
Nos hemos acostumbrado a ver y a escuchar a “rostros” como Mónica Rincón y Matías del Río expresando sus puntos de vista sin posibilidad de ser rebatidos y se dan paradojas como las del colega Daniel Matamala quien aparece en sus columnas escritas para el diario La Tercera con una actitud frente a los hechos y un comportamiento diametralmente diferente frente a autoridades en programas de conversación en cámara.
Estos personajes se permiten polemizar abiertamente con sus entrevistados, desvirtuando el género y abanderizándose sin tapujos frente a autoridades que no cuentan con su preferencia o favoritismo,
Pareciera que la popularidad y el “populismo” se han enseñoreado en los departamentos de prensa y, más que la precisión, veracidad y oportunidad de las noticias, ¿importa el quién o cómo las manifiesta en cámara?
Así las cosas, pareciera que los periodistas vuelven a su rol radial y los programas periodísticos -los espacios matinales por ejemplo- son planteados como conversaciones entre los panelistas -como Monserrat Álvarez y Julio César Rodríguez, o José Antonio Neme con Diana Bolocco, que bien podrían emitir sus diálogos por radio sin necesidad de verlos en cámara.
Es cierto que las redes sociales están acaparando cada vez más la atención de los televidentes pero el regreso a las transmisiones radiales por televisión -que fueron determinantes en los inicios de esta industria- hoy día aparecen como un retroceso flagrante que implica la subestimación del medio comunicacional y la labor de periodistas. Conservan cierto profesionalismo, entre otros, Gonzalo Ramírez, Carolina Escobar, Ramón Ulloa, Juan Manuel Astorga (que ni siquiera es periodista) y Soledad Onetto.
Sergio Silva, Petronio Romo, Darío Verdugo, José Miguel Varas, René Largo Farías, Raúl Matas, Sergio Aliaga y otros próceres de la radiotelefonía nacional no han sido superados, ni siquiera se acercan a quienes hoy pretenden reemplazar en cámaras con alta tecnología y fidelidad que no corresponden al nivel de contenidos y formas de las entregas actuales de información por los medios modernos de comunicación. La radio afortunadamente sobrevive y se supera, con la deshonrosa excepción de la Biobío, que es un tema aparte.